Capítulo 23

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El rumor del mar me arrulla como a un bebé enfermo mientras me levanto, me sacudo la ropa y me quedo clavada a la visión hipnótica de las olas que rizan su espuma fosforescente sobre la orilla negra. 

Por fin, soy capaz de volverme hacia el Paseo Marítimo y avanzar a duras penas, -me he quedado sin energía, me pasa siempre cuando vuelve la valquiria negra- hacia la balaustrada del Paseo Marítimo. Dejo atrás los roquedales y las hogueras donde los afortunados hacen moragas y celebran la vida. Hay una luna amarilla que los acompaña. 

Sólo tengo que cruzar una calle, y andar cien metros y estaré en casa. Sólo quiero llegar a mi casa y dormir. El alcohol me anestesia el dolor, me hace flotar como un globo negro, errático en la caliente e infinita noche. 

Cruzo el Paseo Marítimo. Las terrazas del Moonlight y Habana están llenas de gente. Unos nórdicos vomitan en el callejón de la calle Topete. A eso vienen los guiris a España: a desparramar y a hacer todo lo que no hacen en sus países. Somos el patio de recreo de Europa. Es lo que hay. 

Esquivo a los borrachos, un hombre me grita: "Rubia ven aquí, que te invito a una copa". Lo que me faltaba. 

Vuelvo a cruzar la calle aunque me suponga dar una vuelta en mi regreso a casa. Pero tengo miedo y no quiero problemas.  

MÁLAGA 82Where stories live. Discover now