Capítulo 25: El último adiós

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VAIOLET

Las semanas se enquistaron en mi corazón. La tristeza abarcaba toda la casa y se ha vuelto un estado común de todos los que la habitamos.

Gustavo continuaba esperanzado. Mis palabras le calaron tan dentro, que aunque supiera lo mal que estábamos todos, se hallaba muy enfadado. "Está muerto" les dije refiriéndome a Jhonas y me miraron como si estuviera loca. "Jhonas es imparable", dijo Mariam. "Jhonas nunca se rinde", dijo Gustavo.

Ojalá me hubiera equivocado, pero lo presentía, Dana también, aunque no lo dijera en voz alta. Los días pasaron y encontraron dos muertos en las vías del tren, las cuales había vivido en sueños y posteriormente visité con Dana. Dos muertos...

Estuve horas vomitando dolor y angustia. "Lo sabía" repetía en mi cabeza, pero pasó algo que jamás creí posible. Encontraron a Walls, con un disparo en el brazo y otro en el abdomen. No murió al momento, pero sí desangrado. El otro cuerpo estaba sin identificar, pero tenían claro que la edad era superior a la de Jhonas, incluso hablaban de un señor maduro.

Por un mínimo instante, pensé en papá. Y el corazón se encogió dándome pequeñas descargas de congojas. Tardaron varios días en averiguar de quién se trataba y al final, no era Jhonas ni Papá.

El FBI sacó a la luz un cartel criminal que llevaban años detrás de alguna prueba para incriminarlos. La interpol también se metió por medio. Hubo muchas detenciones incluido el Capitán, es decir mi padre, pero seguía sin aparecer Jhonas. Quizás sigue vivo, quise creer, pero las semanas pasaron y continuaban las cosas igual.

No volví a sentir tristeza por mi padre, ahora la rabia lo controlaba todo. Quise ir a la cárcel y matarlo con mis propias manos, pero Gus y Mariam me recomendaron que me mantuviera al margen.

Decidimos que lo mejor era enterrar a Wallis, y cuando apareciera el cuerpo de Jhonas, era la única que reiteraba su muerte, lo haríamos en el mismo lugar. Elisabeth estaba desolada, lloraba la pérdida de su padre y yo me sentía muy culpable. Sé lo que es perder a un progenitor con pronta edad, y el entendimiento se vuelve complicado.

Llegó el día del funeral. Durante la mañana, preparamos la casa para recibir a los familiares. Lógicamente, casi todos venían de parte de Mariam y Gus. Días atrás, decidí que necesitaba a una persona en concreto allí conmigo. Dándome un apoyo que solo la sangre de mi madre podía calmar, mi abuelo.

Cuando encarcelaron a mi padre, mi abuelo estaba ingresado por una crisis nerviosa. No entendía nada y quién lo hacía...

Fui a visitarlo con mi escolta favorito, Gus. Allí hablamos largo y tendido, sobre todo lo que había pasado en estos meses, también salió el tema de mi padre, aunque ninguno de los dos quiso darle mucho protagonismo. Desde ese momento, el abuelo me ha llamado todos los días, e insistió para que viviera con él. La verdad es que necesito sentir a Jhonas cerca de mí, y la única forma que he encontrado posible, es quedarme con Gus y Mariam, las personas que más querían a Jhonas. Además de percibir su presencia en su habitación, con las sábanas que aún guardan su perfume y su ropa, que aunque esté limpia, sigue oliendo a él.

—El vestido amarillo es mi favorito —le dije a Elisabeth, sentada en su cama mientras decidía que ropa ponerse para enterrar a su padre Walls.

—Yo quiero ir como todos, de negro —. Se quejó.

No la culpo, el negro era el único color que podía describir nuestros sentimientos, pero por alguna razón que no consigo entender, necesitaba verla de ese color tan alegre y que tan bien quedaba con sus rizos rubios. Era egoísta, lo sé.

Cogió un pantalón negro y una camisa del mismo tono, además de unas botas de agua, que nada pegaban con su atuendo, pero quién se atrevía a decir nada en un día como hoy.

YUANFEN, MI SALVACIÓN Where stories live. Discover now