Julie Dash - Presente

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Ha pasado ya un tiempo desde que Ksenya tomó la decisión de dejar a Sophia en coma. Su madre tenía la tutela y no aceptó ninguna regulación. Peleó con ella, se enfrentó a doctores, y logró que su madre cambiara de idea. No fue fácil, pero no aceptó las pocas posibilidades de las que los médicos hablaban y se abrazó a una esperanza.

Me vio gritándole a mi madre que no la desconectaran. Que los milagros médicos existían. Que un 10% aunque pareciera nulo, era importante. Que valía la pena dejarla luchar. Vio cuando Chiara y mis padres me dieron la espalda y se puso frente a mí para decirme:

—No vamos a ser débiles. No vamos a defraudarla. Ella ha luchado tanto, que no vamos a privarla de su última batalla. Y si muere, si finalmente su alma se va, ambas sabremos que fue porque Sophia así lo quiso, y no porque le arrebataron la posibilidad y menos ahora... ¡menos ahora, maldita sea! Cuando por fin estaba disfrutando de estar viva.

—Sabes que es poco probable que despierte.

—¡No te derrumbes, Julie! —Ksenya me sostuvo por los hombros—. Precisamente es a ti a quien necesito conmigo en esto.

Y eso fue lo que hice: traté de ser fuerte.

La tarde en la que se decidiría todo, mi madre bajó del ascensor y nos encontró a ambas hablando en el pasillo y avanzó hacia mí. Por su mirada sabía que no traía buenas noticias. Fue la misma mirada que usó conmigo cuando murió mi abuela. La misma mirada que estaba destrozándome el corazón.

—No es fácil lo que vengo a decirte, pero las dos sabemos que en estos casos lo mejor que podemos hacer es encontrar la resignación.

—¡No vamos a desconectarla! Si Sophia muere una parte de mí morirá con ella. No volveré a estudiar para salvar vidas cuando no me dejaste salvarla a ella.

—Ella pagó tu universidad —soltó mi madre—. Cuando yo le dije que no era necesario, Sophia me envió un email y lo imprimí para ti porque justo en este momento te hace falta leerlo. Entra en esa habitación y lee sus letras, lee todo lo que me dijo sobre ti mientras te despides de ella.

—Voy a entrar y voy a leerlas en voz alta para que mi voz llegue hacia ella. Voy a hablarle y voy a estar luchando, porque esta lucha no es solo de Sophia, sino también de las personas que la aman y tú misma sabes que existen los milagros y también sabes que tiene un 10% y que eso es una esperanza. Así que no vuelvas a repetirme lo que debo hacer, porque sencillamente no lo haré. Por esta vez no haré lo que me ordenas, madre —alcé la voz y sentí la mano de Ksenya apretando mi hombro motivándome a que me calmara, pero también diciéndome, sin palabras, que estaba haciendo lo correcto.

Recibí las hojas impresas del e-mail y entré directo a la habitación donde yacía el cuerpo de Sophia. Lo leí en voz alta esperando que mi voz la hiciera reaccionar y con todo el dolor de mi alma me apegué a una esperanza, me apegué a un mínimo % y agradecí no estar sola. Agradecí tener a alguien con las mismas ganas de luchar por mantener en la tierra la vida de Sophia Pierce. 

—Voy a estar contigo todos los días que sean necesarios, mi amor. Imagina que solo es uno de esos sueños, una jodida pesadilla en la que la vida continúa sin ti. En la que tú no existes, pero al final... escucha mi voz. Sigo aquí. Conéctate con mi alma. No te vayas a un universo sin nosotros. Sin mí. Sin la familia que vamos a construir juntas. Por favor. No me abandones. 

Me quedé con ella.

Lloré.

Lloré como nunca lo había hecho en mi vida, pero mi voz siguió allí. Leí el e-mail que le mandó a mi madre y descubrí que fue ella quien me pagó la universidad. Reviví momentos del pasado, como cuando alquiló una furgoneta y me llevó a mí y a sus hermanos a un viaje en el que los sueños eran plausibles, en el que la tristeza no pesaba, en el que me hizo muchas sorpresas y me enamoró cada segundo más (como si eso fuera posible). Le hablé de nosotras, de lo que nos faltaba por vivir. Le hablé de sus hijos, de los que todavía no habían nacido.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now