Capítulo 1: ¿Hogar dulce hogar?

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Para ser las cinco de la mañana había mucho movimiento en la estación de autobuses. 

Estaba montada en el autobús con dirección a Duskwood. No me hacía especial ilusión las casi seis horas de viaje que me quedaban hasta mi destino pero era la opción más barata.  Un billete de avión era demasiado caro y no sabía el tiempo que me iba a tomar mi estancia en el pintoresco pueblo. Es más, no había decidido si quedarme allí o mudarme a otra ciudad más adelante, pero lo que sí que era cierto que la idea de empezar de cero en algún lugar nuevo cada vez me atraía más. 

Tengo que admitir que no era una persona que la sociedad en la que vivimos reconocería como "de bien", pues los trabajos me duraban poco y todas las carreras universitarias que había empezado las abandonaba a los pocos meses. <<Soy un fracaso>> musité mientras miraba por la ventana como la gente se iba despidiendo y entrando al bus. 

Olía agrio debido a la mezcla de perfumes, café y comida que la gente había subido al autobús. Arrugué la nariz con asco mientras una señora de mediana edad se sentaba a mi lado. 

—Buenos días —le devolví el saludo moviendo la cabeza— ¿Quieres? Son caseros. 

Bajé la vista y vi cómo me estaba ofreciendo unos dulces que llevaba en un tupper. 

—No tengo hambre, gracias. 

La señora hizo una mueca de disgusto, entendió que yo no estaba por la labor de mantener una conversación así que se acomodó en el asiento y empezó a comer sus dulces mirando a los otros pasajeros curiosa. 

Fijé mi vista a la ventana para ver una pareja que se abrazaba tras encontrarse. Suspiré y pensé en Jake, le echaba tanto de menos que mi interior gritaba. Al poco el conductor encendió el motor, cerró las puertas e inició el viaje. 

¿Habrá visto mi respuesta? Es difícil dada la situación pero espero que sí. Necesito que Jake lo sepa y no solo que lo amo, sino que no está solo en este asqueroso mundo. Necesito que se entere que siempre estaré a su lado.  

Si... los viajes en autobús me ponen triste. Sinceramente quería gritar, patear y golpear cosas pero tenía que estar quieta y sentada aparentando lo que los demás esperaban de mí. 

El sonido del motor me recordaba a los viajes que hacía con mi padre, pero aquellos recorridos no eran precisamente agradables. 

Él era un estafador y un manipulador.

Recuerdo cuando tenía diez años y estaba saliendo del colegio feliz, sonriente y pletórica acompañada de mis amigos. Mi padre me estaba esperando montando en el coche con el motor en marcha, me miró y solo dijo <<sube>>. 

Cuando lo hice me contó que mi madre había muerto y que nos íbamos a mudar. No pude ni recoger mis cosas y muchos menos despedirme de ella. La pequeña burbuja de amabilidad y confort en la que vivía explotó aquel día. 

Sentada en aquel mugriento coche viejo y oxidado solo gritaba y lloraba mientras le preguntaba a mi padre porqué. El malnacido no me miró ni una sola vez. 

Al final la tormenta y los rayos ahogaron mi llanto. Desde entonces odio los días lluviosos. 

A día de hoy ni si quiera sé dónde se encuentra su tumba para llevarle flores. 

Patético. Él es patético. Mi vida es patética. 

Luego me enteré que había pedido muchos préstamos al nombre de mi madre y lo andaban investigando. ¡Joder! ¡¿Quién pide préstamos a nombre de una enferma terminal?! Además no era para cubrir los gastos médicos, deuda que, por supuesto no pagó, sino para su propio beneficio: sus negocios y estafas. 

Duskwood: Rainbow case.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant