Deika (+18)

406 38 23
                                    

En pleno corazón del invierno, un día excepcional se desplegaba con un brillo inusual. El cielo se extendía impecablemente pintado de un azul profundo que contrastaba con la desnudez de los árboles. 

El sol, en su apogeo, iluminaba con sus rayos dorados sobre la tierra, destilando un calor suave que acariciaba las mejillas de quienes se aventuraban a salir al exterior. 

A pesar de la estación, el paisaje no perdía su encanto; los árboles, despojados de hojas, dibujaban con sus ramas entrelazadas bellos patrones contra el cielo.

Dentro la cocina en el área del Sunny, la asistente luciendo una peluca de cabello corto castaño que coincidía con el color de sus ojos se encontraba empacando los bentos para los huérfanos, dentro de una mochila de expedición.

El sonido de la puerta rechinando rompió la concentración de la mujer, anunciando la entrada del chef del barco; quién después de varios fallidos coqueteos que fueron recibidos con usual indiferencia por parte de Midnight, decidió regresar a lo que consideraba su deber autoproclamado: Colaborar y cuidar de la asistente en la tarea de preparar y entregar los bentos.

—No es necesario... Puedo con todo. —Yue dijo amablemente, agradecida por el gesto.

—No puedo permitirte cargar con eso por todo el camino... En especial cuando te niegas a tomar transportes. —Defendió sacando una segunda mochila empacando varias frutas distintas y algunas verduras.

—Correr hace bien a la circulación.

—Aun así, son dos horas... y llevarías peso extra. Así que nada de negarse señorita.

—Heh... Señorita... Que adulador. —Respondió sarcasticamente, terminando de empacar 30 Bentos. —Pero bueno... Al mal tiempo, darle prisa.

Con elegancia y una sonrisa galante, Sanji se acercó y tomó la mochila pesada de la asistente, intercambiándola por la ligera que el sostenía.

—Permíteme encargarme de esto. —Dijo con su tono característico y una reverencia cortés.

—¿Que? ¿Por qué? Puedo con la mía.

—No creas que no me he dado cuenta. —Apuntó a las botas de la castaña. —Llevas cuatro dias cargando con él.

—¿Oh? Lo sabes...

—Su aura tiene mas presencia que la tuya... Sin afán de ofender.

—No me puedo ofender si es la verdad. —Respondió encogiendose de hombros.

—Si mas lo recuerdo, el que lo lleves en tu cuerpo es cargar con peso extra. —Señaló el rubio, acomodando la mochila en su espalda, mientas Yue veia su bota, moviéndola del talón.

—No es un problema... Perdió mucha masa en la salida de Estigia. Créeme, cargaba mucho más peso antes de conocerlos, esto será como un paseo en el parque a comparación. —Respondió caminando en reversa para salir de la cocina encaminandose hacia el bosque, siendo seguido por el cocinero.

Sanji, por su mayor fuerza en las piernas, se ajustaba a la marcha de su compañera, mostrando una atención constante para no dejarla atrás, asegurándose de que ambos avanzaran juntos en su travesía desplazándose por el espeso bosque, aprovechando los atajos y rutas menos transitadas, evitando así el bullicio del tráfico, las multitudes y los cambios impredecibles de rutas asociados con los transportes convencionales.

Era uno de los pocos dias donde el bosque era radiante, la combinación del frío intenso y el sol resplandeciente creaba una sinfonía visual que invitaba a contemplar y apreciar la magia de la estación. El cocinero encantado por las maravillas de sus alrededores, aprovechó la ocasión para intentar un movimiento con la asistente del director.

Milenio Vacío II: Viejo MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora