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—No puedo creer que valla a hacer esto.

—Venga ya, relájate— digo mientras río nerviosa y sostengo la puerta del salón sin animarme a abrirla.

—No puedo creer que me hayas convencido— Kyoto me agarra de la muñeca y me jala hacia atrás— Nos vamos de aquí.

— Que no— repito por tercera vez— Ya pagamos la primera clase. Nos quedamos.

—Dios mío, me caías mejor cuando no hablabas.

—Solo quiero aprender algo nuevo.

—Pues hazlo sola. No me arrastres a tus cosas.

— Si fuese una clase de rock metal te metías al instante a mover el cuello como demente— digo y ella resopla— si fuera el caso entraría sin pensarlo dos veces.

— Odias mi música— me dice bufando.

— Pero lo haría por ti.

—Manipuladora— me susurra estrechando sus ojos hacia mi y abriendo la puerta del salón.

Dentro hay menos personas de las que imaginaba y esto hace que mis nervios vuelvan a aparecer, somos cinco en total, solo cinco.

— ¿Te has acobardado a última hora eh?

— Está casi vacío— murmuro al mismo tiempo que sonrío a las tres personas sentadas en el suelo.

—Pues es obvio que es más rentable verse un video gratis en YouTube.  Ahorra tiempo y dinero.

—Hola chicas— les saluda Kyoto y yo lo hago con una mano sin atreverme a más.

Tuerzo los ojos hacia ella por su mal humor mañanero y mi móvil vibra en mi bolsillo.

JAMES: ¿Tienes tiempo?

El sonajero de la puerta de entrada me hace desviar la atención a la persona que se acerca.

—Buenos días— las chicas del rincón se ponen de pie cotilleando.

Yo: En clases. Hablamos al rato.

Apago el móvil y dejo ir mi aire contenido.

—Mi nombre es Elena y como deben imaginar soy su instructora de twerking— Kyoto chasquea la lengua y me muero de la vergüenza en el sitio— como somos pocas esta semana vamos a presentarnos una a una, ¿vale?

—Marianne— dice en tono elevado y enérgico la chica de pelo naranja.

—Elloisse— la de pelo castaño.

—Carla— el chico trans.

—Allyson— sonrío.

Llega el turno de Kyoto y ella parece estar en la nubes.

—Venga ya, te toca.

—Ehm, Gisele, me llamo Gisele.

—¿Qué haces?— no puedo evitar preguntar confundida a modo de susurro.

— ¿Gisele?— la instructora replica— No creo que estés en la lista.

Tuerzo los ojos por la maldita manía de Kyoto de sabotearlo todo.

— Déjame chequear y ahora vuelvo.

—Te he inscrito con tu nombre así que para el chiste ya— digo enfadada.

— Perdón, perdón— dice ocultando su risa caminando detrás de la instructora — mi amiga me acaba de decir que me  inscribió con mi primer nombre. Kyoto.

—Oh, vale ese nombre sí que está. Empecemos.


***


¿Lugar favorito?

—El mar— respondo al instante— y los brazos de mi mamá— acentúo.

— ¿El tuyo?

— Un buen libro—James se encoge de hombros— supongo.

—¿Tu sueño?— pregunto.

—Sueño como tal a largo plazo— finge pensar— no lo sé, ¿temporal? Que no se te borre esa sonrisa nunca de la cara.

Sin poder evitarlo llevo mi mano a mi boca y mi sonrisa se hace un más grande. Casi quiero colgar la video y ahorrarme el momento vergonzoso de este sonrojo pero intento relajarme.

—Gracias.

— ¿Por qué?— me sonríe acercando su rostro aún más a la cámara.

— Por hacerme sentir así— señalo mi sonrisa.

—Siempre a la orden.

¿Has hecho click alguna vez con alguien?, si te ha pasado me vas a entender muy fácil, James y yo tuvimos una conversación bastante extensa de una hora y algunos minutos y no duró más por la insistencia de las llamadas de Annie.

Conversamos sobre su vida en Brasil, sobre cómo decidió venir acá a Estocolmo, me habló un poco de su familia, yo le hablé un poco sobre mamá y cuánto la quiero, pero nada más allá, hubo un momento en que la conversación iba a tomar un rumbo interesante y fue cuando comenzó Ann con su insistencia y a trabarme la llamada.

Quedaron dos puntos bastante claros...

1. Ambos estamos solteritos.
2. Ambos abiertos a cualquier posibilidad.

Me gusta que esos puntos hayan quedado claros y aunque me hubiese gustado seguir conversando, las amigas siempre están primero, al menos para mí.

Pincho contestar en la videollamada entrante y al momento veo la cara de Annie sonriendo.

—Cuenta, cuenta.

—Si es que me has interrumpido, a caso me quieres soltera para toda la vida—allá vamos, una cara nueva se ha sumado a la videollamada.

—¿Algo que contar, Allyson?—pregunta Ellie.

— Déjenme respirar— digo riendo.

Oh espera, la que faltaba acaba de llegar.

—No me digan que llego tarde al chisme— dice Ki, trae un gorrito tierno con orejas de gato.

—Bueno, ya veo que son tan amables o tan chismosas de ahorrarme contar la historia tres veces.

—Sabes lo que es dos años conociendo al brasileño y llega esta arpía que ni habla mueve el culo en una fiesta y lo enamora, eres grande.

—No seas grosera, Kyoto— la reprimo— ¿No vienes a dormir hoy?— miro su lado de la habitación vacío.

—No, estoy estudiando— hace comillas en el aire— con unos amigos. No te folles al brasileño en mi cama. Ni te atrevas.

—Eres una jodida grosera que lo sepas. Voy a colgar cotillas— aviso.

—¿Qué? ¿Por qué? Cuéntanos cómo fue tu primera vez haciendo el amor por teléfono?

Groseras. Groseras hasta la muerte son.

—Tengo que madrugar así que déjenme en paz.

— Madrugar tú, mentirosa— dice Elli riendo. Me conoce y sabe perfectamente cuando lo odio.

—Mañana tengo una cita— digo rápidamente— para que sepan, voy a apagar el móvil.

Cuelgo rápidamente la llamada porque sé que acabo de poner una bomba y no quiero verla explotar, necesito descansar y verme radiante mañana aunque sea una simple salida que no sabría cómo catalogar. ¿Amigos? ¿Aspirantes a más? Solo sé que por primera vez en mucho tiempo me siento viva y nerviosa de una forma positiva.

No más pensamientos negativos. No más actitudes de mierda.
No más pasado jodiendo mi presente.
Solo necesito estar en paz y sonreír como lo estoy haciendo justo ahora.

Merezco esto. Merezco comenzar de nuevo.

Only in your dreamsWhere stories live. Discover now