Estoy a punto de guardar mi teléfono, cuando la voz ronca y arrastrada de Harry llena mi audición.

—¿De quién huías? —pregunta.

Mi cara se alza de golpe solo para encontrarlo mirándome a través del espejo. Hay curiosidad en sus facciones.

—¿De qué hablas? —sueno más tímida de lo que espero.

—En el centro comercial —dice—. Huías de alguien. ¿De quién?

El calor invade mis mejillas y estoy casi segura de que me he ruborizado.

—No huía de nadie.

Una pequeña sonrisa torcida se dibuja en las comisuras de sus labios y mi vientre se aprieta.

—Te conozco lo suficiente como para saber que huías de alguien —suena entretenido—. Además, tenías esa expresión en tu rostro —dice y mi cabeza se inclina ligeramente, con curiosidad. Él parece percatarse de que no tengo idea de qué habla, ya que explica—: Cuando estás asustada, preocupada o molesta, se dibuja una arruga en tu frente. Justo aquí... —aparta una mano del volante y frota un punto arriba de sus cejas. Mi ceño se frunce un poco y su sonrisa se ensancha—: ¿Ves? —dice—. Ahí está el gesto de nuevo.

Una nueva oleada de vergüenza me golpea, así que desvío la mirada de la suya. Me siento torpe y pequeña y eso me incomoda.

—Fui al centro comercial con Jeremiah —admito, finalmente.

El silencio que le sigue a mis palabras, me hace alzar la vista para buscar su cara a través del espejo. Sus ojos color verde esmeralda se han fijado en un punto en la calle, y sus manos se aferran al volante. No estoy muy segura, pero creo que sus nudillos se han puesto blancos.

—Pasas mucho tiempo con ese tal Jeremiah —la afirmación suena venenosa e irritada, y mi corazón da un vuelco.

—Es un buen amigo —no quiero que suene a explicación, pero tampoco quiero que crea algo que en realidad no es, así que trato de elegir bien mis palabras.

Él hace una mueca desdeñosa, pero no despega la vista del local frente a nosotros.

—No es como si me importara —dice.

—Tú lo sacaste a relucir —las palabras salen de mi boca sin que pueda detenerlas, y me arrepiento en el momento en el que las pronuncio.

—Lo que tengas con ese tipo, me importa un poco menos que un kilo y medio de mierda, Maya —escupe, con una frialdad que me hiela el cuerpo entero.

Se siente como si me hubiesen abofeteado. Como si alguien hubiese hundido su puño en mi estómago con toda la intención de hacerme el mayor daño posible.

Quiero bajar del auto y salir huyendo, pero en su lugar, me limito a encogerme de hombros. No quiero hacerle saber que me hace daño. Si trato de marcharme, sabrá cuánto me han afectado sus palabras.

—Sería malo que te importara, de todos modos —digo. No pretendo sonar cruel, pero lo hago.

Harry abre la boca para decir algo, pero enmudece en el instante en el que Anne sale de la farmacia.

La mujer avanza hacia el auto a toda velocidad y trepa a él dando un portazo. Entonces, anuncia que ha conseguido lo que buscaba y nos ponemos en marcha de nuevo.

Harry no habla durante el trayecto a casa de su madre, pero ella ni siquiera parece percatarse de la pequeña riña que hemos tenido. Se ha dedicado a preguntar cosas acerca de mi vida, como mi edad, mi ocupación, mi nombre completo, mis gustos y disgustos... Parece estar empeñada en aprender absolutamente todo acerca de mí.

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