2.- Esposa por contrato

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Riley

La bandeja de entrada hace un sonidito cuando me llega un nuevo email. Llevo horas esperando una documentación importante, pero cuando me apresuro a cambiar la ventana para verlo, me doy cuenta de que no es lo que esperaba. De hecho, no tengo ni idea de lo que es, ni de quién. Es de una tal «Julianna» y no me suena nadie con ese nombre, además, el asunto es «esposa por contrato», lo que tampoco me da pistas.

Estoy a punto de tirarlo a la basura, suponiendo que es de esos de «solteras calientes en tu zona», cuando la puerta del despacho se abre de golpe, con tanta fuerza que golpea con la pared. Harry entra con la corbata anudada a la frente, un puro entre los labios y una copa de whisky en la mano. Es martes. Mi mejor amigo es un loco privilegiado.

―Mira esto, Riley ―me pide, dando unos pasitos de baile ridículos mientras esquiva a mi compañera de trabajo (y mejor amiga), Addy, que ha entrado con él. Ella le mira tan indignada que no puedo evitar una risa―. ¿Quién es tu verdadero y único amor? ―me pregunta Harry, antes de sentarse delante de mí, sacar un vaso vacío de su bolsillo interior del traje y repartir su whisky entre los dos.

―El whisky ―aseguro, alzando la copa, aunque no bebo, porque sigue siendo martes a las diez de la mañana y yo no soy un loco privilegiado.

―No, tío. Bueno, te lo paso por esta vez, porque no sabes que soy tu hado madrino. Tu genio de los deseos.

―¿Puedo desear yo algo? ―pregunta Addy, con un resoplido que me hace reír de nuevo.

―Si es a mí, sí, nena.

―Qué asco ―asegura ella, sentándose en el sofá que está a un lado del despacho y mirándonos mal a ambos, aunque yo no he hecho nada.

Harry la mira un momento, pero luego se encoge de hombros, supongo que le da igual que Addy oiga lo que sea que tiene que decir. De todas formas, los tres somos amigos desde pequeños, así que hay confianza. Miro a Harry, que se quita la corbata de la frente y me deja ver su increíble pelazo oscuro. En los últimos meses le ha crecido como si fuera mala hierba, pero él asegura que no se ha hecho ningún injerto, aunque el año pasado podía verme reflejado en su calva.

―¿Qué has hecho, Harry? Tengo trabajo.

―He resuelto todos tus problemas.

Suspiro y le quito su whisky, inclinándome hacia delante, para dejarlo a un lado, apartado con el mío. Nadie debería beber un martes por la mañana.

―Ya estamos en paz, yo también he resuelto tu problema ―me burlo sin mucho interés señalando la copa, antes de girarme hacia el ordenador.

―Te he conseguido una mujer de mentira ―me dice y atrae mi atención de nuevo.

―Cierra la puerta ―le pido a Addy, que se apresura a obedecer. Luego se acerca a nosotros y se sienta junto a Harry. Sí que debe estar interesada, si se acerca tanto a él―. ¿Para qué quiero una mujer de mentira?

―No sé, ¿para que tu padre te dé la empresa de una vez? Estaba delante cuando te soltó esa mierda de: «hasta que no madures y sientes la cabeza...».

Le hago un gesto para que se calle. Si tengo que ser sincero, ya lo había pensado, pero a mi padre no le valdrá con una mujer, poque sabe que puede ser mentira. Seguro que quiere el pack completo. Y me encantan los niños, pero dudo que sea tan fácil como conseguir una mujer falsa. Quiero decir, podría pagar a cualquiera para el paripé de la boda, pero la segunda parte es más complicada y no quiero... Es una locura de motivo por el que traer un bebé al mundo, la verdad.

―No es tan fácil, Harry. Sé lo que dijo mi padre, pero no le valdrá una boda y ya está.

Los ojos oscuros de Harry me recorren la cara muy despacio y luego suspira. Parece que sabe lo que pasa por mi cabeza, y es que por horrible que suene, mi amigo es un cabrón afortunado. Su padre controlador y egocéntrico la palmó hace diez años. Un infarto fulminante. Y él lo heredó todo. Así que puede dedicarse a beber un martes por la mañana. Yo vivo bajo el yugo de un padre loco y demasiado exigente.

Si en diez años...Where stories live. Discover now