Capítulo 3: El escondite

Start from the beginning
                                    

Hoy será una noche muy dura. Exactamente a las 23:57 horas se cumplirán seis años de mi traumático suceso. Las horas que recuerdas se quedan grabadas con fuego si van vinculadas a algo extremadamente impactante, eso me dijo mi anterior psicóloga. Impactante es que lleve todos estos años sin encontrar la forma de acabar con todo.

Mi tía ha dado orden a las enfermeras para tenerme vigilada, algo predecible.
Pero hoy me siento rebelde, y necesito un poco de adrenalina antes de pasar toda la noche llorando.

Decidida, salgo de mi habitación con sigilo, dejando pendiente lo que se encuentra encima de mi cama. Acecho los pasillos, en los que hay una mujer de la limpieza con un carrito bastante ruidoso, lo que me permite moverme sin que se note demasiado. Camino en dirección al ala oeste, donde siempre consigo escribir mis canciones. Aquellos versos que nadie leerá, ni escuchará.

Cuando llego a los ascensores, opto por no seguir arriesgándome y bajo una planta caminando, ya que dentro de estos, puedo encontrarme con algún doctor rezagado. Justo cuando giro a la izquierda, para terminar con mi trayecto, algo tropieza conmigo.

¡Ah! que daño —me toco el hombro.

—Vaiolet —dice el chico que he estado  evitando desde hace varios días.

—Hola —intento seguir mi camino.

—¿No puedes dormir? —me persigue.

—No es de tu incumbencia —asevero enfadada.

—Simplemente me interesa —agarra mi brazo y me detiene.

—Te he dicho que no me toques. ¡Espacio personal! ¿Recuerdas? —suelto en un tono más alto del que deberia, ya que podrían escucharme.

—¡Es verdad! —sube las manos
—Olvidaste comentar que no te tocara
—se ríe, ¿de qué coño se ríe?

—Olvídame —sigo mi trayectoria, deseando que me deje en paz o no.

—Ya, claro —susurra.

Decido parar, observarlo y retarlo. Nos quedamos en silencio, contemplando al otro y esperando algo, ¿el qué?

—¿Quieres jugar a un juego? —pregunta acercándose demasiado a mí oreja.

Mientras doy pasos hacia atrás, él los adelanta.

—¿Qué tipo de juego? —no sé porqué sigo hablando con él.

—A las escondidas —sonríe de forma traviesa.

—¿Te refieres a ese donde uno se esconde y el otro lo busca? —le miro confusa, sabiendo que el juego soy yo.

—Me refiero a un juego en donde ambos nos escondemos del resto, ellos piensan que nos tienen controlados y nosotros hacemos lo que nos plazca —. Estas últimas palabras las recalca, mirándome los labios.

Mi corazón se descontrola irremediablemente, al igual que mi cuerpo. Sé que tengo prohibido acercarme a él, pero el día que continúa siendo hoy, hace que quiera desaparecer del mundo y estoy segura que Jhonas sabrá como hacerlo. ¿Habrá traído drogas? Desde que me explicó lo que se siente, he deseado probarlas.

—Enséñame a jugar —pide una voz parecida a la mía, sin ser consciente de qué estoy haciendo.

Coge mi mano, observa los pasillos y camina con rumbo fijo. Pasamos varios despachos médicos, el gimnasio y llegamos a los ascensores laterales. Al lado de las puertas, hay una especie de trampilla. La sensación de que alguien nos pueda pillar hace que la combinación de adrenalina-Jhonas, se vuelva excitante.

Abre un trozo de pared, al menos lo que parecía a primera vista, agarra de nuevo mi brazo y entramos en un espacio cerrado.

—¿Qué es este sitio? —pregunto recelosa

YUANFEN, MI SALVACIÓNWhere stories live. Discover now