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"El olvido es como una herida. La herida puede sanar, pero ya ha dejado una cicatriz."
➳ Grace Field House, un maravilloso orfanato, cálido y repleto de sonrisas bajo el control de una amable y querida cuidadora.
Sin embargo, secret...
El día había amanecido con un aire frío y nublado, copos de nieve cayendo lentamente desde el cielo, cubriendo el suelo con un manto blanco y puro que transformaba Grace Field House en una escena de ensueño.
El viento soplaba suavemente, provocando que los pequeños cristales de nieve volaran en el aire, creando unos árboles cubiertos de nieve, sus ramas pesadas y dobladas bajo el peso de los copos.
El sonido de los copos colisionando con las ventanas era el único audible en el interior del hogar, donde se encontraba cierto albino descansando en cama.
"Te resfriaste otra vez, no más peleas de nieve." Habló una voz femenina, Isabella, mientras contemplaba como la fiebre del pequeño aumentaba considerablemente.
"Está bien." Murmuró tras leves tosidos Norman, cerrando sus ojos mientras sentía un frío y mojado pañuelo posicionarse en su frente.
Y tras dicha acción, la adulta abandonó el lugar, dejando a un solitario y silencioso albino sometiéndose en sus propios pensamientos.
Sin embargo, cierto movimiento tras su cama llamó su atención.
Se trataba de un mechón anaranjado, asomándose tras el edredón antes de que cierta niña apareciera con entusiasmo.
"¡¡Hey!!" Exclamó una pequeña Emma, saliendo de su escondite mientras se lanzaba en dirección al albino, quien sorprendido trató de esconderse de inmediato.
"¿Emma?" Tartamudeó Norman alejando su rostro de la contraria, contemplando a la mencionada de reojo.
"¡Vine a jugar!" Habló una entusiasmada Emma, sonriendo ampliamente ante su amigo albino.
"¿Por qué? No puedes entrar aquí." Dijo el niño preocupado de contagiar a la de cabello anaranjado, escondiendo parte de su rostro bajo el edredón.
"Es qué siempre que te enfermas te quedas aquí solo, ¡eso es muy triste!" Respondió con su característica sonrisa la pequeña, causando que un ligero rubor apareciera en las mejillas del contrario.
"Yo hablaré por ti, pero hablemos." Indicó Emma sentándose sobre una silla frente al niño, quien continuaba contemplando sorprendido a la contraria.
"Pero, te contagiaré la enfermedad..." Musitó apenado Norman, posicionando su mano sobre su boca con tal de no soltar gérmenes al hablar.
"¡Yo no me resfrío!" Exclamó junto a una determinada mirada la de cabello anaranjado, siendo interrumpida por una tercera voz apareciendo en la escena.
