Capítulo 2

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-Les digo la verdad. Ese profesor es extraño -comenté-. Dijo que sabía sobre papá.

-¿No se estará confundiendo? -inquiere Dylan.

-No, me dijo sus nombres -volé frente a él deteniendolo-. Él sabe algo, conoce a nuestra especie.

Sarah y Dylan se miran un momento antes de que mi hermano mayor suspirara y me pasara por encima.

-Vamos a casa -dice finalmente.

-¿No me crees? -pregunté siguiéndolo- ¿No quieren saber sobre nuestra especie? ¿Dónde están o cómo son todos?

-¿Por qué insistes con el tema? -pregunta Sarah.

-Solo quiero conocer a más como yo. ¿Se imaginan? Vivir entre ellos, sin tener que esconder mis alas. Volar con ellos sin preocuparme porque los humanos me vean.

Rodé los ojos pensando en todos los límites que vivir entre los humanos me daba. Odiaba esconder mis alas, aún no lo entiendo, sé que debemos escondernos pero no quiero hacerlo ya más.

-¿Por qué debemos ir a una escuela para humanos y no para cuervos? -bufé.

-Quizás porque no todos somos cuervos. -Sarah murmura sin mirarme.

-Sarah...

Los tres bajamos al haber llegado a casa, Dylan la deja en el suelo y ella se acerca a mí de brazos cruzados.

-¿Cuál es tu problema con los humanos, Jayd? ¿Por qué los odias tanto?

-No los odio, solo... No son como yo y no me gusta esconder lo que amo por ellos.

-Lo entiendo, amas volar y que no puedas hacerlo libremente debe ser molesto. Pero también es molesto escucharte quejarte todo el día por lo mismo -resopló- ¿Quieres a más como tú? Papá y Dylan pueden volar contigo, pero tú eliges no hacerlo.

-No es lo mismo -aparté la mirada.

-¿En qué? Los tres son cuervos, tienen sus maravillosas alas y pueden irse a volar juntos cuando quieran.

-Realmente no lo entiendes, Sarah -negué con la cabeza-. Si tuvieras alas lo harías.

-Jayd. -miré a Dylan en cuanto me habló con advertencia, fue cuando me di cuenta de que la había cagado.

Miré a Sarah que se mantenía con la mirada en el suelo y tocando su hombro, pensando nuevamente en que no pudo tener sus alas... Mierda. ¿Por qué tuve que decir eso?

-Oye, Sarah... -intenté disculparme pero me detuve al verla apretar sus manos y dientes.

-¿Por qué siempre tienes que recordarmelo? Da igual, supongo que yo me lo busqué -suspiró-. Está bien, Jayd, haz lo que quieras. No me importa.

Ella se dio vuelta y se alejó a paso rápido sin siquiera saludar a nuestros padres cuando aparecieron fuera de casa. Ambos la miraron confundidos y luego fijaron su vista en mí por explicaciones. Dylan apoya su mano en mi hombro con un poco de fuerza bruta.

-Bien hecho, idiota.

-¡Déjame en paz! -espeté molesto.

-Jayd -papá me advierte con la mirada y yo chasqueé la lengua.

¿Por qué siempre es a mí a quien advierten?
Me alejé de Dylan y entré a la casa pasando por en medio de mis padres, fui a mi habitación y me encerré allí. No pasaron ni dos minutos cuando papá tocó la puerta y entró.

-Papá, ahora...

-Ahora es el momento de que me digas qué ocurrió -se cruzó de brazos-. De nuevo tu hermana está llorando por sus alas, ¿por qué?

EL REGRESOWhere stories live. Discover now