XXXIII

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(Antes de nada: Marruecosmartuca VETE A DORMIR, ESTAS NO SON HORAS PARA LEER)


Acabo de meter un pastel al horno, Willow se había quedado con ganas de probar otras recetas que le he contado. Esta vez toca pastel de zanahoria. Dejo las manoplas en el cajón correspondiente y me apoyo contra la encimera.

Darren entra a la cocina con toda la calma del mundo, y por un segundo casi me ahogo con mi propio aire. A ver, no es que antes no me hubiera dado cuenta, pero no sé qué me pasa últimamente. Así que, tengo que parpadear un par de veces y mirar al suelo disimuladamente para relajarme y asimilar que es muy normal que vaya sin camiseta por casa.

Sin embargo, eso no quiere decir que estuviera lista para esa imagen. Y sé que no es la primera vez que lo veo así. Pero hay algo distinto esta vez. Algo distinto en mí.

—Ramón nos ha invitado a la fiesta de su casa de estudiantes —dice como si nada—. Es una casa bastante grande y va a venir mucha gente del equipo de vóleibol, y más estudiantes amigos de él. Le he preguntado a Willow si le apetecía ir.

—Y supongo que como ha dicho que sí, Ryker también viene —apunto.

—Exacto —asiente—. Ahora, ¿tú quieres ir?

Me lo planteo por varios segundos, y me acuerdo de la promesa que hicimos con Willow. Así que acepto, haciendo que Darren salga de la cocina y grite que en unas horas todo el mundo debe estar preparado para cenar y pirarnos con el coche de Ryker, quien se queja de hacer siempre de taxista. A lo que Willow le dice que es un quejica y que es lo que le pasa por tener un pedazo Jeep y la licencia de conducir. Escucho cómo el pelinegro resopla y me aguanto una risa.

Mi amiga aparece de golpe en mi habitación cuando queda una hora para irnos, con una sonrisa que me hace plantearme demasiadas cosas. A saber qué está tramando. Cierra la puerta detrás de ella y veo que en la mano lleva un maletín lleno de cosas.

—¿Qué planeas? —le pregunto lentamente.

—Por favor, Brie, amiga mía, mi estrella del cielo hazte el favor de ponerte el conjunto rojo —dice poniéndose de rodillas, a lo que abro los ojos sorprendida. ¿Esta chica? Suelto una carcajada mientras niego con la cabeza, flipando con la capacidad de Willow para convencerme.

—Voy a arrepentirme, ¿no? —entrecierro los ojos.

—¿Sabes por qué no te vas a arrepentir?

—A ver, sorpréndeme —me levanto de la cama y miro el neceser que lleva en la mano.

—Porque alguien va a estar cautivado por lo que lleves. ¿Qué mejor motivo que ese? —mueve las cejas intentando que capte la indirecta.

—No me vestiré para impresionar a un chico.

—Y lo entiendo. Tú te vistes para ti misma. Y apoyo la moción. Pero... ¿No te apetece ver a cierto chico pelirrojo nervioso al verte? Y, a malas, es la prueba definitiva para ver si a él le interesas de esa manera, por si te queda alguna duda.

Respiro hondo a la vez que pongo los ojos en blanco y me dirijo hacia el armario. Abro el cajón donde el famoso conjunto rojo está esperándome. Lo saco y lo dejo encima de la cama. Willow se pone a mi lado, y las dos lo observamos.

—No sé yo... Es mucho color.

—A ver. Es un color, sí que es llamativo, pero te quedará espectacular.

—¿Cómo sabes eso? —la miro de reojo.

—Te recuerdo que fui ya la que te arrastré por todo el centro comercial e hizo que te lo probaras —alza las cejas. Es cierto. Tiene razón.

Cállame con besos [COMPLETA]Where stories live. Discover now