Capítulo 40

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Frieda y yo nos desvelamos hasta las cuatro de la mañana y me despedí de ella con lágrimas. Me dolía separarme, pero prometimos que nos reuniríamos en un par de semanas. Encontraría la forma de traer a su familia y yo de construir el memorial. El veintiocho de junio partí a la Estación del Norte y, por suerte, la ciudad estaba en calma. Garuaba y algunas luces de los apartamentos titilaban a diferencia de la estación, la cual resplandecía como el sol. Compré un billete de tren rumbo a Auberrac, el cual costó ciento cincuenta y cinco francos. Pensé que el precio sería más alto, pero guardé el resto para dárselos a mi abuela. No había respondido a mis cartas, así que le comentaría sobre mi docencia y el memorial al llegar.

El tren se encontraba vacío y dormí cerca de una hora hasta que nos detuvimos en el pueblo. Lo recordaba mucho más apagado, pero desde las cinco y media sus habitantes salían de sus casas rumbo al trabajo. Parecía que la cotidianidad antes de la guerra se recuperaba poco a poco. Necesitaba ver si Cholimar conservaba su melancolía o si había renacido de su miseria. Caminé cerca de dos horas deteniéndome para contemplar cada gorrión y riachuelo que cruzaba. La naturaleza me sonreía con los cantos de los búhos y la brisa matutina. París, la jungla de concreto, fue reemplazada por los campos de trigo y maíz de Francia central. Cholimar también me llenaba de nostalgia, y si bien había retomado ciertas actividades —como la venta de leña en masa para el invierno—, seguía muerta, en un estado de parálisis perpetua. El memorial daría vida a la aldea. Lo presentía, por más triste que el recuerdo de los muertos significara.

Deambulé por las calles hasta llegar a la calle Pétain. La recorrí hasta encontrar la casa de mi abuela. Emocionado, toqué dos veces y esperé la respuesta de mi familia. Cinco segundos después abrió la puerta y la abracé con todo el amor que acumulaba desde hacía casi un año. Mi abuela me recibió con lágrimas en su rostro, sorprendida por verme sin ningún aviso. Tartamudeó lo feliz que estaba de verme y la acompañé en su llanto. Entré con ella y me senté en el sillón de mi abuelo mientras ella me preparaba una taza de manzanilla. Me calmaba volver a casa, sobre todo cuando vi mi reflejo en las fotos familiares de mis padres. Veía a un nuevo hombre, uno que había ganado sus ganas de vivir como el niño que había sido antes de la guerra.

Bebí el té con mi abuela y preparó sus galletas. El olor azucarado me hizo recobrar el sueño que había perdido hoy. Me preguntó desde cuándo había planeado verme, ya que había recibido mi carta hacía apenas unas horas. Indagó en mi amistad con Frieda y pensó que se había terminado al encontrarme solo. Negué y le expliqué su situación al igual que las circunstancias de las guerras del Este. Se horrorizó por el peligro que la familia de Frieda corría. «¡Pobre chica! Espero que todo salga bien.» Le prometí Frieda se encargaría de resolverlo, pero que ahora necesitaba de su ayuda para construir el memorial. Al igual que yo, veía difícil su construcción sin ningún tipo de apoyo técnico o información de antemano.

—¿De dónde sacaste la idea, René? Esto es algo que Yevgeny haría —dijo.

Asentí y le recordé que siempre había poseído un alma de artista. «La escultura también es un arte.» Sonrió, pero volvimos a la realidad cuando pensamos en los recursos necesarios para construir el memorial. Mi abuela revisó los periódicos que guardaba para el fuego de la chimenea y solo encontró alabanzas sobre el esfuerzo de otros pueblos al acabar con sus estatuas. Le dije que Frieda nos enviaría una carta al respecto y que aprovecharíamos las semanas para reunir la suma de dinero. «Pongamos una cifra alta: cinco mil francos. Así, si fallamos, tendremos más que suficiente, o eso espero.» Mi abuela me aconsejó hablar con el nuevo alcalde de Cholimar para organizar a los pueblerinos. Tenía una mala impresión de nuestro último alcalde, así que preferí pedirle a mi abuela que me acompañara a la municipalidad. Estuvo encantada y ambos salimos rumbo a la avenida Saint-Étienne.

La guerra que nos pondrá finHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin