Capítulo 10: Regreso

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VAIOLET

Estaba muy confundida respecto a lo que había pasado anoche.

¿Era culpa mía?

¿Cuándo volvería Jhonas?

Anoche tuve un sueño extraño. Jhonas y yo estábamos encima de una cama. No era la cama del centro, ni la de mi habitación. Jhonas me abrazaba desde su posición, apoyando su pecho en mi espalda. Rozaba la nariz contra mi nuca y un escalofrío recorrió mi cuerpo, de pie a cabeza. Fue una sensación de tranquilidad y expectación. Cuando me giré para besar sus labios, tenía la cara totalmente desfigurada. No existía rastro de sus ojos color azabache, de su nariz perfectamente alineada, ni de sus labios no tan gruesos, pero sí lo suficientemente carnosos para morder. Solo había sangre seca, como si hubiera pasado varios días en ese estado y empezara pudrirse. Me lleve tal impresión, que me desperté del susto con una agonía en el pecho.

¿Le habrá pasado algo?

Sé que él está acostumbrado a una vida peligrosa, pero la imagen de la policía esposando a Jhonas y llevándoselo preso, me tenía muy preocupada. Y con todo esto, solo puedo pensar en dos cosas. La chica de anoche, pasando su lengua asquerosa por la boca de Jhonas, y lo que más me sorprendió fue la forma que él se separó de ella, como si estuviera acostumbrado a sus labios. Eso me llevó a un pensamiento peor, ¿tienen caducidad nuestros besos?

Hace dos días que no sé nada de él. Tampoco podría preguntarle a nadie, se supone que no somos amigos y que tampoco podemos tener ningún tipo de contacto.

Desde el día del karaoke, mi vida es un desierto y yo soy la arena que se traslada sin un orden. Jhonas ha desaparecido y con él, cualquier rastro de vida en mí.

Hoy está amaneciendo demasiado oscuro. Lo peor es que mis pensamientos giran en torno a lo mismo. Me balanceo sobre la cama, observando la hojilla desinfectada que coloqué hace tres horas encima del escritorio. Al principio solo fue para recordar lo que no debería hacer, pero los minutos pasan y el deseo de sentirla contra mi piel se intensifica.

Pienso en ese momento, dónde traspasa las finas capas de mi piel hasta sentir la calidez del líquido al salir, es el instante donde la mente se libera, como si estuviera levitando muy por encima del sufrimiento.

—Necesito sentir algo, lo que sea —le comunico a mofletitos.

Este me mira, y asiente.

—¿Es un sí? —sigo balanceando mi cuerpo y asintiendo al unísono.

—No pasará nada, tranquilo. Será muy superficial, lo justo para dejar de pensar en Jhonas.

—Solo un momento, solo un momento
—mis manos temblorosas hacen lo suyo.

Las instrucciones que debería dar a mí cerebro ya no son necesarias. El dolor provoca que mi corazón bombee más sangre de lo normal. Un grito silencioso sale expulsado desde la garganta, notando un hormigueo en la muñeca que se extiende a lo largo del brazo.

Intento acercarme a la cama, estar cerca de mofletitos me vendrá bien. Con cada paso de mis pies, el suelo se va cubriendo de gotas, como si la lluvia traspasara las paredes de mi cuarto y transformara la moqueta de color.

Mareada, me acomodo encima de la colcha de flores.

—Lo ves, era solo... un... —mis ojos se cierran.

Sé que la fatiga durará poco, el corte es superficial. Lo justo para sentir dolor físico, ese que acalla los diablos de mi cabeza.

Tras varios minutos o horas, no sabría determinar el tiempo, la puerta de mi habitación se abre y como por arte de magia aparece él.

YUANFEN, MI SALVACIÓN Where stories live. Discover now