2. Draco Malfoy

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Todo era una maldita tortura para Draco. Ver a su madre sufriendo, tener a su padre encerrado en Azkaban y, sobre todas las cosas, lo era cumplir su papel como heredero.

Claro, muchos podrían creer que no estaba solo, tenía a sus amigos Blaise y Theo, y a sus amigas Daphne y Astoria, pero quien siempre había estado para él fue Pansy.

Conoció a Pansy desde muy niño, las madres de ambos habían ido juntas a Hogwarts y fueron compañeras de habitación, así que para Draco era natural el estar acostumbrado a hacer todo con aquella chica: travesuras, aprender a volar en escoba, robar comida y dulces de la cocina de la mansión aunque sólo lo lograban porque los elfos los dejaban; incluso habían fingido estar juntos cuando las chicas molestaban a Draco, o cuando los chicos perseguían a Pansy.

Habían tenido a Hogwarts bajo sus pies durante cinco años; habían destruido a muchos niñitos y se habían divertido molestando a Harry Potter. Pero vaya, la vida era una desgraciada si se lo preguntabaa a Draco Malfoy entonces, porque le habían arrebatado a su chica antes de tiempo.

Ella era como su hermana y ahora ya no estaba.

No podía aceptarlo, incluso tras varias semanas encerrado en su habitación. No podía tolerarlo, el escuchar a Voldemort en la planta de abajo desprestigiando a Pansy quien había traicionado a los Sangre Pura peleando del lado de Harry Potter a inicios del verano anterior.

La necesitaba demasiado, pensó en la oscuridad de su habitación mientras abrazaba las rodillas contra su pecho, porque los Slytherin no volverían a ser los mismos si ella no estaba ahí: Cassidy se había marchado y no regresaría, Daphne había dejado de hacer travesuras y de discutir por el juego sucio de Blaise en el ajedrez, y Astoria no quería ver a nadie en absoluto.

Ahora él se encontraba allí, sintiéndose más abandonado que nunca. Quería un abrazo de Pansy, lo anhelaba, aunque sea escuchar su voz o su risa una última vez para no olvidarla jamás.

Y lo único que obtenía eran fuertes dolores de cabeza luego de tanto llorar.

Que patético e insignificante se sentía.

—¿Draco? —la voz profunda de Theo se escuchó desde el otro lado de la puerta. Era el único que podía ir a su casa, al ser hijo de un Mortifago.

Draco lo ignoró, como había estado haciendo con todos en la casa en los últimos días. Sólo hablaba o bajaba cuando su madre se lo ordenaba, y el único motivo por el que la mujer lo lograba era porque Draco no deseaba que ella tuviera problemas con Voldemort.

Necesitaba a Cassidy, que siempre sabía cómo hacer reír y mantenerlos a todos juntos. Morgana, esa niña los había cambiado tanto que Draco odiaba haberla dejado hacer tal cosa.

Quizá si nunca se hubiese empeñado en acercarse a la chica que tal vez podría haber librado a Astoria de aquel compromiso arreglado… Tal vez, y sólo tal vez, no estarían en aquella situación. Pero Cassidy los había cautivado a todos de la forma más dulce posible: con una amistad sincera.

—Debes bajar. El Señor Tenebroso quiere hablar contigo —Theo se quedó un momento en silencio desde el otro lado. Luego de unos segundos volvió a escucharse en la habitación el golpe de los nudillos contra la oscura madera—. Apresúrate, es mejor que no lo hagas molestar.

Claro, gruñó Draco con desanimo, el Señor Tenebroso ahora tenía a su familia muy por debajo en su lista de favoritos desde que su padre falló en la batalla del Departamento de Misterios.

Se levantó de la cama y se colocó los zapatos antes de salir de la habitación, arreglándose la túnica en el camino y limpiándose las lágrimas de los ojos enrojecidos mientras descendía por la escalera hasta la sala. Llegó frente a la larga mesa llena de Mortifagos, esquivándole el mirar a todos e intentando ignorar las miradas desdeñosas de muchos.

Cassidy Jackson y los Héroes del OlimpoWhere stories live. Discover now