1.- La idea de futuro

8.3K 636 76
                                    

Diez años después

Juls

Es la cosa más bonita que he visto en mi vida. Tiene un gorro de lana con dos orejitas redondas y un jersey a juego. Ambos son de color marrón oscuro. Parece un osito de peluche adorable. Dan ganas de achucharlo. Y cuando me mira y deja ir una risita, me muero de amor.

―Juls... ¡Juls! ―No sé el rato que Clark lleva llamándome, pero hace llorar al bebé por su grito y yo le miro fatal.

―¿Qué? ―pregunto, cerrando la carpeta que tengo delante.

―Hola a ti también. ―Pone los ojos en blanco y me planta un beso en la frente antes de sentarse delante.

―Perdona. ¿Has visto? Es adorable.

La madre le ha cogido en brazos y le mece para que deje de llorar. Siento la tentación de extender la mano hacia él y coger sus deditos regordetes, pero no sé si a la madre le sentará bien que nadie vaya tocando a su bebé.

―¿Juls? ―Creo que de nuevo Clark lleva un rato hablándome, así que le presto atención.

La camarera también está aquí, preguntándome si quiero algo más. Me he tomado un refresco mientras esperaba a mi mejor amigo, pero pedimos unos bocadillos para comer. Los de este sitio son geniales. Luego jugueteo con la goma de mi carpeta, pensativa. Clark me llama de nuevo. Puede que no sea mi mejor día.

―¿Qué te pasa? No estás aquí ―me dice, tras chasquear los dedos delante de mi cara.

―He ido a un banco de esperma ―reconozco, mordiéndome el labio.

No sé interpretar lo que pasa por su cara. ¿Sorpresa, asco? Me da igual. Sé lo que quiero para mi futuro y no es un novio cabrón. De esos he tenido dos seguidos y estoy harta de los hombres. Harta. Hartísima.

―¿A qué?

―A retirar líquido ―bromeo con una risilla que él no responde. De hecho, me mira tan mal que me avergüenzo un poco. No de mi idea, si no de exponerla ante él―. Quiero un bebé.

―Dios, Juls, eso es... ¿Quieres un bebé con un desconocido?

―Sí. Quiero un bebé solo para mí con un absoluto desconocido ―reconozco sincera.

No es una idea que se me acabe de ocurrir, llevo pensando en ello bastante. De hecho, el banco de esperma solo ha sido la última de una serie de medidas desesperadas.

―No sé qué decir.

―Nada. No tienes que decir nada. He tenido como treinta citas por Tinder. A los tíos les mola lo del sexo sin compromiso, pero no lo de hacerme un bebé y no volver a llamarme. El último me dijo que era una pirada y, según sus palabras, seguramente sidosa. Qué asco. La fauna de ese tipo de plataformas...

―Juls, escúchate ―me ordena, con tono duro―. ¿Vas pidiendo a desconocidos que te hagan un bombo? Sí, la fauna de esos sitios es lo peor, empezando por ti.

Boqueo un poco y mis mejillas arden. Lleva razón. Supongo. No fue fácil para mí plantear esas cosas. Sin embargo, tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo y un banco de esperma es lo mejor. Ellos donan para eso. Y no necesito a nadie que lo haga mirándome a los ojos. Mejor con un desconocido.

―Vale, era una locura, Clark. Por eso esta opción es mejor. Me han dado información y... voy a hacerlo.

No responde y la camarera llega con nuestros bocadillos. Sonríe a Clark y yo le doy una patadita bajo la mesa para que le haga caso, pero él y su ceño fruncido siguen fijos en mí. Así que la pobre chica se va sin más. Yo miro un segundo al adorable bebé, que se ha dormido babeando sobre el hombro de su madre. Quiero justo eso y no tener a un hombre a mi lado no debería quitármelo. ¿Qué pasa si quiero un hijo pero no compartir mi vida con un hombre? ¿Tengo menos derecho a tener un bebé por no querer un romance complicado? No. Sin duda no.

Si en diez años...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora