24.- Otra mudanza

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Riley

―¿En qué piensas? ―me pregunta Juls.

La miro un momento. Estamos sentados en mi cama y ella hace pedacitos la tarta de galleta que sobró ayer y que le he subido a modo de compensación por hacer que se pierda el desayuno. Se ha puesto una de mis camisetas viejas. Es blanca y se transparentan sus pezones. Uno de sus hombros queda casi a la vista, porque le queda grande, aunque se aprieta en su vientre abultado. Y soy dolorosamente consciente de que no lleva nada más. De que entre yo y su húmeda entrepierna no hay absolutamente nada. Ha cruzado sus piernas con las mías, enrollados de una forma imposible, pero me gusta sentir su piel caliente contra mí, que solo me he molestado en ponerme la ropa interior porque total, para lo que me va a durar...

Cuando he bajado a por la tarta Friend se ha subido conmigo, al parecer no le ha gustado el cambio de rutina mañanera, juraría que me ha mirado hasta mal antes de tumbarse a dormir resignado en una esquina de la cama.

―Pensaba que, si tuviéramos las cosas en la misma habitación, no te habrías puesto esa camiseta tan provocativa ―le digo, con tono bromista.

Porque decirle lo que pienso de verdad: que seguramente no pueda volver a salir de esta cama, ni de ella más del tiempo estrictamente necesario, quizá la haga salir corriendo.

Para cuándo va a llevarse el tenedor a la boca y el pedazo de tarta le cae sobre la camiseta. Parece muy apurada por haberse manchado, pero yo sujeto su mano para que no lo limpie y uso mis labios para coger el pedacito y aprovecho para descender y besar su pezón sobre la prenda, antes de humedecerlo con mi aliento. Disfruto de su gemido y del espasmo que recorre sus piernas, como si un impulso casi animal le impeliese a abrirlas para mí. Apoyo la mano en su muslo y subo. No sé qué mierda me ha hecho, pero vuelvo a estar a mil. Necesito hundirme en ella otra vez. Y sería la tercera en lo que va de mañana.

―Espera. ―Julianna sostiene mi mano, sujetando el plato con la otra―. ¿Quieres en serio que compartamos dormitorio?

Parece alucinar y me asusta que eso haga que se aleje de mí. ¿Me he pasado de intensidad? De pronto lo quiero compartir todo con ella, no quiero que se aleje, quiero acercarme más y más, no poner distancia. Pero claro, eso es porque me está volviendo loco. Ella es la que ha puesto distancia desde el primer momento y, quizá, me estoy equivocando mucho.

―Solo por comodidad. ―Me encojo de hombros―. No es que vaya a ser más íntimo que las cosas que hemos hecho ya, Julianna.

Se muerde un momento el labio y luego suelta mi mano y se mete otro pedazo de tarta en la boca. Yo sigo con los dedos sobre su muslo, ya no sé si subir o bajar o no hacer absolutamente nada. Ella me da un trocito de tarta y mastico encantado, porque está deliciosa.

―Mi dormitorio es más grande y seguro que te cuesta menos a ti que a mí mover las cosas ―dice al fin.

Y me recorre el alivio y también una extraña felicidad. Estoy fatal, porque quiero compartir dormitorio con mi mujer embarazada y complicar todo esto mucho más.

Me muevo para alcanzar sus muslos y los beso despacio, antes de abrirle las piernas. Da un gritito y luego deja ir una risita. Le abro más los muslos con los pulgares y dejo que mi lengua incursione entre sus piernas. Creo que no voy a saciarme de comérmela jamás. Me va a volver loco antes de que eso pase.

*

Julianna me ha hecho hueco en su armario y en el baño. No tengo muchas cosas que llevar, porque no he hecho una mudanza de verdad a esta casa. Me he ido trayendo cosas necesarias, sobre todo ropa, pero poco más. Así que a mediodía ya estoy instalado. Ella ha bajado hace un rato para preparar la comida.

Si en diez años...Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon