Capítulo 12

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Cassian

Hay gente bruta y luego está Lennox.

Cada vez que habla, dice algo más estúpido que lo que dijo anteriormente. Solo a él se le ocurre decir "Traigan a las hadas y que ellas nos digan las respuestas"

Las hadas son seres tan narcisistas y egocéntricos, nunca hacen favores, y si te lo hacen, les tienes que dar algo de valor a cambio, si no, cuida tu cuello.

Una vez le pedí un favor a una hada, olvidé pagarle. Al día siguiente tenía una herida en el abdomen, estaba hecha con una daga que usan ellas.

—¿Tienen guardias reales? —preguntó la pequeña Astra.

—Es obvio que si tenemos, señorita Astra—mi padre casi la mata con la mirada por la pregunta tan tonta de la niña.

—Entonces ¿Dónde estaban ellos cuando ocurrió el robo? —hice una mueca.

—Buena pregunta—fruncí el ceño—Muy buena pregunta.

Me enderecé un poco, tenemos un lugar donde guardamos los objetos preciados o más valiosos para nuestro reino. Solo ciertas personas pueden cuidar esa puerta y solo dos personas tienen acceso a entrar a esa habitación. Mi padre y yo.

—La niña hizo una buena pregunta.

—No soy una niña—espetó con odio.

—Eres cinco años menor que yo, para mi eres una niña—le saqué la lengua—Pero teniendo en cuenta la pregunta que hiciste, los guardias deberían de haber estado ahí, sin embargo por lo que se sabe, nadie estuvo esa noche en las puertas de la habitación.

—Que pésimo servicio tienen—Astra me miró.

La miré, estos jóvenes de hoy en día son tan mal educados y tan ellos. Esto es producto de los mortales. Ignoré el comentario tan ofensivo que dio la niña.

Me concentré en la conversación que mi padre y Laurel tenían acerca de los robos y las sospechas. Ambos habían llegado a la conclusión de que ninguno de los dos era culpable y que esto había sido un acto por parte de otras personas.

Mientras miraba a los reyes, me llegó la sensación de que alguien me estaba viendo. Miré de reojo hacia ambos lados del despacho, hasta que mis ojos dieron con la culpable.

Me acerqué disimuladamente hacia ella, al parecer no notó que yo ya sabía que me estaba viendo.

—Me vas a gastar—lo miré y sus mejillas inmediatamente se tornaron en un rojo muy bajito.

—No lo estaba viendo—en su mirada había vergüenza pura.

—Ajá, yo que tú, me limpio la baba—sonreí.

—Que no lo estaba viendo—miró hacia otro lado.

Negué con la cabeza, mientras me acercaba nuevamente hacia la mesa donde estaban los mapas y los papeles. Aún podía sentir la mirada de Astra, pero la verdad me da igual, no sería ni la primera ni la última que no puede dejar de verme.

Pero tengo que aceptar que a veces resulta incómodo que alguien te vea sin ningún asco, que disimulen al menos para no sentirme tan incomodo. Todavía si la que me viera fuera alguien que yo quisiera, pero no, todas son una simples inmortales que nada que ver.

Al salir de la reunión, mi padre y Laurel decidieron ir a tomar algo mientras mi madre y Attis conversaban un rato. Se que ellas antes no eran de la familia real, ambas eran hijas de gente importante en este mundo. Ambas son hijas de generales, pero de cada uno de sus reinos.

En fin, de ser unas simples mujeres dedicadas a estar en casa y aprender sobre algunas armas, pasaron a ser las reinas de Spryn y Aphulkha. Que giros que da la vida.

Me senté en una piedra que estaba al lado del riachuelo, miré como el agua fluía a gran velocidad, las mariposas volaban en busca de comida, las aves cantaban y había una que otra rana o sapo, yo que se, sumergidas en el agua.

Arranqué una hoja de una planta que se encontraba al lado mío y comencé a jugar con ella. Todo era un silencio fenomenal, hasta que un crujido hizo que me alterara un poco, pero no tanto como para hacer que me levantara de mi cómoda piedra.

—No te alteres, soy yo—puse los ojos en blanco.

—Por eso mismo me altero—Lennox, estaba a mis espaldas.

—Siempre tan amable.

—Siempre tan metido.

El silencio reinó sobre nosotros, no pareciera que él y yo algún momento de nuestras vidas hubiéramos sido buenos amigos, los mejores por así decirlo. Junto con Aleksander, los tres, éramos inseparables. Pero como toda historia, siempre pasa algo y nosotros no tuvimos más remedio que separarnos.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

—Se que te mueres por hablar conmigo, así que habla ya—me desespera que alguien con quien no me llevo muy bien se quede en silencio, hace que el ambiente se ponga incómodo y tenso.

Silencio nuevamente.

—Creo que deberíamos de llevarnos mejor ahora que estamos aliados—carraspeó—Además, por alguna extraña razón, creo que le agradas a mi hermana.

—¿A la niña o a la defensora por los derechos?

—A la niña.

—Que repugnante.

—Déjala, tiene dieciséis —se sentó a mi lado—Está en esa etapa donde cualquiera le parece atractivo, hasta un pedazo de mierda de vaca le parece atractivo.

Fruncí el ceño y lo miré. ¿Acaba de decirme feo??

—¿Qué quieres decir? —entrecerré los ojos en su dirección—¿Qué soy feo? Porque si es así, feo tendrás el culo, pedazo de idiota.

—Te lo he dicho indirectamente desde que nos conocimos, así que si, eres un maldito pedazo de mierda de sapo combinado con un poco de escupitajo de caballo.

Lo miré fijamente.

—Es la cosa más linda que me has dicho en todo lo que llevamos de conocernos, con eso te digo mucho—sonreí.

La verdad había olvidado lo bien que se siente estar con él, así funcionaba el grupo. Lennox y yo siempre hemos sido mejores amigos, Aleksander tenía su mejor amigo, pero a él no le agradábamos así que ni modo. Lo mejor era que nunca excluíamos a ninguno, éramos los tres o ninguno.

Me agrada poder hablar con él nuevamente, ahora me gustaría volver a hablar con Aleksander, pero sé que él no me hablará y tiene todo su derecho de hacerlo. Merezco más que su odio, merezco más que su indiferencia. Merezco un castigo peor...

El castillo de CristalWhere stories live. Discover now