JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA

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Ellos seguían atendiéndola, lo último que escuché es que decían que debían moverse rápido para evitar una Hipoxia cerebral, y yo no podía moverme, el enfermero estaba inmovilizándome, como si pensara que podía intervenir poniendo en riesgo a Sophia. Ni siquiera ejercí presión, solo vi la forma en la que la atendían moviéndose rápido sobre su cuerpo, hasta que llegamos afuera del hospital y había una comitiva de más de ocho doctores y enfermeros. Todos estaban esperando a Sophia y para que algo así ocurra debe ser grave. No te atienden ocho doctores así de la nada. Era demasiado movimiento de gente, algo no estaba bien.

Grité hacia ellos, les pregunté qué carajos estaba pasando, pero solo obtuve silencio.

—¿Yo le hice daño? ¡¿Hice mal el procedimiento?! —pregunté alzando la voz, porque había empeorado en la ambulancia. Algo había sucedido.

¿Yo lo había arruinado? ¿Había sido capaz de hacerle algo malo a Sophi en mi intento de ayudarla?

Quizá en medio de mi desesperación había clavado la aguja donde no era, era mi culpa, yo...

—Lo hiciste bien —El doctor me sujetó por los hombros—: Le salvaste la vida al hacerle la descompresión. Acertaste en el diagnóstico y actuaste rápido en medio de la crisis, pero... debemos sacarla del peligro.

Intenté pasar hacia donde se la habían llevado, pero no me dejaron. Dejé de pensar con claridad y lo único que tenía era una maleta que no había servido de nada porque tampoco había podido salvarla. La pateé con fuerza una y otra vez al tiempo que gritaba y el de seguridad trató de agarrarme, pero no pudo conmigo.

Fui hacia el piso y saqué todos los insumos médicos que estaban dentro de la maleta esparciéndolos por el aire. Rompí y lancé todo lo que había adentro para luego golpear la pared buscando alivio en mi sangre, en mis nudillos, en mis golpes que lejos de aliviarme me recordaban que no estaba soñando.

Era real y no sé por cuánto tiempo estuve en crisis, pero trataron de ponerme un calmante y los empujé. Maldije por primera vez en mi vida a esos enfermeros. Grité el nombre de Sophia, hasta que por la entrada principal entró Ksenya.

Ella corrió hacia mí y cuando iba a acercarse, cuando iba a abrazarme... un montón de cámaras se atravesaron entre ella y yo, periodistas y canales de televisión buscaban la noticia irrumpiendo en la clínica sin pensar en nuestro dolor.

Me estaba costando respirar, estaba sufriendo un ataque de pánico, mi pecho no lograba mandar las señales, no estaba respirando cuando me concentré en ella rompiendo todo a su paso. Arrancó la primera cámara y la lanzó al piso para luego patearla y arremeter contra el siguiente periodista. Ella estaba fuera de sí, golpeándolos, lanzándole sus cámaras mientras los maldecía.

Ulises trató de detenerla y ella gruñó como un animal desesperado, uno que exponen en un circo para el entretenimiento de otros. Ksenya rompió la siguiente cámara en medio de un chillido y la seguridad interna de la clínica desalojó a los periodistas y a todos los que estaban viendo el show sin entender que se trataba de una vida. La observé cogiendo la cámara del piso, una que los periodistas no lograron llevarse, y una vez en sus manos, la estampó contra la pared.

No era justo. No podía sucederle eso al ser humano más bueno del mundo.

No podían llevarse su corazón de universo.
No podían.

Estábamos tan dañadas que ni siquiera nos abrazamos. No dijimos ni una palabra porque nada de lo que dijéramos serviría de algo. Ninguna quiso fingir un "estará bien", al contrario, fue ella quien logró obtener información sobre Sophia, y como sí eran familia gracias a la adopción, entonces le dijeron todo.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now