Capítulo 29

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—¿Crees que esto es divertido? —el rostro serio de Alejandro me hace bajar la vista a mis manos—. Te trajimos porque puedes ayudarnos siendo Anonimus, lo hicimos porque teníamos la confianza de que no te meterías en problemas.

—Papá...

—No, (T/n)_____. —me interrumpe bruscamente—. ¿Crees que las cosas están demasiado fáciles como para que te cueles en la habitación de un soldado y hagas quien sabe que cosas?

—Ella solo quería ayudarlo a superar las perdidas que lo afectaban. —intenta defenderme mi otro padre, aunque ambos sabemos que no servirá de nada—. Además, yo la ayude, la culpa es de ambos.

—No me importa Rodolfo, no me importa de quien es la maldita culpa. —mi cuerpo se estremece por su tono pero se que me lo merezco.

—No puedes controlarla todo el tiempo, ella ya no es una niña.

—¿No me habías dicho lo mismo cuando empezó a salir con Ángel hace tres años? —acusa mi padre mientras señala a Rudy—. Tu intento de justificarla terminó con ella prisionera y obligandomos a rescatarla.

Chillo adolorida porque justo acaba de usar un punto sensible. Mis ojos se cristalizan y el silencio se vuelve demasiado asfixiante.

Cuando me llevaron a mi habitación sabía que me esperaba un gran regaño pero esto es más doloroso de lo que pensé que sería. Alejandro sabe lo que acaba de hacer pero no va a disculparse, no mientras siga tan enojado. Me duele que diga que se vió en la obligación de salvarme, pero me duele más darme cuenta de que ambos están discutiendo de este modo por mi culpa.

—Sabes una cosa, Alejandro. —Rodolfo camina hacia mi, toma mi mano y me levanta de la silla para empezar a caminar hasta la salida—. Uno no tiene hijos pensando que serán perfectos, y tampoco los tiene creyendo que te obedeceran en todo. Se que nuestra hija ha cometido errores, pero dime, ¿Tu tampoco te has equivocado?, Incluso, esto que estás haciendo, estás palabras hirientes, son un gran error que vas a tener que remediar.

Nadie dice nada en el trayecto a la salida. Observo una última vez a mi padre, queriendo mostrarle que de verdad estoy arrepentida pero él mantiene la cabeza gacha con una dura expresión en el rostro.

Cuando ya estamos lejos de mi habitación, Rudy se detiene para limpiar el rastro de lágrimas que quedó en mis ojos al mismo tiempo que me regala una suave sonrisa.

—Cuando te vimos por primera vez, siempre supimos que nos harías muy felices. —me cuenta—, y a medida que fuiste creciendo, supimos que cuando te fueras de casa nos iba a doler.

En la mira [Soap x Tu] (#2) Where stories live. Discover now