XIX

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Tres meses después de haberme mudado al piso, puedo decir con certeza, que Willow es vainilla. No solamente porque sea la colonia que se pone o el mismo perfume que siempre le digo que le queda genial. Sino también porque ella es dulce, es ese sabor que se añade a todas las tartas y magdalenas que sabes que es la guinda del pastel y que hace que todo tenga un mayor sabor.

Su pelo dorado y medio ondulado también es avainillado. Toda ella es vainilla. Toda su personalidad lo es. No obstante, sé que no solamente hay eso. Sé que Willow guarda cosas que no quiere que nadie sepa. Willow es un libro abierto aparentemente. Y ahí se encuentra la palabra clave. Te lo hace creer, pero no te lo muestra todo a la primera. Por eso no puedo evitar compararme con ella a momentos. Yo no soy un libro abierto, ni de coña. Tengo candado tras candado, y a cada capítulo que alguien lee debe dar con un código. Soy compleja. Soy muy mía, aunque aún no termine de conocerme a mí misma. Sin embargo, lo estoy logrando.

Ryker es metal. No es un sabor, ni un color. Es algo fuerte, duro de romper. No obstante, su fortaleza de metal tiene agujeros, y tienes que ir con fuego en mano, quemándote un poco mientras intentas derretir esos muros. Está blindado, pero él decide quien lo ve y quien no. Él también es un libro cerrado, quizás por eso entiendo algunas formas que tiene de actuar, quizás por eso cuando peleamos o nos gritamos sacamos argumentos parecidos. Bueno, excepto la vez en la que casi nos pegamos a hostias porque yo tenía la regla y él se estaba a punto de comer la pizza del día anterior con la que yo llevaba toda la mañana soñando comer.

Y Darren... Quizás podría decir que Darren es miel, o también el color naranja. A momentos diría que el chico pelirrojo es una melodía. Eso es lo que hace que tenga tanta curiosidad por él. Hay tantas formas de describirlo... Tantas formas de verlo, que siento que necesito hacerlo de todas las maneras posibles. Y una parte de mí sabe que seguramente me gustarían todas esas facetas. A su vez que descubrirlas me aterra, pues si me gustan, ¿quién detendrá lo que sea que últimamente me hace perder la respiración cuando me toca?

Así que cuando me separo del abrazo avainillado de mi amiga y veo que se pasa una mano por el ojo derecho, pues una lagrimilla se le ha salido, sé que los quiero a todos. Willow me da otro abrazo, este más corto, y entra al piso. Ryker y yo nos miramos y asiente con fuerza la cabeza.

—Buen viaje.

—Nos vemos el año que viene, pesado —ataco.

—Que te jodan, pesada —me devuelve el ataque, y después me da la mano con un suave apretón. Ese contacto dulce me dice todo lo necesario. El pelinegro también se va, y mis ojos pasan de estar en el suelo a estar encima de los de Darren.

—No te emborraches a base de vino blanco en fiestas. No tienes a quien te lleve en brazos hasta la cama.

—Nunca te he pedido que lo hagas.

—Pero no me cuesta nada —dice con los brazos cruzados.

Siento la necesidad de abrazarlo, sin embargo, algo me dice que no lo haga, que no es el momento, que hay algo que arreglar. Así que solamente lo miro, y me devuelve la mirada por todo ese rato. Al pasar un minuto, miro la maleta.

—Debería irme.

—Nos vemos en unas semanas, quesito —dice con una sonrisa.

Asiento, un poco triste, y me subo al ascensor. Las puertas se cierran, y una emoción agridulce me azota. No me gusta esto. Pero bueno, voy a ver a mamá, y a la señora Dawsey, será como siempre, y sé que me lo pasaré bien. Sin embargo, nunca contaba con echar de menos este lugar, aunque solamente fueran unas semanitas. Las puertas vuelven a abrirse y bajo con la maleta pequeña que me compré hará unos días atrás para estos viajes más cortos. Salgo a la calle y camino para llegar al metro y así estar en el aeropuerto unas horas antes de embarcar.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora