Capítulo 18

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—¡Ella los ha traído hasta nosotros!

—Señor...

—¡No, Keegan! —mi mente está ida pero intento seguir el rumbo de la conversación—. Toma a ambas y déjalas lejos de aquí mientras yo me voy con Alya. Tenemos poco tiempo antes de que ellos lleguen.

Mis ojos se abren y a diferencia de la última vez no estoy en el suelo de esa horrible habitación sino que estoy en una cama matrimonial. Casi de manera instintiva reviso si tengo mi ropa puesta, y luego caigo en cuenta que mis manos están amarradas al cabecero.

La sensación de déjà vu ocasiona que el miedo empiece a moverse por mis venas y los recuerdos se convierten en una bomba a punto de estallar.

Jalo las cuerdas sin importarme el dolor en las muñecas mientras mis pulmones se cierran, mi visión se torna borrosa y las sábanas de la cama parecen rasguñarme. Veo una silueta acercándose a mi pero se ve demasiado grande, demasiado peligrosa y solo ocasiona que empiece a llorar mientras cierro los ojos.

Van a hacerme lo mismo de hace unos años.

Nadie podrá salvarme.

—¡Oye!

Una mano toca mi pierna pero no distingo sus intenciones, solo siento su palma quemarme y rezo para que no me toque más arriba. Lloro más fuerte y la mano ajena parece intentar moverme, lo que sigue alimentando mi ataque de pánico.

Sigo luchando contra las cuerdas mientras mi mente y la falta de aire están a punto de mandarme a la inconsciencia. No puedo respirar, no puedo ver, no escucho bien y solo presto atención a los recuerdos crueles que mi cerebro reproduce una y otra vez. Siento que este infierno nunca va a terminar hasta que un estruendo se oye detrás de la neblina de mi ataque de pánico y por un milisegundo, mi mente reacciona.

—¡(T/n)_____!

¿Soap?

Sigo alterada y sofocada, tomando respiraciones forzadas pero logro apartar las lágrimas y ver como Soap aparece en medio de la habitación y sin pensarlo se lanza sobre la otra silueta.

Escucho como ambos caen al suelo y antes de poder salir de mi estupor, las cuerdas se mueven y el agarre en las mismas se suelta. Unas cálidas manos sujetan mis mejillas y luego se apartan para rodearme en un abrazo.

—Tranquila, rulitos. Todo estará bien.

Es mi padre.

Ha venido a salvarme.

Lo rodeo torpemente, me aferro a él como un salvavidas y lloro más fuerte, abrumada por todo lo que está pasando. Mi cuerpo sigue temblando pero ya no me importa, voy a estar bien.

—¡Suéltalo, hijo de puta!

Mi padre reacciona y me carga en sus brazos mientras retrocede hasta dar con la pared y se mantiene estático. Cuando despego mi rostro de su pecho para ver que sucede, el supuesto padre de Alya se lanza sobre Soap y lo separa del hombre que por fin puedo reconocer como el del pasamontañas.

Ambos ruedan bruscamente por el suelo y jadeo asustada cuando el Sargento se golpea en la cabeza con una pequeña mesa, aunque eso no parece aturdirlo y ambos hombres siguen peleando entre ellos. Papá me baja y debo sostenerme a la cama por la rapidez en que lo hace. Lo veo correr en dirección a su compañero pero el del pasamontañas es más rápido y lo embiste como un jugador de fútbol americano.

Se que no debo intervenir, mis padres me han hablado miles de veces de lo que debo hacer en caso de que sean atacados pero no puedo solo ver la escena y no hacer nada. Doy un paso, dispuesta a moverme y saltar sobre el atacante de mi padre pero mi cuerpo está débil por el ataque de pánico e instantáneamente caigo al suelo con las piernas y brazos temblorosos.

Mi caida parece llamar la atención de Soap pero su distracción solo ocasiona que reciba un puño en el rostro. Mis ojos se humedecen por la impotencia y cuando pienso en que todo se irá a la mierda, Alya aparece en la entrada de la habitación.

Ella no espera órdenes ni lo piensa, su esbelto cuerpo se lanza sobre la espalda del hombre mayor y ahora son ellos los que ruedan por el suelo. Veo la sorpresa del sujeto cuando Alya se cierne sobre él y atesta un golpe en su rostro, similar al que recibió Soap, pero la ventaja no dura mucho porque el otro enemigo se levanta y de un tirón en el cabello de la soldado aéreo, la aparta y la lanza hacia atrás. Ella gime del dolor mientras intenta ponerse de pie para seguir luchando.

Todos parecen estar apunto de masacrarse unos con otros hasta que el sonido de un disparo nos hace quedar inmóviles.

—No se muevan.

La voz del Capitán Price me hace suspirar aliviada mientras lo veo entrar a la habitación con un rifle en sus manos. Ghost lo sigue detrás y cuando ve a su mujer en el suelo, corre hacia ella y la abraza al ver que está bien. Mi padre se incorpora también y estoy a punto de moverme hasta su cuerpo, pero veo que Jhon sigue en el suelo. Aprovecho que todos están quietos y gateo con cuidado hasta el cuerpo del Sargento.

Sus lindos ojos azules me miran extrañados y yo sujeto su brazo para ayudarlo a sentarse.

—Levantense lentamente y con las manos arriba. —ambos enemigos hacen lo que les ordenan mientras que el del pasamontañas mira fijamente al Capitán y el otro le da la espalda—, y tú, date la vuelta.

Él se gira con extrema lentitud y la mirada baja. Primero parece ver a Alya junto a Ghost, pero luego alza la vista hasta Price, quien se queda estupefacto al verlo.

—¿Stan?

Price pasa la vista de Stan hasta Alya, quien niega con la cabeza, en un intento de decirle que no puede creer en él tan fácil.

—Siempre has sido desconfiada, hija. —una sonrisa débil surca su rostro—. Recuerdo que la primera vez que te vi te regalé un chocolate y primero me hiciste comer un pedazo, solo para verificar que no estuviera envenenado.

De nuevo, la piel de Alya adquiere un color pálido y sus grandes ojos parecen triplicar su tamaño por la sorpresa, dejándonos más que claro que lo que dice es verdad y sin ninguna duda, este sujeto es Stan Heck.

—Te ví morir... —murmura ella en un hilo de voz—. Vi como tu aeronave chocó contra el suelo.

—Debía hacerlo, yo...

—¿Debías hacer qué? —el tono de Alya sube varios decibeles y Ghost sujeta su mano en un intento de calmarla—. ¡Me hiciste creer que estabas muerto, me abandonaste todos estos años y sufrí tanto tu partida como no tienes idea!

—Alya...

—¡Ahora apareces de nuevo, me secuestras como si nada, ¿Y todo para qué?! —Stan se ve bastante herido por la reacción de su hija pero no se como pensaba que iba a reaccionar—. ¡Eres un egoísta!

El silencio se adueña de la habitación y no puedo creer como pasé de un ataque de pánico a presenciar un drama familiar.

Stan posa los ojos ahora en el Capitán y puedo notar la pizca de cariño que tiene su mirada. No conozco la historia de ellos, pero parece que se conocían de mucho antes.

Soap se mueve a mi lado y centro mi vista en él. Está intentando ponerse de pie, y cuando lo consigue, me tiende la mano para ayudarme. Nuestros movimientos no son suficientes para romper la tensión del momento pero un estruendo fuera del lugar si lo es.

Todos nos ponemos en alerta y no tardo en correr hacía mi padre, quien toma mi mano para calmarme. De repente, un hombre aparece y se posiciona al lado de Price.

—¡Señor Alcón, Los Diablos están aquí!

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En la mira [Soap x Tu] (#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora