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Xavier Black había tenido un cambio drástico en apenas la mitad de sus vacaciones: Había cumplido dieciséis años, celebrando su cumpleaños tres veces, una vez con Sirius en Grimmauld Place otra con sus amigos y la última con los Malfoy; había crecido un par de centímetros hasta el metro con ochenta y tres centímetros; y, claramente, había madurado y desarrollado las famosas habilidades de los Black's y su magia atractiva que hacía enloquecer a las chicas.

Y quizás había sido aquello lo que le orilló a despertar una mañana en la envuelto en las sábanas de la cama de Lea Rosier, junto a la chica que consideraba su mejor amiga, ambos recordando la noche con bastante lucidez que apenas pudieron verse a la cara antes de despedirse y prometer verse el uno de septiembre en el tren

El más joven de los Black se había sentido completamente avergonzado de mencionarle lo que había sucedido a su hermano mayor en busca de consejos y respuestas, pero aquello solo había sido una de las oportunidades donde logró forjar una relación más fuerte con Sirius, recibiendo sus consejos como si fuera una figura paterna para él.

Su relación no flaqueó luego de que Sirius permitiera que la honorable y ancestral casa de los Black tomara lugar como la sede de La Orden del Fénix, aunque claramente Xavier estuviera en contra de ello al considerar los riesgos que involucraba, más ahora que realmente Voldemort había regresado.

Sirius se había encargado de hacerle saber que Voldemort había regresado, y no pudo seguir fingiendo que Harry Potter mentía, y al mismo tiempo, el mayor de los Black le comunicaba todo lo que se hablaba en las reuniones de la Orden, claramente, en versiones resumidas, porque Xavier había declinado totalmente a la idea de unirse.

Solo quería vivir en la ingenuidad por un tiempo.

El chico Black se mantenía encerrado la mayoría del tiempo en su habitación, porque su adorada casa se había convertido rápidamente en un hotel y su molestia era algo que no trataba de ocultar a su hermano mayor. Podía soportar la presencia del profesor Lupin, la del profesor Moody y la de Nymphadora Tonks, además de algunos y otros aurores, porque sus visitas no eran permanentes; pero no podía negar que era sumamente incómodo e irritante ver casi diez cabezas pelirrojas, perteneciente a los Weasleys, pasearse por los pasillos de la casa Black casi como si fuera de ellos.

Y claro, la limpieza de la casa Black se había ido al demonio cuando el primer extraño pisó el lugar por órdenes del cuadro de su madre, y Xavier lamentó que todo el esfuerzo que había puesto en vacaciones anteriores junto a Kreacher, el elfo doméstico de los Blacks, se hubiese perdido por tonterías como esas.

Aunque la parte más difícil de todo había sido tener que verle el rostro a Hermione Granger luego de lo ocurrido el curso pasado, y aunque fingiera que había curado completamente, seguía esa espina clavada en su pecho, recordándole constantemente lo idiota que había sido al creer en ella.

Quizás, algún día le haría pagar por todos sus pecados.

[...]

La habitación de Xavier Black era la más grande que podrían encontrar dentro de la casa Black al ser el último heredero de aquella antigua familia, además de ser la mejor cuidada y protegida de las habitaciones en el lugar por órdenes de Walburga Black cuando estuvo en vida, y aún por órdenes de su cuadro, aparte de la habitación del difunto Regulus Black.

—Amo Xavier... Amo Xavier...

El mencionado despertó de golpe al oír una levemente chillona voz, además de sentir toques en su hombro. Su ceño se frunció un poco pero se relajó cuando se percató de la presencia de Kreacher, soltando un suave suspiro.

—Hola, Kreacher—Murmuró, con la voz ronca al estar recién despertando—. ¿Tienes noticias?

Xavier no sabía en qué momento se había dormido, pero se limitó a cerrar el libro de Artes Oscuras que reposaba abierto sobre su regazo, escondiéndolo bajo la almohada de su cama antes de levantarse, acomodando su cabello de manera vaga.

—Harry Potter ha llegado con los aurores hace unos minutos—Respondió el elfo—, la reunión de la Orden sigue en la cocina. No me han permitido prepararle su comida, Amo Xavier.

—No te preocupes, Kreacher—El chico le restó importancia al hecho, a pesar que sintiera su estómago rugir—. Debe terminar dentro de poco. Infórmame si te enteras de algo más.

El elfo asintió con su cabeza, antes de desaparecer de la habitación del más joven, dejándole en su soledad.

Podría haber seguido perdiendo el tiempo en las cuatro paredes de su habitación, pero sintió una dolorosa punzada atravesar su cráneo cuando unos gritos se oyeron en la casa Black. Xavier maldijo para sus adentros cuando a su madre se le ocurrió hechizar su habitación de forma permanente para que nadie oyera lo que sucedía dentro, pero no hechizarla para no escuchar lo que se oía fuera de ella; arrastrando sus pies fuera de su habitación y bajando las escaleras al segundo piso de la casa, en dirección a la fuente del ruido, que poco a poco, fue apaciguándose.

—De todos modos ¿Qué sitio es éste?

La para nada agradable voz de Harry Potter fue lo primero que oyó Xavier cuando abrió la puerta de la habitación de donde provenía el ruido, percatándose de la presencia del trío de oro completo dentro de ella, sonriendo con cierta molestia.

—La sede central de la Orden del Fénix—Le respondió Weasley.

—Más bien, es mi casa—Interrumpió Xavier, cruzándose de brazos—. Sirius ha decidido que sea una sede provisoria de la Orden por un tiempo. Pero sigue siendo mía, y por eso, te pido que controles tu voz si no quieres que mi madre te maldiga en todos los idiomas que domina.

—Gracias por tu aparición no deseada, Black—Escupió Ron, con evidente molestia. A Xavier le hizo algo de gracia—. ¿Por qué no te vas con tu estúpido elfo y el tonto cuadro de tu madre?

Xavier se había dado cuenta que Ron Weasley había adquirido cierto odio por él luego de lo ocurrido con Hermione durante el baile de navidad el curso pasado, y fue bastante fácil darse cuenta que era por los sentimientos que parecía tener el pelirrojo por su ex-novia, porque ni siquiera Harry Potter le odiaba tanto como aparentaba Weasley y como demostraba cada vez que se topaban frente a frente en la gran casa Black.

—Con tu asquerosa boca deberías agradecer que permito que te quedes aquí, porque, lamentablemente, tu familia no tiene la culpa de tener a un integrante tan insignificante como tu—Xavier sonrió con suficiencia—. Granger, Potter, controlen a su amiguito.

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