30. El cristal

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Baje al gran comedor para desayunar, se acercaban las vacaciones de navidad y ésta semana teníamos varios exámenes.

Pasé frente la mesa de Gryffindor y mi hermano me hizo una seña para que me acercara, frunci el ceño e hice lo que me pidió.

—Hay una fiesta está noche en la sala común de Gryffindor —anunció cuando llegué a su lado y yo lo miré con confusión.

—¿Pero? Algo mío quieres porque si no, no me avisarías —comenté enarcando las cejas cruzandome de brazos y él suspiro.

Potter desvío la mirada y Granger agachó la cabeza. ¿Qué coño quieren?
Sentí una mano en mi espalda y al girarme Ginny me miraba con una sonrisa.

—¿Ya se lo habéis dicho? —preguntó la menor mirando a los tres amigos.

—¿Qué coño queréis? Decídmelo ya —dije con molestia y Ron se quedó en silencio.

—Pensamos que podrías... Traer el alcohol y hablarlo con tus amigos, los demás también quieren... —comenzó a decir la sangre sucia pero antes de que terminara la interrumpí.

—Ni termines, lo del alcohol lo puedo hablar con Mattheo pero olvidaos de la droga. No me voy a arriesgar por vosotros —me negué y me di la vuelta caminando ahora sí hasta mi mesa.

¿Qué se creen que soy? Qué le pidan droga a quien yo se.

Mi molestia se intensificó al darme cuenta que habían metido Ginny en esto, vale puede que sea una muy mala hermana. Pero sigue siendo mi hermana pequeña y como me llegue a enterar que gracias a Ron o a cualquiera de sus amiguitos está dentro de las adicciones no me voy ha controlar.

Me senté entre Theo y Draco y agarré una manzana, comencé a jugar con ella sin ganas de comer, simplemente intentando calmar mi molestia.
Una mano apareció frente a mí, agarró la manzana y me la quitó de las manos, levanté mi mirada con molestia encontrándome con los preciosos ojos de Tom frente a mí.

—No juegues con la comida niña —dijo seriamente y siguió comiendo.

—Dame la maldita manzana Tom —murmuré entre dientes sin despegar la mirada de sus ojos.

—¿Qué coño te pasa Lexi? —preguntó ahora Mattheo metiéndose en la conversación.

Los demás miraban atentos la escena sin saber porque estaba tan molesta.

—Nada que te importe —conteste sin separar la mirada de Tom el cual me miraba con diversión y algo de molestia —Dame la puta manzana Tom —repetí con aún más molestia.

—No te la voy a dar para que sigas como un jodida niña pequeña, cuando te comportes hablamos —respondió Tom mirándome seriamente y senti como perdía la paciencia.

—¡Qué me des la puta manzana, joder! —grité levantándome y dándole un golpe a la mesa con rabia.

Sus ojos se oscurecieron al instante y vi como agarraba aire intentando calmarse, tragué grueso y desvíe mi mirada a mis amigos los cuales tenia la mirada agachada.
La mirada de Mattheo era la única que estaba fija en mí como tratando de saber que demonios me pasaba. Levanté la vista y todo el gran comedor estaba en silencio mirándome.

—L-lo siento... —susurré y me fui a paso apresurado de allí.

Llegué a mí habitación y cerré la puerta cuando entré, me fui al baño y lavé mi cara intentando calmarme.
La salir vi a Mattheo sentado sobre mi cama, tenía mi cajón de la ropa interior abierto y jugaba con una de mis bragas pasándola entre sus dedos.

—¿Qué haces aquí? —dije acercándome y quitándole la prenda de las manos volviendo a guardarla.

—Creo que eres tú la que te tienes que explicar —contestó sin expresión alguna.

MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE Where stories live. Discover now