Capítulo 5: La fiesta

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JHONAS

Wallis me recoge a las 23:00 horas, cuando quedan apagadas todas las luces del centro. Nunca suele importarme mi aspecto físico, pero hoy no he parado de observarme en el espejo, ¿tendrá que ver con la posibilidad de encontrarme a Vaiolet por los pasillos?. Me he decantado por unos vaqueros rasgados, la camisa negra de AC DC, uno de mis grupos de Rock favoritos, y una sudadera del mismo color. Salgo de mi habitación, despeinándome el pelo hacia el lado derecho, dejando el resto sobre mi nuca.

Paso delante de la habitación 607, apoyo la oreja en la puerta, pero no se escucha nada. ¡Déjalo ya Jhonas!

Me dirijo hacía una ventana situada en el ala oeste. He ido varías veces a fumar allí, y me percaté hace unos días que estaba rota desde fuera. Eso me dio la idea de poder salir de aquí sin que se enteren.

Esta noche por fin podré ver un poco de vida, aunque tardaremos unos cuarenta minutos en llegar, merecerá la pena. Walls permanece callado en el transcurso, no le pregunto, ya que este silencio también me ayuda a poner la cabeza en orden.

Cuando estoy cerca de esa chica no sé pensar. Creo que se debe al hecho de que es inalcanzable, o la sensación que me envuelve cuando me observa impasible. También pueden ser las cicatrices que aún son hipótesis y la hacen interesante. Aunque sus ojos... joder esos ojos color violeta me vuelven completamente loco.

Decido centrarme en el reflejo que proyecta la ventana del coche. Casi consigo reconocer al chico tímido que una vez existió y que la vida castigó, convirtiéndolo en un degenerado drogadicto.

Al llegar a la calle de mi compañero y competidor número uno Ken, la música sobresale de las ventanas, creando un barullo ensordecedor por toda la avenida. Es lo que tiene el dinero, haces lo que quieres y nadie mete sus narices dentro.

Tras varias cervezas y un chupito de algo con nombre de stripper, las personas se apelotonan en el césped, rodeando la piscina. Chicas en bikini o ligeras de ropa abundan los alrededores. Algunos amigos míos han venido porque sabían que estaría aquí, pero solo los he saludado. Sé que si me uno a ellos, la oscuridad terminará con el futuro que he imaginado y no es lo que quiero.

Aunque intente divertirme no lo consigo, todos están hasta arriba de drogas y alcohol. Solo puedo observarles, y es curioso como cambia la percepción desde fuera. Pensé que los demás se acercaban a mí por lo divertido que era en ese estado, pero ahora me doy cuenta que ellos tenían la misma sensación de sí mismos.

Es complicado reconocer que una sustancia química puede controlar tu mente, lo que piensas, lo que haces... incluso lo que quieres.

Varias chicas se han insinuado, no necesito mucho para dar el paso, pero tener una relación sexual me llevaría a no poder parar y a terminar drogándome para sentir más, ya que eso es ser drogadicto, no existe mayor placer.

¡Esto es una mierda!

Unos gritos que vienen del interior de la casa, llaman mi atención. Deposito el vaso con cerveza en el suelo y me dirijo rumbo a lo único que me ha hecho levantar. Al entrar hay un círculo rodeando algo, veo a Bruce en una esquina bastante perjudicado, ¿Qué hace aquí?, recuerdo que le nombré lo de la fiesta, pero no era una invitación.

Compruebo que Bruce no es el origen de mi trayectoria hasta aquí, todos tiene la atención puesta en una chica con pantalones negros y sujetador, que baila alrededor de una silla. Contonea el cuerpo mientras muchos babean, el pelo suelto roza los hombros, siguiéndola en la danza. De pronto, la cara de la susodicha, hace que mis manos se vuelvan puños. ¿Quién la ha traído? es la primera pregunta que me hago, y con ella le siguen mil más, a cual más oscura. Me quito la chaqueta sin pensarlo, accedo al centro del círculo, dando codazos y empujones, agarro su mano pálida y la saco de ese trance lujurioso en el que estaba metida.

YUANFEN, MI SALVACIÓN Where stories live. Discover now