Capítulo 35

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Recibí un golpe en el rostro y luego sentí a alguien jalando mis alas y rasgulando la unión con mi espalda. Solté un quejido pero entonces escuché una ventana rompiéndose y el grito de Nilsa, un esbirro la jala intentando llevársela.

-¡No! -golpeé a los esbirros a mi alrededor para luego soltar el fierro que tenía y sujetar a Nilsa por el tobillo aunque el esbirro la estiraba con fuerza.

Apreté los dientes por la fuerza que estaba intentando mantener para que no se la llevara mientras los esbirros me rasguñaban y golpeaban. Uno de ellos agarra el fierro y me da un golpe en el estómago logrando sacarme el aire y hacerme arrodillar tosiendo. Aún así no la solté y me mantuve inmóvil.

-¿Qué harás ahora... Jayd? -Ambrose se acerca a mí con la espada en manos y amenaza mi cuello.

La fuerza del esbirro que sostenía a Nilsa era demasiada, apenas podía sostener a Nilsa e impedir que se la llevara. Ella me mira preocupada y asustada, miró al esbirro e intentó forcejear para que la soltara pero este gruñe como un animal y le da un golpe en el rostro que la hizo escupir algo de sangre.

-¡Nilsa! -consiguió moverme cuando me sobresalté por el golpe que le dio, pero enseguida volví a aguantar-. Bastardo... -maldecí entre dientes.

-Esto te dolerá -comenta Ambrose y aprieta la espada contra mi piel haciendo que soltara un quejido de dolor.

Apreté los dientes, solté una mano para agarrarlo a él pero casi me arrastró hacia adelante por lo que volví a sujetar a Nilsa.

-¡Jayd, suéltame! -exclama ella.

-Claro que no -la miré preocupado.

Ella me mira igual y luego al demonio que la sujetaba. Vuelve su mirada hacia mí y suspira pesadamente.

-Lo siento...

Con su pie libre patea mis brazos, además de a Ambrose, con fuerza; no me lo esperaba así que la solté sin siquiera quererlo, cayendo hacia atrás por inercia. Ella sale bruscamente por la ventana y el esbirro la suelta, la escuché gritar por el miedo de caer por el acantilado.

-¡Nilsa!

Me levanté, pero solo pude dar dos pasos cuando Ambrose atrapa mi pie y me clava la espada en la pantorrilla haciéndome soltar un grito de dolor. Caí arrodillado pero sujeté su mano con fuerza, lo atraje hasta mí y le di un gran golpe en el rostro que lo hizo soltarme, agarré la espada y la arranqué aunque me doliera.

Ambrose va contra mí de nuevo pero lo agarré por el cuello y le enterré la espada en el pecho, escupió un líquido negro asqueroso. Arranqué la espada y cuando cayó corté su cabeza consiguiendo que se desintegrara por completo. Dejé caer la espada y caí arrodillado sin fuerzas, mi cuerpo estaba golpeado, cortado y adolorido. Miré por la ventana y aguantando todo el dolor que pude salí volando por esta para buscar a Nilsa.

Noté que al final del acantilado había un río caudaloso lo que me hizo pensar que posiblemente... no estaba muerta. Pero prefería no pensar en eso, bajé y miré por todos lados por si la veía.

-¡Huh! -la vi siendo aún arrastrada por la corriente, pero el problema era la cercanía con una cascada.

Volé tan rápido que pude sentir como mis alas quemaban por el esfuerzo, dolía y más por los rasguños en la unión con mi espalda. Abrí los ojos de par en par cuando vi que cayó por la cascada, bajé junto a ella en picada, sentía como si mis alas fueran fueran a salirse si seguía así. Extendí la mano y la atrapé justo a tiempo cuando ambos nos hundimos en el agua. La fuerza con la que entré me hizo desorientarme por un instante y la solté, me recompuse tan rápido como pude y miré por todos lados.

Ella comenzaba a hundirse cada vez más por el peso de las cadenas que aún tenía. Nadé hasta ella y volví a sujetarla rodeando su cintura y volviendo a la superficie, faltaba poco pero apenas podía mantener la respiración. Soporté como mis pulmones dolían por aguantar tanto y al salir tomé una gran bocanada de aire y nadé hasta la orilla.

-Nilsa... -la miré agitado, ella no reaccionaba-. Nilsa, por favor... -empecé a presionar sobre su pecho y a pasarle aire por la boca-. Por favor... no me dejes...

Tenía tanto miedo... no quería que me dejara así, aún no le había dicho que me gusta, no le he dicho cuánto me encanta tenerla cerca y como me tranquiliza cuando hablamos. Aún no le he dicho que estoy enamorado de ella ni cuanto... la amo.

Podía escuchar aleteos acercarse y pasos, pero decidí ignorarlo y tratar de hacer algo por ella, era lo único que me importaba ahora.

-No me hagas esto... no ahora... podía sentir mis ojos cristalizarse y ardiendo.

Mis alas estaban decaídas y mis esperanzas desaparecían por cada segundo que pasaba y ella no despertaba. Pegué mi oreja a su pecho para escuchar sus latidos pero eran tan lentos y débiles... se detuvo por unos segundos y eso me asustó más.

-No... -mi voz salió llorosa-. No, no, no... -seguí presionando en su pecho pero no reaccionaba-. Tienes que despertar, vamos.

Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas, una tras otra, sin detenerse.

-Despierta, por favor... -dejé de presionar contra su pecho-. Despierta...

Me sentí derrotado, miré mis manos temblorosas a las que le cayeron unas cuantas lágrimas. Pasé mi brazo por debajo de su nuca, abrazándola por los hombros y luego la otra, sin importarme las quemaduras que me ocasionaba tocar las cadenas. Ya ningún dolor se comparaba con este nuevo que comenzaba sentir.

Un dolor que desgarraba mi corazón.

Pegué mi frente en su pecho y dejé escapar el llanto atorado. Sollocé como nunca antes lo había hecho, apreté los dientes y traté de no pensar en el dolor, pero era imposible.

-Nilsa, por favor... Te necesito.

Podrían matarme ahora mismo pero no me importaría... prefería seguirla a donde sea que vaya que quedarme estancado aquí, sin ella.

EL REGRESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora