44. Reyna Ramirez

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Una vez que Hazel abandonó el Principia junto a Percy, Reyna se dejó caer otra vez en su silla y resopló, casi desinflándose en el respaldo. Los problemas no hacían más que crecer a cada instante; por un lado estaban las dudas de los legionarios, todos preguntando dónde estaba Jason, y la presión que los Senadores y el Augur, Octavian, ponían sobre ella no ayudaba. Los augurios de Octavian no indicaban nada bueno cerca, Reyna a duras penas había logrado que él guardara silencio para no preocupar a los semidioses y legados del campamento... la llegada de Percy no presagiaba nada bueno.

—¿Dónde estás? —preguntó al aire con sus ojos café dirigiéndose al asiento a su lado. Deseaba que Jason regresara, porque aunque Reyna aceptaba su posición como líder y era una guerrera, sabía que no podía mantener el control de todo durante tanto tiempo. No con el peso de tantas personas detrás.

No, sacudió la cabeza intentando espantar el pensamiento, ella era hija de Belona y en definitiva debía de ser capaz de hacerlo. Tenía que ser una líder digna y estar a la altura, incluso cuando tuviese que tomar decisiones fuera de su agrado para lograrlo.

Apoyó el mentón sobre la palma de su mano y golpeteó la punta del bolígrafo contra la madera de la mesa mientras mordía una de sus uñas distraídamente. No le gustaba la única opción para reemplazar a Jason que tenía, Octavian parecía estar obsesionado con buscar los Libros Sibilinos..., unos libros proféticos que habían sido escritos hacía siglos y que se habían perdido hacía mucho tiempo, y cada vez insistía más a Reyna para que autorizara una misión para buscarlos. No era una prioridad aquello, al menos no lo era para la hija de Belona que tenía otras muchas preocupaciones encima, y sabía que si le daba un poco de poder a Octavian... todo se arruinaría y él haría lo que le viniera en gana. La peor parte era que nadie en el campamento parecía atreverse a desafiar al legado de Apolo.

Reyna no deseaba que una guerra se desatara entre sus filas pero tener a todos felices al mismo tiempo no era sencillo. Era prácticamente una misión imposible.

Distraídamente dibujó unos garabatos en una hoja, las delgadas lineas negras poco a poco formaron un rostro que seguía presente en la memoria de la Pretora. Gruñó por lo bajo y miró el intento de retrato que había hecho con el vago recuerdo que conservaba de aquella chica del océano y cuando escuchó que la puerta del Principia se habría, se apresuró en romper el dibujo y hacer una pelota de papel con el mismo.

—Zhang —soltó Reyna, inclinando una ceja hacia el Probatio—, creí haberte dado una tarea.

Lo vio bajar la mirada nervioso y como sus orejas se teñían de rojo pero a ella no le importaba, él debía aprender cuál era su posición como el recluta más reciente.

—Lo siento, Reyna —Frank se disculpó, y nerviosamente levantó la mirada—, pero sólo quería avisarte que vi a Hazel y Percy salir del templo de Júpiter, creo que ya han acabado de hablar con Octavian.

Reyna volteó y escudriñó el cielo por el resquicio de la puerta; el sol comenzaba a decender y la hora de la revista se acercaba. Se puso de pie y le ordenó al probatio que fuese en busca de Hazel y Percy para que estuviesen presentes en la revista de aquella noche... aunque era evidente que la chica debía de asistir. Reyna a veces se cuestionaba seriamente el sentido de responsabilidad de aquellos dos niños.

Una vez que vio a Frank marcharse, tomó sus armas y se dirigió en busca de su pegaso. Al llegar al establo seguida de sus dos galgos, acarició el pelaje suave en el hocico de su mascota con cariño. Reyna adoraba tanto a su pegaso como a sus perros, o incluso más.

—Muy bien, es hora de empezar —le dijo a su pegaso luego de sacarle del corral y montarse cuidadosamente con las piernas detrás de las majestuosas alas. El pegaso salió al galope, siendo seguido por Argentum y Aurum de cerca, y se dirigió a la Via Praetoria como ya era costumbre.

Cassidy Jackson y los Héroes del OlimpoWhere stories live. Discover now