21.- Huida imposible

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Juls

He conseguido dar esquinazo a mi perfecto marido falso toda la semana. El viernes se acaba mi buena suerte. Después de romper el tercer vaso y que un cliente haya tenido que recogerlo porque no puedo agacharme, mi madre me ha mandado a casa temprano.

Así que me he puesto a ver una película comiendo galletitas y me he dormido. Básicamente comer y dormir son mis dos grandes pasiones. Y masturbarme, pero eso es una necesidad desesperada que ni siquiera puedo controlar. Soy como un adolescente en celo.

El caso es que me despierto al oír la puerta y sé que no voy a librarme de un encuentro con Riley. Es viernes, suele venir un poco antes, pero cuando miro el reloj del móvil me doy cuenta de que es la hora de cenar. Acto seguido oigo a Harry, vienen bromeando. Yo me quedo tumbada en el sofá, con la camiseta oscura de pijama llena de migas de galletas y recibiendo adorables pataditas no tan tiernas justo en la vejiga.

«Qué patética, Juls», me regaño, pero no me muevo ni un milímetro, a ver si pasan de largo sin verme.

―Si yo tuviera a esa mujer tuya esperándome en casa, no me iría de fiesta, Riley, no seas payaso ―le está diciendo Harry, con tono de regañina.

Me hundo más en el sofá, para que no me vean. Y escucho, quiero oír lo que Riley tiene que decir al respecto.

―No me está esperando, no es mi mujer de verdad, no quiero irme de fiesta y aquí el único payaso que hay eres tú ―replica Riley―. Solo quería ir a ver el partido y tomarme una copa, he tenido un día de mierda. Mi padre no está teniendo la misma deferencia para conmigo muriéndose como tuvo el tuyo.

Estoy a punto de regañarle, por ese comentario tan horrible, pero eso delataría mi escondite, además, Harry suelta una carcajada.

―Es tu mujer legalmente, así que es de verdad ―le corrige―. Solo digo que estáis haciendo el tonto, los dos. Ya está. Ahora voy a saludarla y me voy a casa.

Me hago la dormida, mientras los oigo acercarse más a mí. Riley no dice nada, solo resopla un poco. Harry me sujeta la mano y me da un susto, por cierto, procuro mirarle como si siguiera más dormida que despierta, pero por su guiño de ojo creo que me ha pillado.

―¿Qué pasa? ―pregunto, buscando a Riley con la mirada.

―Nada, acabo de llegar y venía a decir hola y adiós ―bromea Harry, pero creo que es plenamente consciente de que no tiene mi atención.

―Quédate a cenar ―le pido, sujetando su mano cuando me la va a soltar él―. He hecho lasaña.

Cualquier cosa me vale con tal de no quedarme a solas con Riley, porque me muero de vergüenza de que sepa lo necesitada que estoy. Aunque tenía que haber afinado más mi plan. Harry mira hacia atrás y Riley debe darle «permiso», porque me ayuda a levantarme (Friend, que estaba dormido a mis pies, aprovecha para estirarse ocupando un montón de espacio con su cuerpazo que parece más grande cada día) y vamos juntos a la cocina. Mi marido falso está apoyado en la puerta de esta. Se ha quitado la chaqueta y remangado la camisa. Le miro, parándome un poco mientras se afloja la corbata y se la saca muy despacio, de forma deliberadamente sexi. ¡Tiene que ser aposta!

Quizá estoy flipando. Si es que necesito un poco de cariño. Creo que las mejillas se me ponen muy rojas cuando me mira, hasta Harry se da cuenta, porque me pregunta si estoy bien.

―Sí, sí ―les digo y tengo que pasar muy cerca de Riley para colarme en la cocina y encender el horno―. Estará en diez minutos. ¿Qué tal el trabajo?

Mordisqueo un panecillo mientras ponemos la mesa. Riley y Harry intercambian una mirada con la que parecen entenderse.

―Aburrido. ¿Y el tuyo? ―me pregunta Harry.

Si en diez años...Where stories live. Discover now