JULIE DASH - Después del placer

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Muchas veces pensamos que cerrándonos vamos a conseguir proteger nuestro corazón. En ocasiones, esa coraza lejos de ayudarnos, priva nuestra evolución. Una parte de mí lo entendía, la otra quería seguir detrás de las murallas para que nadie más la volviera a lastimar.

Eran las ocho de la noche y seguía esperando que Chiara saliera de su operación. Llevaban tres horas más de lo estipulado dentro del quirófano porque se había complicado. La había esperado durante cinco horas, pero mi estómago sonaba exigiéndome que lo llenara con algo más que café. Al ser de noche, pensé que no habría nadie en el cafetín, pero cuando me senté dispuesta a comer, fue Victoria la que se sentó conmigo.

—Dichosos los ojos que te ven -susurró en mi oído. No estaba de humor, pero tampoco iba a levantarme, tenía mucha hambre, así que intenté ignorarla—: Mañana es el día más esperado, todos hablan de eso, pero una asistente como tú no puede asistir.

—¿Fuiste residente invitada? —pregunté sorprendida. Chiara me contó que eran pocos los invitados.

—Por supuesto, fui la que resaltó de mi grupo y exclusivamente invitan a los mejores.

—Te felicito.

—Vendrán doctores de todos lados y desafortunadamente, te privarás de conocer a las más grandes eminencias del campo, a menos claro, de que ya te hayan invitado —inquirió con perspicacia y hubiese podido mentirle, pero no era el caso.

Chiara no me había invitado y en realidad me alegraba. Durante toda la semana rogué para que no lo hiciera ni por obligación.

—No —dije en seco, tomando de mi jugo—. No me invitó.

—Interesante.... La tendré para mí —respondió sonriente—. Tranquila, la llevaré a casa temprano después de ser yo quien la amarre a la cama.

La vi de reojo morderse el labio y tuve la idea de decirle que era una mentirosa, pero no dije nada y me concentré en mi comida, al tiempo que ella seguía repitiéndome lo mala cama que era. Según Victoria por mi forma de vestir y expresarme carecía de cualquier sensualidad y eso me perjudicaría en la cama.

—Una mujer como Chiara no está para niñas mimadas, no te hagas ilusiones. —Intentó hacerme sentir menos.

Su mirada era de desprecio y me pregunté qué había hecho para que fuera así. ¿Por qué siempre atraía personas como Jéssica, o como ella?

—Podría sacrificarme por ti, ¿sabes? —la oí decir—. Si hay alguien que puede enseñarte cómo ser buena cama, soy yo, eso sí, al día siguiente tendrás que venir en silla de ruedas. —Casi me atraganto con el jugo y no tuve qué responder.

La doctora Chiara había llegado en ese preciso momento y habló por mí, que todavía seguía medio ahogada de la sorpresa.

—López, ¿viene aquí a salvar vidas o embriagarse en el coño de sus compañeras?

—Ella no es mi compañera, ni siquiera está graduada, doctora Martí, disculpe —pronunció su apellido mirándola fijamente.


—Está en lo cierto, y para ser apenas una estudiante sus conocimientos y actitud superan con creces las de muchos.

—Supongo que no debo incluirme, soy la mejor de mi grupo y usted lo sabe.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora