EPÍLOGO

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-¡Al fin, hombre! -exclama Ben al verme bajar con Nilsa a mi lado. Me acerqué riendo a ellos.

-Lo siento pero no podía con semejante mujer -le guiñé el ojo a Nilsa quien se sonroja-. Algún día lo entenderás.

-Sí, lo entiendo, pero una cosa es esperar y otra es estar en la acción -bufó antes de mirarnos con picardía- ¿Han pensado en hacer un trí...?

-No tocarás a mi novia, Ben -bramé escondiendo a Nilsa en mis alas-. Ni lo pienses.

Ben rueda los ojos y se cruza de brazos mientras bufa resignado, Lionel solo ríe en silencio, burlándose de él.

-Bien, tenía que intentarlo.

-Dios... ¿Cómo es que tu clan sigue en pie? -murmuré.

-¡Hey! Soy un buen líder -se defiende.

-Pareces más un niño.

-Ya, chicos -Lionel interviene-. Mejor vamos.

Asentí estando de acuerdo y Ben igual. Me di vuelta para despedirme de Nilsa con un beso en los labios y luego alcé vuelo junto a mis amigos hasta alejarnos.

-¿A dónde vamos? -pregunté.

-¿Podemos ir a algún antro en la ciudad humana? -pregunta Ben.

-¿Un antro? ¿De día? -cuestioné. Él se encoge de hombros.

-Mejor vamos a otro lado, ya veremos a dónde -responde Lionel.

Resoplé volviendo a asentir con la cabeza. Los tres nos fuimos a pasear por el bosque mientras discutíamos que hacer, pronto nos decidimos en diferentes actividades además de quedarnos charlando de distintos temas, principalmente cómo podríamos renovar nuestros clanes. Pero no nos dimos cuenta del paso del tiempo hasta que se estaba haciendo tarde, notamos que el sol comenzaba a esconderse en el horizonte y fue cuando decidimos regresar a nuestros hogares.

Lo único que quería ahora era pasar tiempo con Nilsa y dormir a su lado como todas las noches. Entré a casa y vi todas las luces encendidas, así que supuse que estaría despierta.

-¿Nilsa? -la llamé al entrar y no verla en la sala.

-En la cocina -respondió.

Fui allí con una sonrisa y la encontré sentada en la isleta, con un pote grande de helado en manos.

-Eso es mucho helado -comenté acercándome y besando su sien- ¿Planeas invitarme un poco?

Ella mira su helado con lástima pero con un gran suspiro carga la cuchara y me la da en la boca. Sonreí y disfruté del sabor pero me di cuenta de su mirada perdida que intentaba disimular cuando reaccionaba.

-¿Pasa algo? -inquirí frunciendo el ceño.

-No, nada -respondió volviendo la mirada a su helado y tomando otra cucharada.

-Ahá... -murmuré sin creerme eso.

Me acerqué a la heladera para sacar una botella de agua pero la miré notando como tomaba de su helado con un estado de ánimo más deprimido. Bebí del agua antes de acercarme a ella y apoyar mis manos a sus lados en la encimera.

-Nilsa, ¿qué ocurre? -pregunté más insistente. Ella no quiso hablar, ni mirarme, así que levanté su mirada sujetando su barbilla con delicadeza.

-Nada, en serio... -trató de mirar a otro lado-. Solo que... estoy en mis días y sobrepensé demasiado en cosas que ya no valen la pena pensar.

-¿Cómo qué? -negué con la cabeza-. No, aguarda. Haremos esto mejor.

-¿Huh?

Sonreí antes de cargarla en brazos por sorpresa, ella se sobresaltó y se aferró de su helado para que no se cayera al suelo. La llevé al sofá, dejándola allí con cuidado y cubrirla con la manta que teníamos aquí. Besé su frente y fui a cargar aquella bolsa de agua caliente para luego dejársela a ella y sentarme a su lado. Nilsa suspira con una expresión aliviada pero aún desanimada por sus pensamientos.

EL REGRESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora