XXVI

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Las clases se hacen largas, pero cuando llego al piso finalmente agradezco poder tumbarme en el sofá. Abro la libreta que he cogido antes de mi cuarto y el bolígrafo y empiezo a hacer una lista de todo lo que debo hacer. Apunto desde cosas tan simples como ir al supermercado, hasta envolver los regalos para esa Navidad entre amigos que sugirió Willow.

Pensar los regalos se me ha hecho más fácil de lo que esperaba, y me alego. Siento que eso es una señal que me dice en mayúsculas que realmente conozco a mis amigos. Ahora que no hay nadie en casa, aprovecho y los envuelvo todos. Quizás no han quedado perfectos, pero lo importante es que el contenido no se vea. Así que termino casi gastando un rollo entero de cinta adhesiva. Los escondo en un cajón del armario que tengo lleno de ropa de verano que claramente ahora no estoy usando. Saco los apuntes y me voy al comedor. Intento estudiar por varias horas seguidas, pero cuando la puerta de casa se abre, lo veo como una excusa para descansar.

—¡Hola!

Cierro el ordenador y me encuentro con Ryker.

—¿Y esa energía? ¿Te has comido las barritas energéticas que guarda Darren en el cajón del baño? —frunce el ceño.

—Espera, ¿Darren guarda comida en su baño?

—Técnicamente no es su baño, solo que nos hemos malacostumbrado a usar el otro. ¿Qué haces, pesada? —me pregunta.

—Nada que te interese —ataco.

—Por favor, ni que te lo preguntara porque me preocupara por ti —devuelve el ataque.

—Dios te libre de sentir empatía.

—Dios te libre a ti de ser un grano en el culo —me mira.

Intentamos mantener la seriedad, pero poco a poco nuestras sonrisas surgen a la superficie. Nos encanta picarnos el uno al otro, aunque en el fondo lo hagamos solo por el hecho de poner un poco de drama en el ambiente. Muchas veces lo hacemos delante de Willow, y termina riñéndonos por tratarnos de esta manera. Todo es mentira.

Se deja caer en el sillón, y se sienta completamente mal. Qué raro... Ryker parece no saber estarse bien sentado.

—¿Qué tal el día? —me pregunta, ahora de verdad.

—Largo, aburrido, y cansado. ¿Tú?

—He asistido a unas clases de mierda, en las que solo me cuentan mierda. Tristemente, esa mierda me gusta. Pero lo de ir presencialmente me está empezando a tocar un poco lo que son los huevos.

—¿Por?

—Para que me cuenten lo que literalmente hay en las diapositivas que suben a la página web de la asignatura, mejor me quedo en casa.

—Ojalá tuvieran esa piedad conmigo.

Nos quedamos varios minutos en silencio mientras termino de recoger los apuntes que he esparcido por el sofá durante estas últimas horas.

—¿Ya has comprado los regalos? —pregunto sin pensar.

—¿Eh?

—Ya sabes, la Navidad.

Se remueve en su sillón, y niego con la cabeza.

—No me digas que te has olvidado —digo.

No articula palabra, se queda callado y directamente se va hacia su habitación. Segundos después aparece con las llaves en la mano y me señala con el dedo.

—Ni se te ocurra decirles que me he olvidado.

—Soy una tumba.

—Que vaya bien el estudio, grano del culo.

Cállame con besos [COMPLETA]Where stories live. Discover now