OLIVIA

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Como pude imaginarme, no fuimos bien recibidos subidos en un dragón metálico enorme que había destrozado varias veces el campamento. Incluso antes de que Festo aterrizara, se activó la alarma del campamento: un cuerno; y todos los sátiros empezaron a gritar. La mitad del campamento corrió afuera de las cabañas medio en pijama medio en armadura.

El dragón se sentó en medio del césped y Leo gritó:
—¡Está bien! ¡No disparéis!

No lo hicieron.

—¡Bajen las armas! —chillé, mi voz se escuchó por todo el lugar.

Vacilantes, tras reconocer mi voz, los arqueros bajaron sus arcos. Los guerreros retrocedieron, manteniendo sus lanzas y espadas preparados. Hicieron un amplio círculo disgregado alrededor del monstruo de metal. Otros semidioses se escondieron detrás de las puertas de sus cabañas o se asomaban por las ventanas. Nadie parecía ansioso por acercarse.
Si antes Festo, el dragón feliz, era aterrador, ahora con sus nuevas alas lo era aún más. Tenía unas alas de murciélago del doble de su longitud que extendió como velas metálicas, haciendo un sonido como monedas cayendo en cascada por la ranura de una máquina cada vez que las agitaba.

El dragón alzó la cabeza y lanzó una columna de fuego al cielo. Los campistas se revolvieron y sopesaron sus armas.

Leo se bajó de su espalda, y me ofreció su ayuda, yo no la tomé y bajé por mi misma. No le dió importáncia, levantó sus manos como si se estuviera rindiendo, excepto por que todavía tenía sonrisa de loco en su cara.
—¡Gente de la Tierra, vengo en son de paz!—gritó.

—Ay porfavor...—suspiré exasperada, llevando mi mano a mi frente.

Nos habíamos pasado la noche entera preparando a Festo. Leo se había pasado todo el tiempo hablando sin parar, no paraba ni por un segundo. Era insoportable. Tenía unas ojeras enormes bajo mis ojos, y una mala cara tan grande que casi parecía asustar más que el propio Festo. Cuatro horas con él me habían asegurado que no me gustaba trabajar con Leo Valdez.

Leo me miró, pero para nada molesto. Tenía un aspecto horrible, pero lucía absolutamente encantado; como si la noche no hubiera sido tan ajetreada como para mí.
—¡Festo solo está diciendo hola!

—¡Esa cosa es peligrosa!—gritó una chica de Ares, blandiendo su lanza—¡Mátalo ahora!

Iba a hablar, asegurando que Festo no se trataba de ninguna amenaza. Pero para mi sorpresa, Jason, flanqueado por Annabeth y Nyssa se abrió paso entre la multitud.
—¡Retírate!—todos cumplieron su orden. Contempló el dragón y sacudió la cabeza asombrado.—Leo, ¿qué has hecho?

—¡Encontrar un vehículo!—Leo sonrió de alegría—Dijiste que podía ir en la búsqueda si encontraba un vehículo. Bueno, ¡te he conseguido un chico malo metálico y volador de clase A! ¡Festo nos puede llevar a cualquier parte!

—Olivia, ¿cómo has...? —balbuceó Nyssa. Parecía que se le iba a caer la mandíbula de la cara.—Eso...tiene alas.

—Ha sido una noche larga Nyssa, no me hagas preguntas. —pedí, lo que más quería ahora era no dar explicaciones e irme a mi cabaña para tirarme de cara en mi cama y dormir. —Pero os aseguro que ya no es una amenaza. Leo reparó sus circuitos, bueno...la mayoría.

—Pero, ¿cómo has sobrevivido...?—Nyssa seguía mirando a la criatura con asombro—Quiero decir, el aliento de fuego...

Leo me dio una mirada rápida, seguramente preguntándose si iba a delatarle sobre su particularidad con el fuego. Simplemente me crucé de brazos, y él entendió que yo no iba a decir nada.

—Soy rápido—dijo—Y suertudo. Ahora, ¿estoy en esa búsqueda o qué?

Jason parecía un pez fuerte del agua, todavía con la boca sorprendida; pero finalmente se le pasó su estupefacción y asintió.

χαρμολύπη [Charmolipi]Where stories live. Discover now