5 MESES DESPUÉS

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SOPHIA PIERCE

En poco tiempo han pasado tantas cosas, como que mis pesadillas desaparecieron y no por eso decidí dejar de ir a terapia. Al contrario, aumenté mis citas a cuatro días por semana con la condición de no medicarme. El psiquiatra vigiló mi caso con la psicoanalista y ambos tomaron la decisión, después de bastantes debates, de que podía continuar sin psicotrópicos. Eso significaba que podía seguir entrenando, que no debía parar el tenis ni tampoco dejar de pintar gracias a sentirme drogada. Al final, resultó que debía conseguir el inicio de todo para salir del hueco profundo en el que me encontraba. Me hablaron de las recaídas, de que quizá las pesadillas volverian y de técnicas para superarlo, si llegaba a pasarme. La verdad me sentía fuerte mentalmente y estaba disfrutando pintar de una manera diferente, porque siempre pinté de otro universo, siempre mis pinturas fueron el escape de este mundo y ahora podía pintar sobre mi realidad. Podía pintar el sol de este planeta y no solo otras constelaciones. Podía pintar mi presente, las nubes, lo que me rodeaba y no solo el universo distante donde quería retirarme para evitar el dolor.

Si pudiera decir cuál fue el momento más feliz de mi vida, sin duda, escogería este. Es como si las tristezas hubiesen abandonado el barco y supiera que tengo lo necesario para recibirlas, pero que no se van a quedar eternamente. El disco estaba siendo un éxito y estábamos ayudando a todos los niños de la casa abandonada, que ahora tenían un verdadero hogar. Mi galería estaba cerrada, pero estaba pintando mucho, más bien al extremo y ya no para escapar de mis miedos, ahora pintaba sobre mi realidad. Ksenya y Julie se habían hecho amigas, o bueno, amigas que se odian, pero al mismo tiempo se protegen y ambas se unen solo para fastidiarme. Las dos estaban molestas porque decidí aplazar mi exposición, pero en realidad, tenía una buena razón, así que no lograrán convencerme de que la adelante. Necesito tener todo listo.

Cada día descubro que mi verdadera pasión es el arte. Como si pudiera despegar mis pies del piso y volar en cada trazo. Como si mis brochazos fueran caricias para mi alma y la expansión de mi mente. Y aunque con los entrenamientos no tenía casi tiempo, las pinturas y mis lienzos me acompañaban en cada viaje. Jugaba al tenis para drenar con un deporte, como algo que logra calmar mis pensamientos, mientras que con la pintura los dejaba salir. En cuanto a la música no pensé en dedicarme a eso, o a hacer giras, nunca ha sido mi intención ser profesional porque sé lo que requiere. Puedo hacer algunos conciertos con Christopher, pero no una gira. Es una decisión que tomé y que todos respetaron.

Julie y Ksenya estaban preocupadas por mí, por toda la atención mediática que estaba recibiendo. Teníamos que grabar comerciales y asistir a entrevistas todo el tiempo. Las marcas me querían y otros artistas me invitaban a exposiciones, pero todavía era más reconocida por el tenis que por mi arte. Aunque Silvia, la competencia más cercana de Ksenya, había comprado muchos de mis cuadros, y no dejaba de insistirme en ser la primera opción de compra cuando inaugurara mi exposición.

Debo confesar que entendí a Ksenya, algunos periodistas eran invasivos, decían que tuve un golpe de suerte con mis torneos. Que nunca ganaría un Grand Slam, o que Ksenya era mi amuleto de suerte y sin ella era una simple venezolana. Otros me decían que me dedicara más a la música, que no perdiera mi tiempo en el tenis. Pero las marcas seguían queriéndonos. Ksenya y yo grabábamos muchísimo y a nivel económico cada día tenía más ideas para poder repartir lo que estaba ganando. Le compré un nuevo auto a Julie y ella habló: «No me tienes que dar nada. ¿Recuerdas el telescopio? Me pasa lo mismo. Tú me lo enseñaste. Prefiero que invirtamos esto en los niños y no en mí. Yo quiero ganarme mi dinero con mi carrera, y ya darme una casa es bastante». Le costaba que le diera regalos, pero terminé quedándome el carro yo. Al final, no dejaba de ayudar. Solamente quería sorprenderla. De hecho, eso hice cuando compré una casa en una playa de Venezuela. Quería tener un lugar donde volver y conseguimos invertir en la isla de Margarita, la perla del Caribe. Era una sorpresa. Aunque nadie lo sabe... el oso que le regalé y con el que duerme, y por el que Ksenya me dice cursi y tonta... contiene el anillo.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora