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—𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑖𝑠𝑒𝑖𝑠

𝐸𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑊𝑒𝑎𝑠𝑙𝑒𝑦. Pt2




Un muchacho de cabello rojizo doblaba el pergamino que tenía en la mano con mucha rápidez, sentía su corazón querer irse por su garganta hasta que pudiera vomitarlo, sudaba frio, como si estuviera haciendo ejercicio mientras nevaba, los labios fruncidos y las manos temblorinas, fuera de su habitación, al otro lado de la puerta. Estaba su madre gritando como histerica tratando de abrirla, había hecho un buen hechizo para que nadie entrará, ella, furiosa, trataba con todas sus fuerzas. El muchacho ató con un listón una carta a la pata de la lechuza familiar, le acarició el pico apenas con un dedo y le susurró "buen viaje, mi muchacho"

La puerta fue abierta con un estruendoso hechizo que lo hizo saltar del susto, su madre estaba hecha furia, su padre y su hermano mayor, Bill detrás de ella, el primogénito miraba la escena con miedo, trataba de sujetar a su madre, al igual que su padre, pero esta no daba su brazo a torcer, ni quería escuchar lo que fuera que le dijera él mayor de sus hijos, entro gritando con cólera, pero era una lastima, la lechuza ya había partido hace apenas unos segundos. La mujer vió esto y con su varita aún arriba, lanzó un hechizo al Ave, Percy gritó horrorizado al ver lo que su madre había hecho, pero aquella torpe lechuza que tenían resulto ser menos tonta de lo que creían, estando de espaldas y en pleno vuelo, logró esquivar el hechizo de la histerica mujer.

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Has visto lo que haz hecho, Mamá?! ¡¿Estas consciente?!—gritó con furia.

—¡Cierra la boca, Percy! ¡Solo cállate!—le gritó de vuelta.

—¡Estas loca! ¡Estas loca!—volvió a gritarle con rabia, tenía los ojos llorosos, miraba a la mujer con desprecio, ella lo abofeteó, callándolo por fin.

La habitación quedó en silencio.

—Era solo una regla, Percy... Solo una... ¡Y no pudiste cumplirla!—volvió a abofetearlo.

Sentía mucho enojó con su hijo, se sentía traicionado, como si no tuviera autoridad en aquella casa. En su propia casa y en su propia familia.

El muchacho ahora con la mejilla tan roja como el cabello de la familia, no dijo nada, su mirada estaba llena de odio y las lágrimas lo distraían, pocas veces en su vida había llorado, y sin duda esa ocasión sería una de las que nunca olvidaría, la mujer al ver la mirada del muchacho volvió a levantar la mano con intenciones de golpearlo nuevamente, pero Percy la detuvo, le tomo del brazo tan fuerte como pudo, sin importarle lastimar o no a la mujer, mujer que ya no veía como madre, tal vez por el enojó del momento, tal vez por todo lo que había hecho.

Tal vez por ser una mala mujer, una mala madre que desprecio a uno de sus hijos sin darle una oportunidad.

—Nunca más te atrevas a tocarme—dijo con seriedad. La mujer lo veía consternada, al igual que los otros dos integrantes de la familia.

La mujer trato de zafarse del agarre con enojo, le estaba apretando el brazo como si fuera un animal.

—¡Percy Ignatius Weasley! ¡Suelta a tu madre!

Ante el gritó de su padre, el muchacho soltó a la mujer, los miraba con odio, todo el rencor que alguna vez habia guardado, se estaba escapando. Se limpió las lágrimas y con un hechizo rápido, su ropa y pocas pertenencias fueron guardadas en una pequeña balija que tenía en aquella habitación donde había compartido alguna vez con sus hermanos, la tomó con una sola mano, su padre se acercó a él, halándolo.

—No te pensarás ir de casa ¿O sí? ¡Percy!

Su voz sonaba apagada y amargosa. El muchacho lo miró con coraje, antes de que pudiera responder, su madre volvió a gritar.

—¡Deja que se largue! ¡Es un mal agradecido!—habló furiosa y con lágrimas en los ojos.—¡Si eso es lo que quiere déjalo!

Si la cabeza de Percy le hubiera gritado que no lo hiciera, que pensará mejor, que se arrepintiera... Ese grito le había confirmado que debía largarse de ese manicomio que hacían llamar hogar. Entrecerro los ojos y miró a los mayores.

—Nunca antes había sentido tanto asco por el apellido, Weasley, como lo he hecho hoy, no es más que un patético y sucio apellido que no tiene valor, ojalá pronto me pueda liberar de la pesada carga de ser un asqueroso, Weasley—apretó la balija con fuerza y camino hasta la puerta de la habitación, donde estaba su hermano mayor con los ojos bien abiertos, una expresión de impresión, como si estuviera estático, los ojos rojos, amenazando con querer llorar, sus labios temblaban y estaban arrugados.

—Piensa en esto, y piensa en Ron.


Le dijo el menor, mirándolo de reojo, para caminar a paso rápido hasta la puerta de la casa y salir corriendo, no tenía un rumbo, no tenía a donde ir, tal vez el estúpido autobús noctámbulo llegaría, tal vez sí, tal vez no, pero lo que si sabe con firmeza es que en cuanto salió de esa casa, pudo respirar, dejando escapar la sensación de ahogo que había tenido desde hace días.

Su hermano mayor que se había quedado ahí se aguantó las ganas de llorar, le habían hecho perder a dos de sus hermanos, hermanos que él amaba con el alma, dos de sus hermanos menores, le dolía con el alma todo lo que pasaba, le dolía como su familia se iba desmoronando poco a poco, como un maldito accidente había provocado todo eso... Pero era cobarde, si se revelaba su madre lo obligaría a cortar todo lazo con la mujer que quería como esposa, y si seguía siendo cobarde no volvería a ver a sus hermanos nuevamente en mucho tiempo.

La cabeza le dolía y las lágrimas deslizándose sobre sus mejillas no le ayudaban a pensar claramente.



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Serpiente de antaño.Where stories live. Discover now