OLIVIA

64 8 0
                                    

Cuando pensé que nada podía ser peor, Annabeth me demostró que siempre podía llevarme una desagradable sorpresa.

Me enteré de lo ocurrido cuando llegó la hora de la cena. Sentada en la mesa de Atenea, tras haber ofrecido un pedazo de mi ensalada de pasta y un trozo de pechuga de pollo, mi hermana me confesó lo que había ocurrido con Rachel, Piper y Jason. Al parecer Rachel había soltado una profecía menor que involucraba a Jason. Al mismo tiempo, habían descubierto que era el hijo de uno de los tres grandes. De Zeus, para ser exacto. No, en realidad, no era de Zeus, sino más bien de su parte romana, Júpiter. El mismísimo Quirón había quedado estupefacto al ver al chico.
Al parecer Hera había sido raptada y atrapada en un lugar, y Jason debía emprender la misión para ir a liberarla. No había escuchado la profecía, pero parecía involucrar a una forja y una paloma, y según la simbología, Afrodita era quien era representada con aquella ave. No sabían todavía quien sería la representación de la paloma, Drew se ofrecía como voluntaria. La forja era Leo. Incluso Jason le había pedido a este  que se uniera a la misión y Leo aceptó casi de inmediato.

Fue entonces, dos horas después, que todo se complicó con respecto a la paloma. Había acudido a la hoguera para hablar con Nyssa, debía entregarme un litro de petroleo para atraer al dragón; y de pronto, mientras comentábamos algunas impresiones sobre el problema, la multitud empezó a ajetrearse.
No tardé mucho en dar con el origen del ajetreo: Piper McLean.

A su alrededor había un brillo rojizo, pero a diferencia de Leo, no había ningún signo llameante encima de su cabeza. Era ella quien irradiaba aquel brillo. Sus ropas viejas y destartaladas habían desaparecido, en su lugar llevaba una hermosa túnica blanca sin mangas que le llegaba hasta los tobillos, con un cuello en V tan escotado que era totalmente vergonzoso. Yo no me hubiera atrevido a llevar un vestido así.
Unos delicados brazaletes de oro circundaban sus bíceps. Un intrincado collar de ámbar, coral, y flores doradas brillaba en su pecho. Su pelo estaba perfecto: fresco y largo y de un marrón chocolate, trenzado con cintas doradas por un lado que caía por su hombro. Incluso llevaba maquillaje, toques sutiles que hacían sus labios rojos tuvieran un ligero color cereza y representaban todos los diferentes colores de sus ojos.

—Hermosa—exclamó Jason—Piper, tu...estás que rompes.

Casi sonreí cuando vi la ironía de la situación. La paloma de la profecía, no era Drew, era Piper. Y Drew lo sabía, había llegado la chica que sería su competencia y que le iba a quitar su reinado de terror. Y yo iba a disfrutarlo enormemente

Quirón el centauro dobló sus patas delanteras y se inclinó hacia ella, y todos los campistas siguieron su ejemplo. Yo incluida
—Saludos, Piper McLean—anunció gravemente Quirón, como si estuviera hablando en su funeral—Hija de Afrodita, señora de las palomas, diosa del amor.

No me quedé para averiguar lo que sucedió después, tenía otros asuntos que tratar. Tomé el bidón que Nyssa me dio, y salí rumbo al bosque, abandonando el anfiteatro en el que se escuchaban los chillidos de indignación de Drew. Me alegré tener un dragón que rastrear, sería menos complicado que soportar a Drew. Actualmente la cabaña de Hefesto no se encontraba en sus plenas facultades como para arreglar aquel problema.

Durante horas, mientras me paseaba por el bosque, escuché a los búhos hulular. Los campistas de Hefesto habían colocado la trampa en un claro, y mientras esperaba a que el dragón cayera en esta, me puse a patrullar otras zonas. La trampa se trataba de una red de bronce sobre un cráter. Seis grandes tiras se extendían fuera de la tina como los radios de una rueda. Eran sensibles a la presión. Tan pronto como el dragón pisara una, la red saltaría cerrándose, y voilá, un dragón envuelto de regalo.

Fue entonces que escuché el sonido tan esperado. Era más un temblor, el tipo de ruido profundo que se escucha en los intestinos en lugar de los oídos. Sonreí de lado, orgullosa por haber atrapado a lo que causaba tantos problemas en mi querido campamento. Salí corriendo hasta la trampa. Aunque era una noche cerrada, me conocía bien aquel bosque. Además la linterna me ayudaba.
Pero cuando llegué a la trampa, lo último que me esperaba era ver a Leo. El dragón de metal había caído en la trampa, estaba atrapado, pero Leo estaba allí, tirando de las redes que le aprisionaban. Me le acerqué rápidamente, empujándole antes de que liberase el enorme dragón de casi sesenta pies de largo.

χαρμολύπη [Charmolipi]Where stories live. Discover now