Capítulo 8

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Primer recuerdo:
Ciudad de Memphis, Estados Unidos.

Edad:
14 años.

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No pienso dejarles mi comida.

Primero tendrán que pasar sobre mi.

—Suelta esa bolsa, Huesitos. —el adolescente delante de mi intenta verse intimidante pero solo logra verse como un imbécil.

—Me sorprende que pienses que voy a hacerte caso.

Estoy rodeada pero no me intimidan. Se que ser uno contra cinco no me da la mayor ventaja pero siempre he sido más rápida y astuta que estos cabezas huecas.

Todos empiezan a avanzar así que sin esperar más tiempo lanzo contra el suelo una granadita de pólvora que estalla fuerte, asustando a todos los presentes. Aprovecho la distracción para retroceder y empezar a correr por los estrechos callejones del deplorable barrio en el que siempre he vivido.

Escucho los gritos de ellos mientras me persiguen y sonrío cuando zigzagueo varias veces, ganando mucha ventaja y perdiendolos de vista.

A lo lejos diviso el inmenso contenedor donde tengo mi refugio por lo que debo tomar una ruta que no me lleve hasta ahí o ellos sabrán donde suelo pasar la noche y guardar las mínimas cosas que tengo.

Me desvío hacía la salida de la Zona Pobre pues se que ellos nunca se arriesgarían a salir de aquí, tienen demasiada droga y alcohol en la sangre, además, saben que fuera de los límites los policías pueden dar con ellos.

Sigo corriendo aunque ya no escucho sus pasos. Paso por un viejo puente de madera que, irónicamente, une la Zona Pobre con la zona de los ricachones; es por eso que cuando mis pies tocan terreno de dinero, puedo decir que estoy a salvo.

Me doy unos minutos para tomar aire y apartar los mechones rebeldes de mi sucio cabello. Me sigo moviendo mientras me voy relajando, apreciando la vista de las hermosas casas de la zona y los locales llenos de gente. Soy consciente del montón de miradas que atraigo, unas de lástima y otras de odio pero ya he aprendido a ignorarlas todas, sobre todo sabiendo que mi única preocupación en estos momentos es sentarme y saborear mi comida.

Recuerdo que una vez pasé delante de una iglesia, escuché que el Padre hablaba sobre los robos, lo malo que era y que nunca se debía cometer dicho pecado sin importar la situación. Tenía diez años cuando escuché eso delante del hermoso templo bañado en oro, yo temblaba del frío y mis tripas gritaban de hambre. Ese día me dije a mi misma que no tenía que obedecer ese mandato si a ellos no les importaba todos los que pasábamos hambre a diario.

Aprendí a robar porque en la calle es así.

O robas o te roban.

La compasión no existe.

En la mira [Soap x Tu] (#2) حيث تعيش القصص. اكتشف الآن