Capítulo 17: El tejo

37 3 2
                                    

VAIOLET

Sujetó mi mano derecha, soltando un suspiro largo. Levantó la vista en dirección a mis ojos y a continuación cerró los suyos. Acariciaba mi piel con mimo, mientras sus párpados cerrados se movían buscando ver sin visión.

-Cuando era una niña se presentaban imágenes en sueños. Personas que no conocía y con el tiempo entraban en mi vida. Por ejemplo: estuve viendo un señor de tez negra, con una bolsa transparente y dentro una figura en forma de vaca, durante años. Pensé que estaba loca, hasta que con 11 años apareció de repente y ni siquiera me extrañó verlo, era como si ya lo conociera. Él me llevó a mi nuevo hogar, cosa que le odié por ello, pero es otra historia -continúa Daf, haciéndome entender que va a contarme algo que le atormenta.

-No sé qué pasará en el futuro, ni qué me aportará la persona que veo, pero percibo sensaciones y la experiencia me ha dado la oportunidad de saber si son buenas o malas para mí. Cuando te vi por primera vez, sentí una paz inmensa. Es como ese lugar seguro al que puedes refugiarte cada vez que te pasa algo malo. En mi caso, el centro de menores fue mi maldición, es más, pensé que estaba maldita. Porque se aprovechaban de mi cuerpo sin permiso y a veces tenía que pedirlo para conseguir algo que necesitaba, como una ducha... El caso, es que mi mente era fuerte, inquebrantable, ¿sabes por qué?

-No -es lo único que puedo contestar a tal semejante historia.

-Apareciste en mi cabeza sin saber muy bien cómo. Hace muchos años te vi en sueños, y también odie no poder verte en persona. Cada vez que alguien me sometía, yo recurría a ti, en mi mente. Noté la sombra que oscureció tus ojos cuando tuviste que decidir entre ver a tu madre morir o acabar con su dolor, y lloré por ti -. Mi cuerpo responde rechazando la información que acaba de recibir y ella lo nota.

Observé cómo me miraba, paciente y a la vez con preocupación al ver mi reacción. Lo primero fue quitar mis manos de su lado y posterior, me moví ligeramente hacía atrás, necesitaba un poco de espacio antes de asumir que sabía cómo murió mi madre y lo peor de todo, conoce cosas que no tienen explicación para mí. ¿Realmente existe la magia?Desconozco cómo debería sentirme. Si olvidar el hecho de que lo sepa o liberarme de una vez por todas de esta carga que me hunde cada día más.

-Puedes estar tranquila, yo guardaré tus secretos si tú escondes el mío -soltó confiada.

Respiré hondo y decidí dejarme llevar, mientras ya notaba como las lágrimas asomaban sin tiempo para retirarme y rebovinar.

-Tuve que hacerlo, no había otra opción... bueno sí, seguir viendo cómo moría lentamente. Y aunque no lo creas, eso no fue lo difícil. Mi pesadilla comenzó la primera vez que me pidió ayuda, y después de muchas súplicas lo hice -Lloré y lloré acurrucada en su pecho mientras Daf me acariciaba el pelo y cantaba cerca de mi oído.

No me pidió que parase o cómo debía recomponer la realidad al pasado. Se mantuvo a mí lado y firme en su postura de apoyarme. De verdad la sentí mía, mi mejor amiga.

Solté muchas barreras con estas declaraciones y también con unas lágrimas que se me estaban atragantando en mi garganta. De pronto, todo lo que parecía una pasadilla, se volvió real. Regresé al momento justo donde pasó. Mi madre llevaba meses intentando convencerme de que era la única persona que podía ayudarla. Nunca dude, hasta que llegó un día en el que mis fuerzas se habían esfumado con ella. Allí, en esa cama dónde pasaba los días postrada, mi madre ya no estaba y supe que no la recuperaría. No existían medicinas que calmaran su dolor, ni el amor de una hija era suficiente para querer sanar... Ella solo murió en vida y yo me encargué de que su corazón dejara de luchar.

Preparé una combinación explosiva de pastillas, ella me había explicado cual era la cantidad justa de cada una de ellas, y mientras se las tomaba con un vaso generoso de agua, la vi apagarse.

YUANFEN, MI SALVACIÓN Where stories live. Discover now