23. Cassidy Jackson

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Cassidy caminó y observó lo bien que estaban siendo tratados Piper y Hedge. Phoebe, la cazadora, había montado un pabellón plateado justo delante de la cueva; dentro había una estufa de queroseno que los mantenía calentitos y un montón de cómodos cojines. Piper parecía haber vuelto a su estado normal, vestida con un anorak, unos guantes y unos pantalones de camuflaje nuevos al estilo de las cazadoras. Ella, Hedge y Phoebe estaban pasando un buen rato y bebiendo chocolate caliente.

—No me lo puedo creer —saltó Leo—. ¿Nosotros hemos estado sentados en una cueva y a ustedes les ofrecen una tienda de lujo? Que alguien me contagie la hipotermia. ¡Quiero chocolate caliente y un anorak!

Phoebe inspiró con fuerza.

—Chicos —dijo, como si fuera el peor insulto que se le ocurriera. Luego sus ojos se dirigieron hacia Cassidy y caminó hasta ella, le sujetó la mano y la arrastró al interior de la tienda para darle una taza de chocolate caliente—. Toma, Cassidy. Ha pasado algo de tiempo, ¿no crees? —Preguntó con tono casual, ignorando el berrinche de Leo.

—Tranquila, Phoebe —intervino Thalia—. Necesitarán abrigos de sobra. Y creo que podemos ofrecerles chocolate.

Phoebe se quejó por tener que ayudar a los chicos, pero al poco rato tanto Cassidy como Leo y Jason (para disgusto de Phoebe en el caso de los últimos dos, claro) también estaban vestidos con una ropa de invierno plateada increíblemente ligera y cálida.

—¡Salud! —dijo el entrenador Hedge. Masticó su taza térmica de plástico.

—Eso no puede ser bueno para sus intestinos —comentó Leo.

Thalia le dio a Piper una palmadita en la espalda—. ¿Te ves con ganas de moverte?

Piper asintió con la cabeza—. Sí, gracias a Phoebe. Se les da muy bien la supervivencia en la naturaleza. Me siento como si pudiera correr veinte kilómetros.

Thalia guiñó el ojo a Jason.

—Es dura para ser hija de Afrodita. Me gusta.

—Eh, yo también puedo correr veinte kilómetros —terció Leo—. Aquí tienes a un hijo de Hefesto duro como él solo. Vamos.

Naturalmente, Thalia no le hizo caso.

—Cállate, flamita, Thalia es mía —se burló Cassidy antes de rodear con un brazo los hombros de su prima y guiñarle un ojo cómplice a Phoebe. Le encantaba fastidiar a Leo, y como a las cazadoras todos los chicos le caían fatal decidieron unirse en contra del latino.

Phoebe tardó seis segundos exactos en levantar el campamento, la tienda se plegó sola en un cuadrado del tamaño de un paquete de chicles que luego ella guardó en su bolsillo.

Thalia echó a correr cuesta arriba a través de la nieve, por un pequeño sendero en la ladera de la montaña, y Leo pronto se arrepintió de haberse hecho el fuerte, ya que las cazadoras lo dejaron atrás. El entrenador Hedge daba brincos como una cabra montesa feliz, animándolos a seguir como solía hacer cuando practicaban atletismo en el colegio.

—¡Vamos, Valdez! ¡Aprieta el paso! Cantemos: «Yo tengo una chica en Kalamazoo…».

—Nada de cantar —soltó Thalia. De modo que corrieron en silencio.

Sin embargo Cassidy no tuvo muchas dificultades en seguirle el paso a Thalia y Phoebe, cuando se cansaba tan sólo se debía concentrar en descongelar algún pequeño carámbano de hielo y se echaba el agua en el rostro para aumentar su energía.

Continuó subiendo la montaña sin problema alguno, pensando en el sueño que había tenido antes. Zeus había sido controlado por la Mujer de Tierra, como sus compañeros la llamaban, y al parecer Atenea también había pasado por lo mismo... ¿qué, por Hades, era entonces lo correcto? ¿Cómo sabían si alguna orden o decisión era tomada por propia voluntad de los dioses o si en realidad estaban siendo manipulados?

Cassidy Jackson y los Héroes del OlimpoWhere stories live. Discover now