Capítulo 23

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Astra

Me levanté muy temprano hoy para poder hablar con Lennox, antes de que sus labores reales comiencen. Ya lista, fui a sus aposentos. Me pensé muchas veces si estaba haciendo lo correcto, hasta que di dos golpes en su puerta.

Abrí cuando gritó que pasaran. Estaba en frente del espejo mirándose con una sonrisa. Está parando en loco definitivamente. La corona que llevaba era nueva, era más puntiaguda que la anterior y con diamantes azules en el centro.

—¿Podemos hablar de lo qué pasó ayer?—me senté en un banco de madera.

—Ya estás aquí, así que...si—se giró para mirarme.

—Lennox, no sé qué pasó conmigo ayer, aunque ya te pedí perdón de mil maneras, siento que aún no es suficiente—suspiré—¿Qué puedo hacer para compensarte?

Este solo me miraba, me imagino que pensaba en que castigo ponerme, pero no puede ser tan duro, pues no me puede tratar como una plebeya cualquiera, pues él sea o no el rey, yo sigo siendo una princesa.

—No tengo ningún interés en ponerte algún castigo, hermana—se acercó y me tomó suavemente de la barbilla, sus dedos estaban helados—Solo, pídeme perdón.....de rodillas.

Esto debe de ser una broma. Pero si el rey así lo quiere, pues eso tendrá. Puse mis manos en la banca de madera para poder sostenerme mientras me arrodillaba. Esto es humillante, nunca me tenido que arrodillar ante nadie, ni ante mi padre. La reverencia que hacía era solo un movimiento de cabeza y ya.

—Pídeme perdón, Astra, dime lo mucho que te arrepientes de haberme humillado así delante del pueblo—seguía sosteniendo mi barbilla entre sus fríos dedos—No me hables como tu hermano, hazlo como el rey que soy.

Suspiré mientras lo miraba, pero esta es una gran humillación y eso que éramos solo el y yo.

—Majestad, suplico su perdón ante mi por haberlos humillado de aquella forma, piedad, señor, perdóneme, mi rey—tomé su mano entre las mías y besé su anillo.

Fueron unos segundos eternos mientras me miraba a los ojos, cuando su mano impactó sobre mi mejilla. Me abofeteó, se atrevió a ponerme una mano encima cuando ni tan siquiera mis padres lo habían hecho.

—Te perdono y esto fue para que no se repita—me miró.

Sonrió satisfecho y ahí estaba, el Lennox que conocía, este era el verdadero Lennox que siempre tuvo que disfrazarse de un joven que no quería ser rey, de un joven que siempre estaba dispuesto a su familia. Pero ya no había porque aparentar algo que no era, ya tenía el poder para hacer lo que se le plazca.

Este es el verdadero Lennox,  él siempre ha sido así, ambicioso, agresivo, victimario y cruel con los demás. Ya cada uno de mis hermanos está alzando la voz, creo que solo falto yo.

Me levanté del suelo y salí de ahí, la mejilla aún estaba adolorida y tenía miedo de que me quedara su mano marcada. Fui a mi habitación y me cambié, solicité que quería el día a solas, para que nadie entrara.

Aleksander vendría por mi para ir a donde Evangeline. Desde que fui por primera vez, hemos ido casi todos los días, excepto estos últimos, pues las cosas han estado un poco complicadas para ambos.

Salté por la ventana y corrí hacia donde estaba mi mejor amigo, comenzamos a caminar hacia el mismo punto de siempre.

—¿Lennox como rey?—Alex se burló—Preparémonos para la destrucción de Gelphamelk.

Gelpamelik era el nombre de nuestro mundo, del mundo mágico.

—Hace su mayor esfuerzo...

—Astra, se que es tu hermano, pero lo conozco mejor que tú—suspiró—Es un hijo de puta, solo que se disfraza para que muchos piensen que él es bondadoso y cuando tiene la oportunidad, sale a relucir como es realmente.

—Si, lo sé, pero ser rey tampoco es tarea fácil—intentaba justificar sus acciones.

—¿Qué te pasó en la mejilla?—frunció el ceño.

—Me golpeé en el entrenamiento de ayer—mentí.

—Ajá y yo soy mortal—hizo una mueca—¿Una mano marcada? Es enserio ¿Fue él?

Me quedé callada un momento, Alek solo endureció la mirada y siguió caminando. Salem y él son....amigos no, son conocidos nada más, pues nunca se consideraron amigos. Así que él le va a decir.

Llegamos al mundo mortal y pasamos ahí el día y la tarde, porque tengo que volver antes del anochecer para no levantar sospechas, le dije a Quinet que quería estar sola el día de hoy, no le agradó mucho la idea pero obedeció.

Evangeline nos recibió con vino, queso y pan. Me ofreció disculpas, pues "no era una comida digna de una princesa" a veces me molestan esas cosas.

—¿Cómo ha estado todo?—se sentó sobre la silla de madera.

—Muy mal la verdad, mi padre murió ayer, mi hermano mayor es el rey, hubo una guerra con un pueblo enemigo, ya sabes, lo de siempre—ella solo me miraba con los labios entre abiertos.

—¿Cómo puedes estar tan calmada?—la sorpresa en su voz me hizo un poco de gracia—Pues yo sabía que esto iba a pasar, así que no me sorprendió mucho, además, aún asimilo que mi padre murió.

—Entiendo, cada unos sabe cómo sanar sus heridas—me dedicó una pequeña sonrisa—Mis condolencias.

—Gracias.

Pasamos hablando sobre nuestras infancias y demás cosas, omitiendo algunas cosas. Sigo pensando en mi hermano, en que, por primera vez en dieciséis años, me puso una mano encima.

Me siento agotada de muchas cosas y lo único que puedo hacer, es callar, si no quiero que se pongan en mi contra. En las cuatro veces que he venido a ver a Evangeline junto con Aleksander, me ha ayudado a perfeccionar mis técnicas.

Cada que tengo tiempo, me ayuda en eso. Ella no tiene mucha experiencia con los elementos, pero me ayuda en lo que puede. Su ayuda será recompensada algún día.

El castillo de CristalOnde histórias criam vida. Descubra agora