Capítulo 43

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—¿Puedes detenerte en una farmacia? —la voz de Anne irrumpe en el silencio en el que se ha sumido el vehículo de Harry.

A través del espejo retrovisor, soy capaz de ver cómo su ceño se frunce ligeramente.

—¿Te sientes mal? —pregunta él. No me pasa desapercibida la preocupación que se filtra en su voz.

Anne hace un gesto desdeñoso con una mano, para restarle importancia a su malestar.

—En realidad, solo es un dolor de cabeza. Nada que una aspirina no alivie —dice.

Harry no dice nada, pero la forma en la que sus hombros se cuadran, me hace saber que no está conforme con la respuesta recibida.

A pesar del tiempo que he pasado sin verlo, he podido darme cuenta de que no ha cambiado ni un poco. Sigue siendo el mismo chico que piensa más de lo que habla. A veces, me encantaría poder desvelar todos y cada uno de sus pensamientos. Quizás, si pudiese saber la mitad de lo que le pasa por la cabeza, podría entenderlo un poco mejor.

—Espero que a Maya no le moleste que me dejen a mi primero en casa —comenta la madre de Harry, y todo mi cuerpo se tensa en respuesta. Ella gira su cuerpo hacia el asiento trasero, justo donde me encuentro acomodada, y me mira con ojos adormilados—. Si no duermo ahora mismo, voy a caer desmayada.

Una sonrisa se dibuja en mis labios, pero mi corazón se detiene durante una fracción de segundo. De pronto, me siento incapaz de pronunciar palabra alguna.

Miro de reojo hacia el retrovisor, pero lo único que obtengo, es una vista de los ojos esmeralda de Harry. En ese preciso instante, echa un vistazo hacia atrás a través del espejo, y su mirada encuentra la mía durante una dolorosa fracción de segundo.

Cientos de emociones se arremolinan en mi pecho en ese momento, y me quedo sin aliento unos segundos. Mis manos empiezan a temblar, así que aprieto los puños para aminorar la sensación de inestabilidad que se ha apoderado de mí.

Trato de poner toda mi atención en Anne, pero sé que Harry está mirándome con atención.

—No hay ningún problema —tartamudeo, con un hilo de voz, mientras trato de seguir el hilo de la conversación.

Anne se limita a sonreír al escuchar mi respuesta y, entonces, se gira para quedar sentada de forma correcta.

Al cabo de unos minutos de camino en silencio, Harry aparca en el estacionamiento de una farmacia que abre las veinticuatro horas del día.

—No voy a tardarme más que unos minutos —dice, y se siente como si fuese Kim quien hablara. No sé si algún día yo tendré ese aire maternal que tienen ellas, pero me gustaría hacerlo. Me gustaría inspirar seguridad y cobijo, para así no ser más esta chica nerviosa que siempre he sido—. Ahora regreso.

Aprovecho esos instantes para sacar mi teléfono y revisar los mensajes que Jeremiah ha enviado. El último que recibí es de hace cinco minutos. Está preocupado. En todos los mensajes me pide que responda o que le haga saber que me encuentro bien.

Decido teclear una respuesta rápida, diciéndole que he llegado a casa con bien, que luego hablamos y que no debe preocuparse más por mí. Al cabo de unos minutos, recibo una respuesta de él, pidiéndome una disculpa por lo que dijo en la tienda.

El enojo que llegué a sentir hacia él se ha esfumado por completo, así que no puedo hacer otra cosa más que asegurarle que todo está bien entre nosotros y que mañana podremos hablar de lo que ocurrió con más calma. Él parece conforme con mi respuesta, ya que no trata de insistir en el tema. Se limita a despedirse de mí y desearme buenas noches.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora