XLIII

109 8 35
                                    

MARATÓN (2/3)

Caminamos en silencio por las calles, el ruido de las ruedas de las maletas son lo único que nos acompaña. Y agradezco esta calma. Estos días en el pabellón han creado demasiadas alteraciones en mis oídos. La gente aplaudiendo, cantando y chillando me han dejado agotada. Sin embargo, estoy más que contenta por cómo ha salido todo. Decido quedarme con lo bueno. Las horas en la piscina, dormir con Darren a mi lado, nuestros besos, nuestro sudor en la pista, y las risas con los amigos.

Creo que los humanos tendemos a ensuciar toda una experiencia cuando una cosa mala ocurre. Y es que lo negativo tristemente supera a lo positivo, aunque la balanza de lo positivo esté más llena. A veces me pregunto por qué somos así. No deberíamos dejar que una cosita pequeña manche todo lo bueno que ha ocurrido. Y, venga ya, si la verdad es solo que hemos perdido el último partido. No es el fin del mundo.

—Se me hará complicado aguantarme las ganas de besarte en casa —digo en voz baja al entrar en nuestra calle, esa misma calle con un solo árbol que curiosamente da a mi ventana.

—¿Y si se lo decimos? —propone.

No puedo evitar detenerme y mirarlo cara a cara.

—¿Estás seguro? Me gustaría no tener que meterme en medio de una pelea con Ryker, y menos con lo cansada que estoy hoy.

—No quiero aguantarme las ganas de besarte, ya no —me asegura.

La estúpida sonrisa que aparece en mi cara oculta fatal cómo sus palabras me hacen sentir.

—Esperemos al menos a mañana —propongo.

Asiente y me da un beso en la cabeza.

Es llegar a casa y Willow se tira inmediatamente encima de mí para abrazarme.

—¡Se me ha hecho eterno! ¿Cómo ha ido?

—Si solo ha sido un fin de semana —recalco devolviéndole el abrazo.

—Igualmente —me aprieta un poco más.

—¿Y a mí qué? —rechista Darren.

Willow se separa y lo abraza a él, quien ahora empieza a reírse por la emoción de nuestra amiga. Ryker aparece por el pasillo y nos mira como si no nos hubiésemos ido. Lo que me sorprende no es la reacción que tiene, sino que él también lleva una maleta en la mano.

—¿Cómo ha ido? —pregunta cuando se pone delante de nosotros.

Darren y yo compartimos una mirada rápida.

—Muy bien —responde el pelirrojo.

—Me alegro —dice sin emoción alguna—. Te dejo al mando, grano en el culo. Tengo unas cosillas de las que encargarme.

—¿Por cuántos días te marchas? —miro la maleta.

—No más de un par.

Observo a Willow para ver si ella sabe alguna cosa más de lo que ocurre, pero se encoge de hombros y niega con la cabeza, así que lo dejo correr. Ryker se despide del pelirrojo con un apretón de manos y a mí me revuelve el pelo, a lo que le pego en la mano y se ríe para volver a hacerlo. Empezamos a pelearnos como niños y yo también lo despeino. Finalmente se marcha, pero con una sonrisa de esas suyas en la cara.

—¿Qué harás sin mis gritos? —le chincho cuando baja las escaleras.

—Morir de una vez, a ver si Dios me da ese regalo.

—¡No hagas bromas de eso, bulldog! —lo amenazo.

—Adiós, Brie —dice con el tono más dulce que jamás me haya dirigido.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora