XXXVIII

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Si creía que los casi siete meses sin entrenar a voleibol no me iban a afectar, ya no lo creo. A estas alturas ya me he terminado la botella de agua de un litro, y aún queda una hora de entrenamiento.

Echaba de menos el desconectar del mundo, de la universidad y la vida en general. En este momento solamente existe la pelota, el campo, mis compañeras y yo. Compañeras con las cuales aún no he intercambiado una frase que no sea para terminar de compaginarnos a la hora del remate. Me han puesto de punta normal, y se me hace raro acostumbrarme al momento de pegar la bola. Sin embargo, no es complicado. Llevo años jugando a esto, y veo nivel en el equipo.

No sé si Darren me dijo que en la universidad todo el tema del deporte era más relajado para que me apuntara, porque definitivamente estas chicas se lo toman en serio. Y me encanta. No obstante, tengo miedo de saber hasta dónde ese espíritu competitivo llegará.

Savannah me da un golpecito en la espalda, que me hace mirarla, es la única que parece interesada en hablar conmigo de momento.

—¿Cómo lo llevas? —muestra una sonrisa, cómo se nota que es la capitana, la he visto hablar con casi todas mis compañeras nuevas.

—Me siento un tanto oxidada, pero ni tan mal —me quito el sudor de la frente.

—Me alegro, ahora empezaremos con pequeños partidos y jugaremos al Rey del Campo.

—Hacía tiempo que no jugaba a eso —digo con una pizca de ilusión.

Nos dirigimos hasta el campo y nos ponemos en parejas, me toca con una chica pelirroja que lleva unas trenzas boxeadoras y tiene la nariz y mejillas llena de pecas, también me fijo en que tiene una cicatriz en el labio superior. Ahora me iría genial acordarme de cómo iniciar una conversación con un desconocido. ¿Qué haría Willow? Ella parece tener esa facilidad que yo no tengo.

—¿Te haces tú las trenzas? —le pregunto mientras cojo una pelota y se la doy.

Quizás, si ve que quiero que saque ella, pensará que confío en sus habilidades, que hay que decir que aún no conozco.

—Llevo haciéndome estas trenzas desde que empecé a jugar —acepta la pelota.

Punto para mí.

—Yo no tengo esa destreza —alzo las cejas y entro al campo, alejándome de ella y preparándome para defender—. ¡Buen saque! —chillo cuando la pelota pasa al otro campo.

Puedo notar la presencia de la pelirroja a mi lado, la pasamos al tercer toque, en esta ronda del Rey del Campo hemos decidido que no se valen los ataques. Seguimos unos minutos hasta que me estoy cansando de no hacer punto, así que hago que la pelota caiga muy pegada a la red. Ganamos el punto y pasamos por debajo de la red, cuando nos posicionamos para prepararnos para recibir, mi compañera me dirige la palabra.

—Buen momento para usar la táctica.

—Gracias —digo mirando el campo contrario.

—Si quieres el próximo día te hago las trenzas.

Me lo está ofreciendo. Me está ofreciendo compartir un momento fuera del campo, juntas. Una posible amiga sigue siendo una amiga, así que, cuando la chica marca punto con un toque de antebrazos que hace que las otras tengan que correr hasta el final del campo, decido que es el momento.

—Soy Brielle, pero llámame Brie —lo ofrezco la mano.

La mira.

—Anastasia, pero llámame Tasia —me choca el puño, yo se lo acepto.

Al siguiente juego perdemos y abandonamos la pista. Me lanza la pelota y la cojo para sacar. Me desea suerte para el saque, doy unos pasos hacia atrás y pido espacio a las demás, que esperan para cruzar. Les prometo que solo será un momento. Miro el campo, bueno, la mitad de campo, así podemos jugar cuatro equipos a la vez. Me concentro en la pelota, la golpeo unas cuantas veces contra el suelo, la agarro con las dos manos y la lanzo al aire, corriendo para saltar y sacar.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora