36.- La otra custodia

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Juls

―¿Por qué nos has tenido que hacer esto, Juls? Íbamos a ser felices.

―¿Harry?

La niña llora porque el móvil ha empezado a sonar y son las tres de la madrugada. La cojo en brazos, sosteniendo el teléfono entre la oreja y el hombro y la mezo con suavidad contra mi pecho.

―Tú, Riley, Ellie, yo... Se suponía que iba a ser bonito, que podría ser mejor, pero no puedo. ¿No fuiste feliz, Juls? Con nosotros...

―Claro que sí, Harry, esto no tiene que ver contigo, fuiste tú el que se enfadó conmigo, ¿recuerdas?

―Te echo de menos, Juls ―me dice.

―Estás muy borracho, es de madrugada y has despertado a Ellie, Harry. ¿Qué tal si hablamos mañana?

―Claro. Lo siento.

Me parece que va a colgar, pero me siento mal. De verdad siento como si le hubiera arrebatado algo.

―Espera, Harry ―le pido―. ¿Has bebido mucho?

―Algo. ―Casi noto como encoge los hombros. De fondo se oye música, pero no muy alta.

―¿Dónde estás?

―En un sitio.

―Venga, no me lo pongas difícil...

―No tienes que preocuparte por mí, Juls.

Me cuelga y cuando le vuelvo a llamar no responde. Unos segundos después me manda una ubicación con un mensaje que dice:

Harry: Estoy a salvo con mis amigos de fiesta. No seas tan mamá protectora.

Me dan ganas de abofetearle. Es mi primera noche en mi piso nuevo y Ellie y yo estamos solas. Pero no puedo dejar a Harry tirado sin más. Está claro que ha bebido mucho y me siento responsable de él. Llamo a Riley, pero tiene el móvil apagado. ¡Qué sorpresa! Mi exmarido no respondiendo cuando le necesito.

La niña ya está despierta, así que la abrigo lo mejor que puedo y la pongo en el portabebés.

―Estas son las cosas que tu padrino me obliga a hacer, cuando él debería cuidar de ti ―le explico a la niña, que deja de llorar y se recuesta contra mí.

Me pongo mi abrigo encima y subo la cremallera por detrás de ella, para que esté mejor protegida del frío. Pido un taxi y no bajo hasta que está en la puerta. No son horas para ir con una niña por la calle, la verdad, ni para ir yo misma. Pido al taxista que espere y bajo delante de una discoteca cuando llega a la dirección que Harry me ha enviado.

El padrino de mi hija está vomitando delante de la puerta de esta. Espero hasta que acaba y tiro de su brazo. Me mira sorprendido y, después, horrorizado al ver a la niña.

―¡¿Qué haces?! ―grita, pero se tambalea y está a punto de caerse.

―Por favor, ven al taxi ―le suplico.

Tengo que tirar un poco de él, pero viene conmigo y sube. La casa de Harry está demasiado lejos y no quiero ir hasta allí. Tampoco puedo llevarle a mi piso enano. Si lo ve, seguro que insiste en que me quede en la casa de Riley. Él me pidió que me quedase incluso después del divorcio.

Así que le doy la única dirección que se me ocurre. Es problema de mi exmarido, ¿no? Pues le pido al taxista que vaya a la dirección del piso de Riley. Pago cuando llegamos y doy las gracias al hombre. Luego tiro de Harry de nuevo. Él saca las llaves del ascensor, aunque yo quería llamar. La niña empieza a llorar cuando estamos subiendo y berrea con todas sus ganas al entrar al salón. Friend empieza a ladrar con ganas al vernos, por la sorpresa supongo, luego se calma y corre hasta mí para que le acaricie. Está enorme, y le he echado un montón de menos.

Si en diez años...Where stories live. Discover now