Nunca más voy a sentirme sola

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Me extendió su mano en la parte final y lo habíamos hecho. Habíamos conseguido llegar a la meta de nuestro viaje, pero sabía que no hubiese sido posible sin ella. Sabía que sin su paciencia, sin sus cuidados, sin sus palabras de aliento y esa energía única capaz de reconfortar a un ejército, pero con dificultades para manejar cada uno de sus pensamientos no lo hubiera logrado, o tal vez sí, pero no hubiese sido igual.

Ella como todos, tenía errores. Podía guindarse a una promesa. Podía pelear contra lo que no le parecía justo, podía llegar a abandonar sus sueños, o no ser aplicada en la escuela. Era posible que le dieran igual los planes a futuro, o estar viva o muerta, pero la gente que se cruzaba con su presencia nunca más volvía a ser igual. Y todo lo que antes me parecía ridículo, comenzó a tener sentido al escucharlo de su boca. Con ella conocí el amor; y por ella, me enamoré de la vida.

Lo primero que vi después de dar el último paso que me llevó a estar a 2810 metros sobre el nivel del mar, en el punto más alto de cadenas de mesetas en América del Sur, no fue nuestro alrededor. Lo primero que vi fue a Sophia y mi victoria no había sido la montaña, sino conocerla.

Y vi un gran para siempre cubriendo su rostro, uno que expresaba que nuestro amor iba a superar cualquier tipo de final porque era una conexión que estaba por encima de las porquerías nacidas del impulso. Y quise besarla en la cima de uno de los retos más grandes que había tenido. Quise besarla por el hecho de que estuvo cuidándome más allá de sus sentimientos.

Necesitaba besarla para decirle que lo sentía. Porque me enseñó a conocer el mundo y me llevó de la mano para soltarme y no era como pensaba. Jamás me tiró del cielo, solo quería mostrarme que el cielo estaba hecho para volar.

Y en una de las maravillas más increíbles no solo de Venezuela, sino del mundo, las nubes jugaban a no extrañarse, intercambiándose abrazos y perdiéndose entre nosotras para hablarnos sobre esas estrellas que fueron rebeldes con tal de no renunciar al amor.

Ni la escuela ni todos los estudiantes celebrando la graduación, el reto cumplido y el goce de ser jóvenes, fueron tan relevantes como tener su mirada frente a mis ojos diciéndome con sus palabras que también para ella, el viaje no había sido el Roraima, sino yo.

Porque no importaba el curso, ni las personas que habían llegado antes. Habíamos sido las últimas en alcanzar la cima para comprender que no es quien escale primero, ni quien no se equivoque. Llegamos justo a tiempo a amarnos y aunque todavía significaba un reto, el amor no se desvanecía.

Tenía que tratar de aceptar que había fallado, pero no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo perdonarme y necesitaba lograr que Sophia Pierce me disculpara por haberla traicionado. Porque dolía mucho más el amor que me ofrecía a que me hubiese dicho que había actuado como una perra.

-Estamos en suelo sagrado y aunque nunca pude llevarte a mi planeta, me alegra que podamos estar aquí en suelo intermedio -Sophia no dejaba de mirarme y la emoción le brotaba por los ojos-: ¡Estamos realmente en el mundo perdido, Julie! Porque sé que parece una meseta sobre rocas, o al menos así debe parecer sobre tu mente brillante y a veces cerrada prince, pero déjame decirte que estamos sobre una de las formaciones geológicas más antiguas de todo el planeta. ¡En serio es un mundo perdido! Y no importan las demás personas, se siente como si solamente estuviéramos nosotras. Quería mostrarte que mis universos eran reales y tú querías que me gustara este planeta. ¡Es un equilibrio! Estamos en suelo intermedio dentro de la tierra. Tienes lo que hace que ame a los humanos y hoy voy a mostrarte que los mundos de los que hablo son tan reales como las vidas que vas a salvar cuando seas doctora -me tomó de las manos para llevarme hasta la roca que estaba en frente y fue la primera en sentarse.

Ni siquiera entendía por qué actuaba así, porque siendo tan celosa hacía como si no hubiese pasado nada.

Pero me senté con ella pasando por alto la regla principal que puso el instituto en la que nos prohibían acercarnos a los precipicios. Ni siquiera quería decirle que no. Sabía que pronto nos meteríamos en problemas, pero valía la pena si por ese instante ella sentía que de alguna manera los universos de su mente, se hallaban en la realidad.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now