JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO

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Cuando llegué al airbnb que había alquilado junto a mis amigos, lo que quería era que el tiempo pasara rápido. Mi avión salía a las seis de la tarde del día siguiente y no quería el consuelo de Paula, o de Benjamín, que estaban conmigo en Boston y decidieron acompañarme a Australia.

Agradecí que ambos estuvieran ahí, porque las manos me temblaban, no podía coordinar mis movimientos, por más que intentaba abrir la puerta, no lo lograba y estaba empezando a desesperarme. Hasta que Paula me abrió y le bastó con verme para saber que las cosas no habían ido bien. Ella fue la primera en abrazarme. Luego Benjamín se unió a nosotras y nos quedamos allí en la entrada del apartamento rentado, compartiendo silencios, acompañándome en mi derrota, porque eso había sido el viaje, un fracaso.

Tenía vergüenza de decirles que no había servido de nada, pero estaba segura de que ellos ya lo sabían. Mi amigo fue el que compró los boletos y rentó el apartamento, porque por primera vez en mi vida no tenía un centavo de más, solo lo justo para vivir y estudiar. No tenía para comprar un café en la universidad, o comer fuera de casa. Tampoco eso me afectaba, pero era la primera vez que pedía dinero prestado, la primera vez que pedía ayuda.

Viajé a buscarla y ni siquiera sé si hice bien. Tenía la intención de que pudiera comprometerse a ir a terapia. Porque una parte de mí sabía que eso era lo correcto, por encima de nuestro amor. Y sí, sé y entiendo que se trata de su vida, y aunque no era del todo mi problema, pensé que quizá usando mi amor, ella pudiera aceptar recibir ayuda. Pero tal vez el amor que siente por mí no es tan grande como para que eso sea un incentivo para hacerlo, o quizá ella está consiguiendo una forma de sanar distinta a la que para mí es la correcta. Pero quería que juntas lo superáramos de verdad, y no superficialmente. La depresión no es así, aunque a estas alturas, dudo de haber tomado la mejor decisión.

Esa tarde, con mis dos mejores amigos abrazándome, respiré profundo y les conté los detalles de lo que nos había pasado. Benjamín sacó unas cervezas, después de la tercera ronda mis tristezas aumentaron. Casi nunca bebía y cuando lo hacía era vino, aun así, con la cuarta cerveza comenzaron a salir las lágrimas que aún no había botado delante de ellos. Benjamín dijo que tenía que salir, que había quedado con un viejo amigo. Paula le hizo un interrogatorio, pero al final, dejó que se fuera. Ellos tomarían el viaje como unas vacaciones, así que se quedarían una semana más en Australia. Habían superado mucho, como mantener una relación a distancia y seguir amándose incluso con más intensidad. Claro, están juntos desde niños, imagino que hay pocas cosas que no serían capaces de superar. Verlos tan felices me hacía creer en el amor.

Yo también quería mi final feliz, pero empiezo a entender que no todos tenemos uno.

—¿Qué hora es?

—Las siete.

—Mmm... sospechoso —soltó mi amiga, que estaba sentada conmigo en el piso de la terraza del apartamento.

—¿Qué es sospechoso?

—Se está yendo así después de cuatro cervezas... tienes que estar pendiente, aunque confíes, hay muchas zorras por allí —bromeó.

—Tóxica.

—Tóxica tú que quisiste venir porque una mujer extremadamente guapa está a cinco centímetros de tu esposa.

Me reí para no llorar, pero era cierto. La química que hubo entre ambas desde el primer momento fue evidente. Solo era cuestión de tiempo y quizá ellas sí combinaban. Tenían en común el tenis. La rusa decía que era su mayor admiradora, pero en realidad era yo, y es una conversación para la que no está preparada. Tal vez no tengo miles de dólares para comprarle sus cuadros, pero el puesto de fan número uno es mío, desde siempre.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora