Somos más que el dolor

55.1K 2.4K 777
                                    

Amanecer sobre otro cuerpo nunca significó nada para mi mente, hasta que ese cuerpo fue el de ella y comencé a entender que lo significa todo para mí.

Apenas abrí los ojos sentí que Sophia iba dejando trazadas en mi brazo, como si con sus uñas dibujara en mi piel. No quise despertarme porque no sabía si volvería a repetirse, pero imágenes de la noche anterior llegaban a mi mente como motivantes errores que me habían llevado a la solución. Tenía vergüenza y un dolor de cabeza incontrolable. El sol se colaba por la ventana iluminando una parte de su rostro, que incluso recién despertada se veía hermosa.

No sabía qué hora era, pero sentí su mirada. Intenté cerrar los ojos para evitar una conversación. Tenía mucha vergüenza, e inconscientemente volteé de lado, dándole la espalda. Estaba en mi cama con la persona que quería después de una noche bochornosa.

Cerré los ojos tratando de no pensar en nada hasta que sentí que me abrazó desde atrás, metiendo su cara en mi cabello como si quisiera impregnarse de todo mi olor. El tacto de sus manos en mi piel, me hizo percatar que estaba en ropa interior. Debí verme como un desastre, el cabello mojado, una noche nublada y Sophia cuidándome como si fuera lo único que estuviera bien.

No me alejé de su contacto. Se sentía tan bien sentirla cerca. Era algo difícil de plasmar en letras. Me abrazaba fuerte sabiendo que me descontrolaba. No podía temblar, pero inconscientemente ya lo estaba haciendo.

—Ayer fuiste una princesa rebelde —ok, Sophia, debería estar prohibido que me hablaras con esa voz tan ronca en el oído.

No le respondí nada. Apenas podía fingir indiferencia. Ella se apretaba más a mi cuerpo y yo quería decirle que se apartara. Que lo que ocurrió fue porque estaba ebria, pero que seguía todo igual. Ella con Noah y yo sola. El punto es que tenerla tan cerca de mi oído, y sentir cada parte de su cuerpo... era satisfactorio.

—¿Si te acuerdas que te bañé y enjaboné todo el cuerpo quitándote los restos de vómito? —otra voz en mi oído. Quería matarme. Además que no me acordaba. Y seguramente conociéndola, no era cierto. ¿Pero y si sí pasó? Nada más pensar en esa imagen era excitante y yo no he sido una persona así hormonal y cachonda, aunque claro, antes no tenía una Sophia en mi vida.

Negué con la cabeza todavía sin contestarle. No quería decir ninguna palabra todo podía ser usado en mi contra. Pero ella estaba jugando distinto y... tampoco necesitaba que respondiera para seguir molestándome. Era su pasatiempo.

—¿No recuerdas? Porque fue algo así como esto -Sophia comenzó a pasar su mano izquierda por mi cuerpo. Subiendo por mi abdomen hasta mi cuello, para luego bajar nuevamente imitando lo que "supuestamente" hizo con el jabón. Con la única diferencia que la palma de su mano estaba helada y el escalofrío que sentía iba en aumento, cuando fue bajando hasta más abajo de mi ombligo y sin detenerse... acaricio una de mis piernas. Hasta que detuve su mano y me volteé hacia ella.

—¿Qué estás haciendo?

—Ayudándote a recordar —contestó con picardía y sin pensarlo, aprovechó mi nueva posición para entrelazar su pierna entre las mías y pegarse a mí.

Apenas y podía respirar cuando sentí sus labios entrar en mi boca. Me besó sin tregua. No la detuve. Era contraproducente, pero la necesitaba. Sentía sus manos deslizarse en mi cuello, y un escalofrío me recorría la espalda. Podía quedarme miles de horas en el mismo lugar y entendí que estar con ella era justo eso, otro universo en el que todo iba mejor. Pero iba mejor por segundos hasta que luego fuera insoportable. Porque es insoportable enamorarte de algo que siempre se va.

Sophia se separó lentamente de mis labios y una sonrisa de satisfacción fue la respuesta que me faltaba. Volví a besarla sin medir mi contacto. Necesité más de ella desde el día en que la conocí.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora