Capítulo 3: El escondite

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VAIOLET

Que mi hermano quisiera verme el día de la reunión no cambiaba el hecho de que me había abandonado y continuado su curso. Intentó convencerme de que cuando saliera de allí, iríamos de vacaciones, que todo estaría mejor, y un sin fin de propuestas más, todas con el mismo propósito: el perdón. ¿Acaso creía que necesitaba estas minucias para tratar conmigo? Si es así, como ha demostrado, no merece mi perdón, aún no.

Hace varios días que intento esquivar a Jhonas, prácticamente salgo de mi cuarto para nutrirme, cosa que me imponen. Soy una persona muy precavida con mi círculo, y me resulta muy extraño que alguien se comunique conmigo sin darle pié a que puede hacerlo, por este motivo, cuando esté chico me pidió mi orina, no pude hacer otra cosa que reír.

—Veo que has seguido mi consejo por una vez y te has alejado de ese chico —me suelta mi tía, o como le gusta que la llame aquí, doctora Foster.

—Llevo años sin hacer amigos, no creerás que ese chalado iba a ser el primero —miento sin darle mayor importancia.

—Mejor, si supieras lo que yo sé, te mantendrías a varios metros de distancia, pero sabes que no podemos hablar de los pacientes y menos ahora, que ya eres adulta.

¿Acaso piensa que advertirme sobre algo hará que rehulla? Está claro que no presta atención a los adolescentes que intentan contar su historia, pero ella solo busca lo que está mal en ellos, como tuvieran una pieza de motor la cual puedes quitar, cambiar o arreglar.

—¿Te parece si le decimos a papá que venga y cenamos juntos? —es la tercera vez que propone lo mismo esta semana.

—Doctora Foster, haga lo que quiera
—diga lo que diga, pida lo que pida, finalmente no servirá de mucho.

O acaso hubiera funcionado decirle: Me apetece estar sola, en mi habitación, tegiendo mis sábanas para crear una cuerda resistente para aguantar el peso de mi cuerpo, solo el tiempo suficiente hasta dejar de respirar. Creo que sería demasiado para una mente sin corromper.

Nuestra relación es neutra, aunque en el pasado existió más complicidad. Como cuando me vino la regla por primera vez, me llevó a la ginecóloga y agarró mi mano fuertemente, hasta que comprendí que la sangre no es tan mala. También habló conmigo sobre sexo y anticonceptivos, conversación que duró poco y nada, ya que me moría de la vergüenza. Y, aunque es mi momento más doloroso, fue a quién llamé cuando encontré a mamá... quiero decir cuando la vi y estaba... Parecía dormida.

Es buena conmigo, eso no quita la realidad: vivo rodeada de personas. Grito, pero no me escuchan, ni siquiera ella.

Será que nadie me ve, no de verdad, no como se debería mirar a una persona. Escuchando los espacios, los silencios que dicen más que cualquier palabrería barata. Me considero un espectro que se relaciona con otros de mi igual, más que interactuar, coexisto con ellos, intentando pasar desapercibida.

Tras pasar toda la tarde encerrada en mi habitación, intentando crear letras que pudieran ser aceptables para culminar en una canción, de pronto, alguien aporrea la puerta.

La abrí con cuidado, sin saber muy bien qué encontraría tras ella, aunque a decir verdad, sabía perfectamente a quién quería ver. En el suelo de la entrada se encontraba la funda de lo que parecía una guitarra, pero allí solo estaba la enfermera de la planta, que me observaba como si pudiera descifrar lo que sentía con una simple mirada.

Sujeté la funda y volví a la tranquilidad de mi habitación. La puse encima de la cama y la observé durante unos minutos, preguntándome quién la habría traído. Solo se me ocurría un nombre. Mientras decidía sí, abrir la cremallera y descubrir qué había dentro, o dejarla en el mismo lugar donde la encontré, me vino a la mente Neil. Mi antigua guitarra que quedó destruida hace un año, tras un ataque de pánico que terminó en un ingreso de mi segundo intento de suicidio, y por consiguiente, acabé en psiquiatría, pero no era un lugar tan cuqui como este, allí solo habían paredes blancas, sábanas que raspaban la piel y muchas medicinas.

YUANFEN, MI SALVACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora