39. "No es para tanto, amor"

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Era sábado, un día de sol y las chicas me habían invitado a tomar el sol con ellas en uno de los jardines laterales del castillo, donde mejor daba el sol por la tarde luego de las clases.
Accedí sin pensar en Mattheo ni en cómo se lo tomaría.
Últimamente él estaba algo distante, ya no pasábamos tanto tiempo juntos pero de todas formas terminábamos discutiendo. Aunque llevaba sin golpearme desde aquella noche en el baño.

Ya no quedaban marcas en mi cuerpo de sus golpes y lo único que tenía era una leve cortada en el labio que todavía no se había curado del todo.
Mientras las chicas iban a buscar un buen sitio yo agarraba mi muda del clóset y la colocaba sobre la cama.
Agarré un bolso cualquiera y comencé a guardar dentro lo necesario.

Cuando me terminé de cambiar y arreglar me coloqué frente al espejo, iba en un crop top pegado y corto con forma como de banda, blanca, unos shorts de jeans que tapaban la parte baja de un bikini y una cola de caballo, que dejaba mi cabello liso y llamativamente rojo caer a forma de cascada.
Me maquillé levemente de forma muy natural y me puse unos zapatos que no me importaba ensuciar pero que combinasen.

Cuando seguía admirando frente a mi reflejo como mi físico volvía poco a poco a su habitual aspecto la puerta se abrió dejando paso a un Mattheo vestido informal.
Se acercó a mí y no pude evitar tensarme, pero me dio un beso en la mejilla y me abrazó por la espalda. Dejando su mentón apoyado en mi hombro, sus manos rodeando mi cintura al completo, mirando con una sonrisa burlona nuestros cuerpos en el espejo.

— ¿A dónde vas así de linda? —preguntó acariciando mi abdomen descubierto

—He quedado con las chicas para ir a tomar el sol a los jardines —avisé tímidamente y él me miró levantando ambas cejas

Dejo besos en mis hombros los que solo tenían los tirantes del top y comenzó a besar mi cuello, suave y seductoramente.
Sus manos acariciaron mi abdomen pero las comenzó a desviar hacia mi pelvis con discreción, todavía por encima de la ropa.

—Matty... —lo paré con una sonrisa divertida mientras me giraba para mirarlo de frente

Sus manos ahora se posaron en mi trasero y él me dedico una mirada maliciosa haciendo que frunciera el ceño sin saber que esperar de él.
Comenzó a andar de espaldas sin separar sus manos de mi trasero y cayó bocarriba en la cama de Daphne, haciendo que yo me quedara a horcajadas en su regazo. Se enderezó y comenzó a dejar humedos besos en mi cuello de nuevo, esta vez de forma más excitante y necesitada.

Me curve levemente haciendo que mi cuerpo se moviera levemente sobre el suyo, agarró mi trasero y con fuerza presiono mi intimidad con el bulto de su entrepierna. Haciendo que un gemido ahogado saliera de mis labios.

—¿Te he dicho ya lo mucho que me calienta oír tus gemidos? —susurró sobre mi cuello

Juntó sus labios con los míos y comenzó a mover mis caderas con decisión, haciendo que la fricción hiciera que corrientes de placer viajaran por mi cuerpo. Causando jadeos y leves gemidos entre el beso.

Cuando movió su mano al borde de mi pantalón y comenzó a meterla dentro tocaron a la puerta. A Mattheo no le importó porque llegó a su destino y sus dedos hicieron maravillas en mi punto sensible, haciendo que mi espalda se encorvara y mordiera mis labios callando un grito.

—Lexi  voy a entrar, lo digo por si estás en ropa interior o algo así

La voz de Draco sonó tras la puerta y Mattheo junto sus labios con los míos, me dió un mordisco en el labio inferior sacándome un jadeo y sacó su dedos de mi pantalón.

—Alexa ha sonado algo extraño... —dijo el rubio abriendo la puerta

No sé cómo me levante del regazo del castaño y disimulé estar maquillandome mientras mi novio se tumbo boca abajo en la cama. Simulando estar dormido.

—Coco, que pasa? —pregunté dándome con una brocha en las mejillas para que pensase que mi sonrojo era rubor

—Eh... Astoria me ha pedido que te diga que lleves algo de comer. ¿Qué hacíais? —preguntó con el ceño fruncido señalándome a Matt y a mi

—Nada, está dormido —mentí y él me miró sin creerme nada

—Si, claro. ¿Y... Duerme muy a menudo en la cama de Daphne? —habló divertido y yo no pude evitar abrir los ojos fijándome en el castaño

Mierda, es verdad, estaba sobre la cama de la rubia.

—Estaba cansado —defendí y él soltó un risa leve

—Bueno... Para la próxima intentad que no se escuchen tus gemidos desde la sala común. Hay mucho degenerado

Cuando dijo eso salió con una sonrisa burlona de mi habitación y yo sentí como mi rostro palideció. Cuando volvimos a estar solos Mattheo comenzó a reír como nunca antes y yo simplemente le lancé una mirada asesina.

—No hace gracia, idiota

—Al menos escuchan lo mucho que disfrutas conmigo —dijo y me guiñó un ojo cuando vio mi sonrojo aumentar

—Claro, como no es a ti a quién te han escuchado ¡Gemir! —hablé tapándome el rostro con la manos, y de nuevo, volví a escuchar esa preciosa risa proviniente de mi novio

—No es para tanto, amor

—Callate y resuelve tu problema —espeté señalando su entrepierna, en la que se hacía notar un gran bulto por la escena en la que nos habían interrumpido

—Ayudame —pidió colocando una de sus manos sobre su entrepierna masajeandola levemente sobre la ropa

—Lo lamento pero ya has oído a Draco, me tengo que ir —lo admito a sido tan satisfactorio verle la cara de molestia

—Amor, no puedes dejarme así —se quejó y yo me encogí de hombros mientras agarraba la bolsa donde lo tenía todo

—“No es para tanto, amor” —repetí la frase que minutos antes él me había dicho a mí y crucé la puerta con una sonrisa victoriosa, mientras iba en busca de la comida que Tori me había pedido


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Caminaba por los pasillos sola, los demás estaban en la sala común y por alguna razón me habían mandado a mi a las cocinas a por algo de comer.
Era fin de semana, de noche y no debería estar deambulando por aquí, pero obviamente eso no era algo que a mí o a mis amigos nos importase.

Sentía como si me persiguieran pero cada vez que me giraba a mirar no había nadie, me convencí que estaba siendo paranoica y que sería mi imaginación.
Pero cuando una mano tapo mi boca por mi espalda y me coloco de cara contra la pared supe que no, no estaba loca.

—¿Te han dicho ya lo buena que estás?

Esa voz no me sonaba de haberla escuchado ni siquiera una vez pero sus manos en mi cintura me hacían saber que no tenía buenas intenciones.

—Dejame en paz, imbécil —me quejé revolviendome en su agarre, pero intensificó la fuerza haciendo que mi pecho doliera de estar contra la pared de piedra

—No creo que eso sea posible...

Quise llorar y vomitar a la vez cuando sentí como metía su manos bajo mi falda.
Me comenzaba a desesperar y por más que gritaba nadie me escuchaba.

¿Qué broma era ésta?


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MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE Where stories live. Discover now