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Al día siguiente desperté por unos toques en mi puerta, me pareció extraño que golpearan con tanta insistencia.
— Mel, reunión de emergencia. Nos vemos en quince minutos en mi despacho. — informó Ben y se retiró luego de que yo soltara un ruido en afirmación.
De mala gana me levanté de mi cama y comencé a cambiarme con un vestido que mis padres me habían traído de regalo. Arreglé un poco mi cabello, el cual todavía estaba algo húmedo por la ducha de anoche, y me acerqué a mi tocador para tomar los accesorios que usaba diariamente.
El anillo de Harry estaba allí, sobre la carta doblada y el sobre. Lo tomé con cuidado y lo puse en una cadena que tenía guardada para acto seguido abrocharlo en mi cuello, si lo usaba en el dedo era probable de que lo perdiera porque me quedaba grande.
Me miré por última vez al espejo y suspiré conforme, era lo mejor que podía hacer con menos de diez minutos. Cerré la puerta de mi habitación y me encaminé hacia el despacho del Rey. Allí se encontraba Ben, sus padres, Mal y el Hada Madrina.
— Creo que todos sabemos por qué estamos aquí. — habló Adam, el ex monarca. Mi amigo y yo compartimos una mirada sin entender. Mal miraba hacia abajo mientras jugaba con sus manos. — El pueblo entró en pánico por lo de Hades. Casi escapa. — explicó.
— ¿Quién sabe qué habría hecho si hubiera escapado? — intervino el Hada Madrina.
— No podemos arriesgarnos a que haya otro villano suelto. — indicó el hombre.
— Siento que todo esto es mi culpa. Se supone que yo protejo Auradon. — habló Mal de brazos cruzados.
— Y lo hiciste. Claro que proteges a Auradon. — comentó Ben.
— Cada vez que abrimos la barrera nos exponemos al peligro. Maléfica. Uma. Hades. — enumeró su padre.
Mi comentario estuvo a punto de salir por mi boca pero se vio interrumpido por el sonido del celular del Rey. Él se alejó unos pasos y atendió.
— Alguien robó el centro de Maléfica y la corona de la Reina. — informó alterando a los mayores.
— Uma. — exclamó Adam.
— No lo sabemos, papá. —
— Cuando los ciudadanos lo sepan no querrán salir de sus casas. ¿Qué les diremos? — cuestionó preocupada Bella. — ¿Mal? ¿Qué hacemos? ¿Cómo hacemos para impedir que el mal entre en Auradon? — pidió opinión.
— Creo que hay solo una manera de garantizar la seguridad de todos. — dijo luego de unos segundos en silencio. — Y creo que desde ahora ya no podremos entrar y salir. Creo que hay que cerrar la barrera, para siempre. — agregó ganándose la aprobación de los tres mayores.
