20.- Hormonas revolucionadas

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Riley

Sujeto las manos de Juls entre las mías, porque las tiene heladas, pese a que va envuelta en varias capas, con un gorro y una bufanda que apenas deja ver nada de su cara. A ratos se queja del calor horrible y otros parece que acaba de desembarcar en Siberia. Hace frío, lleva lloviendo una semana entera y noviembre está llegando a su fin con unos vientos helados, pero vamos, no tanto como ella dice, estoy seguro. Aun así, me limito a calentar sus manos, mientras la doctora teclea en el ordenador.

Julianna se ha estado sintiendo mal, así que la doctora le mandó un análisis de sangre extra, solo por comprobar que todo sigue bien. Me parece que, con siete meses de embarazo, ni la doctora ha querido llevarle la contraria ya. Y yo me he mantenido neutral y le he dado la razón a mi mujer en todo.

―Todo está perfecto ―nos dice la doctora, mirándonos alternativamente―. Te daré ya la cita para los últimos análisis y la ecografía final, dentro de un mes y medio. Y ya a esperar, pareja.

Juls parece que quiere decir algo, me mira de reojo. Me planteo ofrecerle salir fuera, pero no me da tiempo a hablar. Que conste que me iría sin problema, entiendo que hay cosas que prefiera comentar sin que yo oiga.

―Los últimos días he estado sintiéndome... ―Sus mejillas cogen un tono rojizo y me mira de reojo, inclinada hacia delante.

―¿Incómoda? ―le ayuda la doctora, cuando ella no parece saber cómo seguir―. ¿Hinchada? Es normal, Juls.

―No, eso no. Bueno, un poco sí, pero me refería... ―Agita la cabeza un poco y entonces lo suelta―. Excitada. Llevo días... muy sensible.

―Ah, bueno, eso es normal. No tengáis miedo de practicar sexo. Si te sientes bien para hacerlo es un buen momento, pronto entraréis en la recta final y quizá no tengas tantas ganas. El bebé estará perfectamente, de hecho, es sano para él y para ti, Juls.

La doctora parece ligeramente divertida y mi mujer de mentira me mira de nuevo de reojo, aún más incómoda que antes, al parecer. Y no puedo evitar una risa suave.

―¿No hay otro método? ¿Unas pastillas o algo así? ―sugiere ella. La doctora nos mira con curiosidad y yo decido examinar los cuadros sobre embarazos que tiene detrás.

―¿Pastillas para matar la libido? Pues no, Juls, creo que lo mejor es ceñirse a la antigua usanza.

Julianna le da las gracias con nerviosismo y acepta los papeles para solicitar las citas en el mostrador de fuera. Me despido de la doctora aún con una risa bailando en mis labios, y dejo a Juls pedir las citas. Me da igual, me cogeré horas libres para venir con ella, sea cuando sea.

Mi padre no está muy conforme. Según él, mi implicación en el embarazo debería haber acabado en el momento que puse la «semillita». Al parecer, ahora es trabajo de «mujeres», pero, sinceramente, me siento afortunado por poder pasar por todo el proceso con Juls. Ni siquiera sabía que me iba a hacer tanta ilusión, pero es que ella y este bebé es casi en lo único que logro pensar en todo el día. Empezó como una mentira para ganarme la aceptación de mi padre y ahora me da absolutamente igual lo que piense, qué irónico.

Juls no pronuncia palabra hasta que estamos de nuevo en el coche, y es para pedirme que la lleve de vuelta al restaurante. Sé que no tiene que trabajar más hoy, pero parece tan nerviosa que pongo rumbo hacia allí para que pueda relajarse.

―No digas nada ―me suplica, cuando abro la boca.

―No iba a hacerlo. Podía haberte dejado sola, si querías preguntar algo así.

―Es que no puedo pensar, tengo el cerebro hecho papilla. ¿Qué sentido tiene que esté tan excitada si ya estoy embarazada? Creía que la excitación sexual era para perpetuar la especie...

Si en diez años...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora